25 Noviembre 2024
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La cesta de la compra más cara de la historia: una subida del 72%

La cesta de la compra más cara de la historia: una subida del 72%

 

En 2023, una de las conversaciones más repetidas en la cola del súper ha sido lo caro que estaba todo. Y es cierto que las familias españolas tienen cada vez más dificultades para poder llenar su cesta de la compra.

 

Según la Encuesta de Presupuestos Familiares elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2022 cada español gastó 12.780,00 euros en todos sus gastos, de los que 2.044,80 fue destinado a la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas, lo que supone un incremento de más del 5% con respecto al año anterior.

 

Por tanto, el 16% de nuestro presupuesto total lo gastamos en el supermercado. De ahí la importancia de establecer como hábito cotidiano aquellas prácticas que nos puedan ayudar a ahorrar a la hora de llenar la nevera.

 

Nuestra cesta de la compra

 

En los últimos 4 años hemos realizado tres informes sobre la cesta de la compra, en los años 2020, 2022 y ahora en febrero de 2024., En cada uno de ellos hemos partido de la misma cesta de la compra, con los alimentos de marcas productos frescos concretos, con el objetivo de no distorsionar la muestra y saber de primera mano cuanto ha subido la cesta de la compra.

 

En todos ellos, hemos llegado a la conclusión de que no se puede afirmar categóricamente que un establecimiento o cadena concreta es el más barato; es cierto que, en el global de la compra, puede resultar más económico. Pero también lo es que suele tener productos que destacan por ser más caros que los demás, sobre todo en los alimentos frescos (fruta, verdura, carne o pescado), pues ahí parece que las pequeñas tiendas de barrio siguen siendo las que ofertan los precios más bajos del mercado.

 

En cualquier caso, cabe destacar que la oferta de alimentación en nuestro país es realmente espectacular. En prácticamente cualquier ciudad o pueblo podemos encontrar una gran variedad de formatos y enseñas comerciales que, al competir entre ellas en calidad y precio, benefician indudablemente los intereses de los consumidores. Sin embargo, la competencia ha caído notablemente en los últimos años. Así, mientras que en 2018 había 3,4 establecimientos de alimentación por cada 1.000 habitantes en España, hoy no llega ni a uno por esa fracción.

 

Así, en nuestra cesta de la compra, la diferencia entre el establecimiento más barato de nuestra región y el más caro, alcanza un 24,2%. Eso quiere decir que, con cada cuatro cestas compradas en uno, podemos adquirir cinco en el otro. Es curioso comprobar que esta enorme diferencia no es fruto de que todos y cada uno de los productos de la lista sea más caro, sino que, en algunos en concreto, la diferencia sí es

 

muy alta, como sucede, por ejemplo, en el aceite de oliva virgen extra, donde el precio más bajo por un litro es de 9,86 euros y el más alto, 14,50: casi un 50% más.

 

Por otro lado, y en cuanto a los alimentos frescos, debemos señalar que no hemos visitado ninguna frutería o carnicería de barrio, aunque hemos detectado en otras ocasiones que los precios suelen ser más bajos que en los supermercados o hipermercados. Por eso, le aconsejamos que, antes de llenar todo su carro en el mismo establecimiento, visite a su vecino el frutero o al carnicero de la esquina, y compare precios y calidad. En cualquier caso, el ahorro puede ser espectacular. Por ejemplo, el kilo de tomate en rama español, lo hemos encontrado por 1,40 euros y por 2,94 euros: más del doble; el de naranja de mesa, por 1,30 euros y 2,59. Y algo parecido sucede con los pimientos o las manzanas.

 

Así, si importante es comparar precios en los alimentos envasados, en los frescos se nos antoja fundamental para poder llevar a cabo una compra sostenible desde el punto de vista económico. Y, en este sentido, creemos necesario también hacer un llamamiento a los consumidores para que comprueben el lugar de procedencia de lo que compran. No parece tener mucho sentido que en supermercados españoles se vendan tomates holandeses, patatas francesas o pimientos italianos (no de variedad, sino de origen). España, y en concreto Extremadura, es un productor de alimentos primarios de primer orden; elegir productos españoles supone, además de garantía de calidad, riqueza para nuestro país. Por tanto, igual que miramos los ingredientes o la caducidad en los productos envasados, fíjese en el origen de los frescos.

