El puente de Cantillana, visto por el historiador José Antonio Hinchado Alba
14 de Octubre de 2022
He tenido el placer de charlar con alguien muy relacionado con la cultura y sobre todo, con la historia y arqueología de la ciudad de Badajoz. Una persona que de modo altruista, comparte de sus muchas investigaciones históricas con los pacenses a través de internet, porque le apasiona la historia de su tierra. Se trata de José Antonio Hinchado Alba, un historiador local de Badajoz que ha tenido la gentileza de brindarme unas palabras para Extremadura 7 días.
Hablando distendidamente con él, me confesaba que su “vocación” por estas disciplinas, le venía desde muy niño. Según decía, sus padres eran muy dados a viajar y visitar ruinas, iglesias, castillos y todo lo concerniente al patrimonio. A medida que fue creciendo José Antonio, comentaba que la historia era su asignatura favorita en el colegio: las imágenes de batallas, monumentos y todo aquello que fue forjando desde sus comienzos a ese “descubridor” que llevaba dentro. Me contaba que de adolescente tuvo una novia que era arqueóloga, y que recuerda cómo esta le confesaba ver más conocimientos de la arqueología en el propio José Antonio, que en ella misma.
Metiéndonos en materia sobre los aspectos que definen al puente de Cantillana, me hizo referencia a este conocido topónimo, además de ese otro popular por el que es conocido por muchos lugareños: “el puente de Gévora”. Expresaba que tal estado ruinoso del puente, es la respuesta concreta de esta desidia y abandono por parte de un elevado porcentaje de la sociedad, a los que no les interesa lo “antiguo”, a veces por incultura, y otras por ignorancia. A ese otro porcentaje interesado en el patrimonio a los que él denomina “letradillos”, afirma que no les interesa involucrarse en causas reivindicativas para salvar al patrimonio en peligro, porque expresa que han optado por “llevarse bien entre ellos”, en ese marco de respeto que margina la confrontación de ideas, creando un seudo “gueto político”.
Precisamente en este mismo contexto al que se refería, José Antonio alude que “en la ciudad de Badajoz existe mucho miedo y la gente no se quiere significar”, siendo una de las lacras sociales que tenemos en nuestro propio ADN.
A mi pregunta sobre qué criterios priorizan que sea reconstruido con apremio dicho puente de Cantillana, él me responde taxativamente que el motivo de intervenir en su restauración ya, sería porque se puede hundir. Y luego las consecuencias van a ser mucho más costosas y difíciles. Aparte de que no es desdeñable que el ruinoso monumento no deja de ser un atractivo turístico más que se incorpora a la ciudad, y deleite para los caminantes que transiten por dicho lugar e incluso puedan cruzar por él. Porque no solamente es el peligro de desplome de sillares, es lo sucio que está de maleza el puente y el entorno. Dejando claro, que esta era una de las razones que más le preocupan de esta peculiar arquitectura.
E insiste en la concienciación de su consolidación y restauración, porque “se nos hunde”. Propiciado por inclemencias de futuras crecidas, movimiento sísmico, etc. Y luego ¿Qué? ... ¿A quién le pedimos responsabilidades? (cuestiona José Antonio dicha pregunta, que tal vez habría que lanzarles a nuestros políticos en el no cumplimiento de sus obligaciones, o que no sienten lo suyo), como apunta José Antonio.
A mi pregunta de si él sabía de una supuesta placa que hubo en el puente, fechada en el año de su construcción, me corrige diciendo que no hubo una sola placa, sino que fueron dos. Una desaparecida desde el siglo XIX, que, aunque no se sabe de su paradero, alguien dejó fiel constancia del texto que tenía. Y la otra placa, fue llevada a los depósitos del Museo Arqueológico. Pareciéndole muy bien como medio de prevención a posible expolio, y colocar, según su criterio, una réplica de la misma en su lugar de origen, una vez restaurado el puente.
En cuanto a la ubicación tan extraña de una colosal arquitectura en dicho lugar, alejada de la propia ciudad, él hace la reflexión de que el puente se halla en ese preciso entorno rural, que sería único sitio de paso de las pedanías a la ciudad, quedando relegado en el desuso con la construcción de los sucesivos puentes más modernos y de mayores dimensiones.
Tampoco habría que olvidar (afirma), que este puente de Cantillana se encuentra en las inmediaciones de la Cañada de Sancha Brava, y que está conectado de algún modo con otro pequeño puente sobre el Arroyo Herrerín (ambos de la misma época y documentados también entre sus muchas publicaciones). O sea que se define su perfecto trazado desde que el viajero salía de Badajoz, pasando por el puente de Herrerín, en dirección al puente de Cantillana, pudiendo tener una datación muy enraizada en la historia antigua.
José Antonio tiene claro ante mi pregunta que no hay que descartar una primera factoría del puente de origen romano. ¿Por qué? Pues porque tiene integrados sillares romanos. Y están precisamente superpuestos en los niveles más bajos de su cimentación y zonas de arranque muy estables a su desprendimiento. Aunque tampoco descarta que dichos sillares romanos bien podrían haber sido reutilizados y traídos de alguna otra edificación cercana, como reaprovechamiento del material constructivo perteneciente a unas villas romanas existentes en la zona. Y hace mención de una línea férrea cerca de Elvas, donde precisamente se han utilizado sillares romanos para su construcción. (teniendo claro, que ningún puente de la antigüedad, ha llegado prácticamente intacto, precisamente por las conocidas estrategias bélicas de todos los tiempos, que, para impedir el paso enemigo, lo primero que hacían era destruir su paso).
Recalca José Antonio unos grafitis existentes en el puente que pasan desapercibido. Siendo de época más moderna, y que estima que también deberían darle el valor que merece. El mismo, descubrió la cara de un Cristo serigrafiado en la piedra que, según expresa, “es una maravilla”.
Otro detalle reseñable que hace el historiador es la existencia en dicho puente de un “pontazgo” establecido desde el medievo, y que se prolongó a épocas más recientes como una tasa o impuesto de ley. Una serie de tributos o aranceles que todo viandante, sea campesino, comerciante, o viajero debía pagar para cruzar el puente. De hecho, apunta de la existencia de una especie de caseta todavía anexa a una de las entradas del puente, donde se colocaban los militares o alguaciles de control de paso.
En cuanto a los territorios cercanos al puente, este afirma de la existencia documental de una antigua villa romana en los terrenos del municipio de Gévora, que probablemente fue arrasada, tras la construcción del poblado colono construido por el arquitecto Carlos Arniches Moltó en el año 1954.
También hace mención de algunas otras villas por los alrededores de la pedanía y los márgenes del río Gévora y del Guadiana, en cercanías, que todavía no las tiene documentada e investigada, y que al tiempo hará mención de sus descubrimientos. Señala, que por las afueras de Badajoz, en sus zonas limítrofes, se han hallado materiales en superficie de origen prehistórico, edad del cobre, hierro, bronce, romano, visigodo y también musulmán. Precisamente por ser zona de cultivo y el reaprovechamiento del agua.
Mencionaba de igual modo la presencia de restos romanos en la zona denominada La Pesquera, y en sus alrededores focos localizados de poblados calcolíticos. Y en cuanto al Molino del Moscoso, a su criterio, piensa que es mucho más antiguo de lo que se piensa. Teniéndolo documentado y en proceso de investigación para un momento más oportuno en que pueda divulgarlo y ponerlo en conocimiento de la ciudadanía.
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