OPINIÓN: ¡Cómo extraño la hostelería de antes!
La gente de mediana edad, todavía recordará aquella profesionalidad que existía en los bares y restaurantes de antes. Obviamente, para lo que tratamos, es más que evidente que cualquier tiempo pasado fue mejor y lo digo por la sencilla razón de que los hombres y mujeres de antes (que no eran de acero), tenían otra disponibilidad y esfuerzo en lo laboral. Antes, los comerciantes y sobre todo los propietarios de bares y restaurantes abrían sus puertas al público desde bien temprano. Todavía recuerdo esos cafés que encontrabas abiertos ya desde las 6 de la mañana. Daba gusto encontrar siempre algo abierto cuando ibas de recogida ya con los amigos. Ahora, ves los bares cerrados toda la mañana, y con suerte te abren a las 11,00 de la mañana cuando la o el propietario “ha descansado lo suficientemente”.
Creo que el origen de este cambio en la hostelería, viene precedido por la diferencia existente en las necesidades de antaño, tan alejadas a las presentes. Antes, de un bar de éstos dependía toda una familia, y de ahí que el trabajador se desvivía en sacar adelante su negocio con gran sacrificio y esfuerzo. Con esto no quiero decir que todos los hosteleros sean iguales; seguro que los habrá que se “expriman” literalmente por sacar adelante su modesto negocio.
Ahora, no sé si les ha pasado a ustedes; a mí sí. Te sientas en una terraza cualquiera de una ciudad cualquiera, y ves que a los veinte minutos no viene nadie a servirte. De repente y queriendo dar una oportunidad para no cambiar de bar, entras al local y preguntas, y te responden (cómo suelen hacer en la mayoría de los negocios al público), que tienes que pedir dentro porque no disponen de servicio de terraza. Y te preguntas: ¿Y por qué porras tienen mesas y sillas fuera si no hay servicio de terraza? En fin. Qué daño están haciéndonos los negocios anglosajones de comida rápida. No hace falta darle publicidad; sabemos cuáles son.
Otro fenómeno asociado a esta “pereza hostelera”, es cuando descubres que nadie sale a cobrar las consumiciones. Cómo un memo tienes que entrar al local para dirigirte a la caja para pagar. Descubres que, en el negocio, dónde antes había tres empleados, ahora sólo hay una pobre chica pluriempleada que lo único que le falta es ser contorsionista.
Lo digo en serio, antes me gustaba dejar propina en aquellos sitios donde medianamente eras bien atendido. (aunque cada vez son menos los sitios de auténticos profesionales). Pero ahora, viendo esta actitud del mínimo esfuerzo, no me nace dejarle un euro a alguien que no se ha preocupado ni tan siquiera en traerme a la mesa una taza. Y no es que sea un sibarita que disfrute en ser servido, no. Lo que me complace es el trabajo bien hecho, y sobre todo la simpatía del empleado/a aunque sea protocolariamente forzada. Cuando ves ciertos “caretos” cara al público como si estuvieran enojados con el mundo, dan ganas de salir corriendo.
También para mí sorpresa me he tenido que levantar en más de una ocasión de una terraza porque el propietario te dice que sólo sirven desayunos y que tienen que recoger para cerrar. Es lo que digo; qué distintos eran esos bares de antes que abrían temprano y cerraban tarde. Siempre dispuestos al cliente y no estas jornadas partidas que vemos tan cotidianas, en las que abren la mitad del día. Pero claro, digo yo que si actúan de ese modo (y lícito en la libertad del hostelero), es porque no le harán falta el dinero ¡digo yo! Lo cierto es que echo mucho de menos a esa gente más currante de otros tiempos.