 

¿Cuánto ha subido?

 

Como apuntábamos en párrafos anteriores, este informe no es la primera vez que lo publicamos, y nos resulta sencillo comparar nuestra cesta de la compra de hoy, en 2024, con la de 2020 y 2022. Por ejemplo, en este último, con datos de abril de 2022, nuestra cesta de la compra en Extremadura tenía un precio de 18,76 euros, un 32,96% más que julio del año 2020. Con esta tendencia podríamos pensar que la evolución del gasto ha sido constante, y que se ha mantenido en esa línea. Sin embargo, nuestra cesta de la compra se ha incrementado con respecto al año 2022 un 72,76%, una diferencia muy por encima de la subida del índice de precios al consumo.

 

Como todos sabemos, el que mayor subida ha experimentado ha sido el precio del litro de aceite de oliva virgen extra, en nuestro caso de la marca Carbonell, con una subida del 199% con respecto al mes de abril de 2022. Detrás le seguiría el kilo de patata lavada con un incremento del 84%; el pimiento verde se situaría en el 46% de subida, y la leche entera pascual y los fideos de pasta Gallo han aumentado su precio en torno al 40%. Pero es que, además, el resto de los alimentos, tanto envasados como frescos, de nuestra cesta, han subido en torno al 20%. Con estos datos, actualmente una familia tiene que dedicar casi 14 euros más para comprar los mismos alimentos que hace 22 meses.

 

¿Subida sin explicación?

 

Si tenemos en cuenta los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas en los últimos 12 meses, podremos comprobar que la tendencia ha sido a la baja, situándose al cierre de este informe en el 7,4%, experimentando desde febrero de 2023 (su dato más alto 16,6%), hasta finales de ese mismo año una bajada de más de 9 puntos. Bajada que en ningún caso se ha trasladado a los precios de los alimentos, ni frescos ni envasados.

 

Con estos datos, ratificamos lo que venimos denunciando desde hace mucho tiempo, los precios de los alimentos continúan subiendo.

 

Los consumidores, los más castigados

 

La inflación reduce el poder adquisitivo de los consumidores, forzándolos, en el mejor de los casos, a modificar sus patrones de consumo hacia productos más asequibles, de menor calidad o con menores

 

garantías de bienestar y de minimización del impacto ambiental, rompiendo en este último caso la tendencia de los últimos años. Y, en el peor de los casos, dificultándoles el acceso a una alimentación saludable y equilibrada.

 

Por ello, es de especial importancia que detrás de los movimientos inflacionarios no se hallen estrategias empresariales adicionales que puedan agudizar aún más sus efectos perversos; o, dicho de otra manera, que se den estrategias anticompetitivas que lleven a aumentos de precios o de los márgenes empresariales por encima de los incrementos de costes.

 

En este contexto, el papel de una leal competencia es crucial para asegurar que los costes a lo largo de la cadena de valor se reflejen de manera justa en los precios finales, evitando sobrecostes y promoviendo eficiencias que beneficien a los consumidores finales.

 

La política de competencia, a través de sus funciones sancionadoras y de promoción, puede desempeñar un papel vital en la corrección de desequilibrios estructurales, en especial en la cadena de alimentación, influyendo positivamente en el bienestar social y en la economía en general.

 

Con este panorama, en el que los consumidores pagamos cada vez más por todo tipo de productos y los agricultores y ganaderos tienen que salir a la calle y colapsar carreteras y ciudades para reivindicar precios justos, no es de extrañar que cada vez más ciudadanos piensen que, como siempre, los extremos de la cadena, los más débiles, son quienes pagan para que los eslabones centrales disparen sus resultados.

 

Debemos apostar por alimentos de proximidad y, sobre todo, las administraciones deben velar por el cumplimiento de una ley, de la de la cadena alimentaria, que prometió acabar con este problema.