10 Noviembre 2024
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OPINIÓN: Caprile y el vestido de la Virgen

OPINIÓN: Caprile y el vestido de la Virgen

España ya no es España / es un taller de costura / con Palomo, Escoté, Caprile / y Raquel de Extremadura.

Que trajín, mi madre, que trajín. Lorenzo Caprile ha pasado de vestir a la Reina doña Letizia a hacernos un traje a quienes no entendemos ni de modas ni mucho menos de modos.

‘Maestros de la costura’, cada lunes en su TVE, no es un programa de entretenimiento, es un curso acelerado de corte y confección.

No hace falta ni verlo. Basta con zapear para aprender, de una vez y para toda la vida, lo que es un pespunte, un hilván, un drapeado, el moaré, un vestido con caída, una manga ranglán, un abriguito formal para perro, otro abriguito más sexi para la perrita, un hábito de monja, un dobladillo, una seda que se escurre, un patrón que se traspapela, un escote asimétrico, una canilla sin hilo, un modelaje inmodelable, una aguja rota… Un sinvivir, un ¡auténtico sinvivir!

Raquel Sánchez Silva, de Plasencia, presenta y dirige el desfile. Palomo Spain, siempre divino, es un maniquí de sí mismo y, aunque habla poco, lo hace con criterio. La prudencia le da a María Escoté cierta apariencia de jefa de planta de El Corte Inglés. Te observa, pero no te atosiga.

Y luego está él, Lorenzo Caprile, que no admite que se le llame modisto, porque considera que lo correcto es llamarle modista, y al que hay que echarle de coser aparte.

Qué modos, qué maneras, qué verbo, qué arte tiene Caprile hasta para llorar. En la Legión hay brigadas con mucho menos carácter que Lorenzo Caprile. Resbalas ante su mirada de acero y Caprile no te ayuda a levantarte. Te pisa la cabeza para hundírtela en el barrizal de tu propia impericia.

Los concursantes de ‘Maestros de la Costura’, aprendices les llaman, no son personas normales. Son acericos, son esas almohadillas que hay en los cestos de la costura, para pinchar los alfileres, las agujas, las tijeras y los puñales envenenados, de doble filo, que se dirigen contra los habitantes de esta televisera granja de modistas. Tienen ambición y ganas de aprender, pero son acericos de carne y sentimientos, que de todo hay en el taller de costura de las España.

Dentro de muy poco, en el feisbu, saldrá gente diciendo: Si aprendiste moda con Caprile y has sobrevivido, ¡compártelo!

Es tal el impacto causado por el programa que, seguramente con toda la razón del mundo, la Cofradía Ferroviaria del Descendimiento, Santísima Virgen de las Angustias y Nuestra Señora de la Esperanza, una de las más importantes de Mérida, se niega a vestir a su Virgen de la Esperanza con un manto que se ha estado confeccionando desde el mes de mayo del año 2016. Dice la junta de gobierno de la Cofradía Ferroviaria que el manto no es digno de la Virgen ni de la Semana Santa de Mérida.

¡Qué el manto es indigno, dice! Ahí es nada. ¡Indigno! El manto, bordado en plata sobre seda, o lo que sea, verde mar, no es digno de la Virgen de la Esperanza. No lo es.

Antes, estas cosas no pasaban. Antes se hablaba con la costurera: Súbeme de aquí, bájame de allá... Y te quedabas con el manto y hasta te lo ponías para la procesión. Antes sólo se devolvía alguna corbata, a El Corte Inglés, pero después de habértela puesto para la boda de tu primo. Antes…

Antes es que no había programa de costura ni Caprile ni había ‘na’. Pero ‘na’ de ‘na’. Y así nos iba, que no distinguíamos una celosía de una transparencia ni una seda salvaje de un tafetán. En cambio ahora… “Esa capa no está terminada, querido”. Y todo gracias a Lorenzo Caprile, que está transformando España.

Bien haría Cristóbal Montoro, ministro de Sierra Morena y del resto de España, en montar, aunque sea en Telecinco, un ‘Maestros de la Declaración de la Renta’ y empezar a impartir doctrina, desde el televisor, sobre las casillas, el mínimo exento, las deducciones, el borrador, las confesiones paralelas, las superpuestas, las automáticas, las de un solo cañón y las declaraciones de la renta que tiran con balas y al codillo. “¡A ver, aprendices, declarad vuestra pensión ahora mismo, no vaya a ser que lleguéis a cobrarla y no sepáis declararla! Vamos, confesad. Tenéis treinta minutos”.