En 1949 hubo un milagro en Olivenza
23 de Enero de 2018
El domingo 23 de enero de 1949 se produjo en Olivenza (Badajoz) un hecho extraordinario: la multiplicación del arroz.
Veinticinco años después, en 1974, el Papa Pablo VI reconoció como milagro el prodigio que había tenido lugar en Olivenza.
El 28 de septiembre de 1975, también Pablo VI proclama santo a Juan Macías, que había nacido en Ribera del Fresno (Badajoz) y estaba considerado beato desde el año 1837. La canonización de San Juan Macías se debió al ‘Milagro del Arroz’, que por su intercesión había ocurrido en Olivenza 26 años atrás.
Este martes, 23 de enero del año 2018, se cumplen exactamente 69 años del ‘Milagro del Arroz’, un hecho prodigioso, difícilmente explicable a la luz de la razón y de la ciencia, que sigue asombrando y maravillando desde el misterio.
El Milagro del Arroz, una de las pocas multiplicaciones milagrosas de alimentos que reconoce el Vaticano, es comparable a milagros como la multiplicación de los panes y de los peces o el milagro del vino en las bodas de Canaan, con la diferencia de que esos dos prodigios, de tiempo bíblicos, se le atribuyen directamente a Jesucristo, mientras en la multiplicación del arroz en Olivenza, los protagonistas son una mujer extremeña del siglo XX, cocinera, y un santo también extremeño que vivió en los siglos XVI y XVII.
El milagro tuvo lugar en la Casa de Nazaret del Instituto San José de Olivenza. Era un centro en el que, de modo benéfico, se educaba a los niños pobres y se atendían las necesidades más primarías de muchísimas personas oprimidas por la penuria económica de la posguerra española.
La mañana de ese domingo, 23 de enero de 1949, una mujer cocinera de la Casa Nazaret, Leandra Rebollo, estaba preparando la comida para las niñas y niños pobres que se educaban en la institución y, también, para los pobres que hacía años que habían salido de la niñez pero no lograban escapar al hambre y acudían al comedor social de la Casa Nazaret para mitigarla.
La institución se mantenía con donaciones caritativas de familias oliventinas que regalaban alimentos, y Leandra se dio cuenta de que los donativos, en forma de comida, no habían llegado aquel domingo y en la despensa de la casa sólo había tres tazas de arroz, tres cuartos de kilo de arroz común, mientras que las bocas que tenía que alimentar ese día ascendían a los dos centenares.
A pesar de la desproporción existente entre el arroz y las personas hambrientas, la cocinera puso agua en una olla colorada, de zinc, tan típicas de aquella época y de aquella Extremadura, y depositó en el recipiente las tres tazas de arroz para preparar un poco de sopa.
Mientras lo hacía, se encomendó al beato Juan Macías diciendo: ¡Ay, beato...! ¡Y los pobres, sin comida!
Dejó la olla en el fuego, con el agua y el arroz, y salió de la cocina durante unos minutos para realizar otras tareas.
Cuando volvió junto a la hornilla contempló asombrada que la olla estaba completamente llena de arroz.
No lograba explicarse lo que había ocurrido. Había muchísimo más arroz del que ella puso a cocer. Se asustó y corrió a contárselo al párroco, Luis Zambrano, y a la directora de la Casa Nazaret, María Gragera Vargas, que igualmente contemplaron con asombro lo que ocurría.
Rápidamente corrió la voz por Olivenza y el ‘Milagro del Arroz’ fue visto por muchos vecinos. Había tanto arroz en la olla, conservada aún en Olivenza, así como un cazo que se usó para servir la comida, que fue necesario pasar parte del arroz a otras vasijas de cocinar.
El arroz brotaba del fondo de la vasija, casi crudo, y se cocía al llegar al borde de la olla y pasarlo a otros recipientes.
Cuatro horas duró el Milagro del Arroz. Todas las personas que esperaban ese domingo en la Casa Nazaret de Olivenza pudieron saciar su apetito. Aquel arroz les pareció un manjar.
El prodigio sólo concluyó cuando el párroco, al ver que todos los comensales habían comido y ya no se necesitaba más arroz dijo “¡Basta!”. El párroco puso los hechos en conocimiento del Obispado de Badajoz y el informe terminó llegando al Vaticano.
Por orden del Papa Pío XII se constituyó una comisión investigadora. Catorce sacerdotes interrogaron a veintidós testigos sometidos a juramento bajo pena de excomunión, algo muy severo para un creyente. Especialmente en aquella España.
Se enviaron muestras del arroz para que fueran analizadas en laboratorios. Los análisis determinaron que era un arroz corriente, perfectamente normal.
Todavía viven algunas personas que contemplaron el Milagro del Arroz y comieron de aquella olla. El Vaticano declaró milagrosa la multiplicación del arroz en 1974, veinticinco años después de que se hubiesen producido el prodigio.
Al año siguiente se canonizó al beato Juan Macías. Había nacido en Ribera del Fresno, Badajoz, el 2 de marzo de 1585. Murió en Lima (Perú) 60 años después. Se le atribuyen muchos milagros.
"Era de cuerpo mediano, el rostro blanco, las facciones menudas, frente ancha, algo combada, partida con una vena gruesa que desde el nacimiento del cabello del cual era moderadamente calvo, descendía al entrecejo, las cejas pobladas, los ojos modestos y alegres, la nariz algo aguileña y oscura, las mejillas enjutas, pero sonrosadas, y la barba espesa y negra”, dijo del santo extremeño fray Juan Meléndez.
Su sepulcro en tierras americanas comenzó a ser venerado y, 36 años después de su muerte, se descubrió que su cuerpo estaba incorrupto, un hecho absolutamente natural que popularmente se relaciona con la santidad.
Han pasado más de cuatro siglos desde el nacimiento de San Juan Macías y se le sigue venerando.
Del ‘Milagro del Arroz’, en Olivenza, se continúa hablando 69 años después.
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