23 Noviembre 2024
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OPINIÓN: El Arco del Peso en la Plaza Alta de Badajoz

OPINIÓN:  EL ARCO DEL PESO EN LA PLAZA ALTA DE BADAJOZ

 

Seguro que muchos de los visitantes que han accedido alguna vez a esta histórica plaza de Badajoz han quedado maravillados por este emblemático arco que divide la conocida Plaza de San José, con la Plaza Alta, en este céntrico lugar junto a la alcazaba árabe de la ciudad, y habiendo sido en su pasado más remoto, el enclave neurálgico más comercial y social de la ciudad.

 

De su toponímico apelativo, hay que decir que en la antigüedad era llamada “Plaza Pública”, o escuetamente “La Plaza”. Precisamente, adquiere este nombre desde el siglo XVII para distinguirla de otras plazas adyacentes, como la Plaza de Cervantes (San Andrés), nombre antepuesto y que popularmente ha permanecido en la memoria imborrable y colectiva; y a su vez, San Francisco, o bien la Plaza de España, llamada en otro tiempo de San Juan, en alusión a su iglesia catedralicia de la que toma su mismo nombre. 
Esta medieval plaza porticada que ha perdurado hasta nuestros días, fue antaño el principal zoco árabe de la región.

 

El origen toponímico de “zoco”, proviene de “suq” سوق sūq), derivación del mundo islámico medieval. De los primeros zocos, solo comercializaban los artesanos curtidores de cuero y tejedores, aunque con el tiempo fueron agregándose otras materias de consumo y artesanía. A veces, hacemos una errónea interpretación en las representaciones lúdicas, de cómo eran dispuestos dichos mercados por las culturas moriscas y judías. Podía parecer que eran simples comerciantes de alimentos, tejidos, cerámicas y curtidos que se disponían en mitad de la plaza sin orden ni concierto, y como veremos a continuación, se trataban de mercados estrictamente organizados por los gobernantes de la ciudad. 

 


Muchos de estos comerciantes podían ser locales, afincados en las calles de los arrabales (próximos a Puerta de Mérida y La Traición), y juderías (Calle San Lorenzo), aunque de igual modo, se estilaba desde inicios de la edad media el comercio ambulante, estableciéndose en lugares señalados de la Plaza Alta, con todo su arsenal de productos en torno a sus carromatos. Todavía se recoge en la indicación de algunas de las calles de artesanos más antiguas, como “Calle de los Zapateros”, “Mercaderes”, “Tenerías”, “Esquina del Rastro”, “Arco del Peso”, “Cerrajería”, “Botica de Sandoval”, “Gorrero”, “Ollería”, “Mesones”, “Lagares”, “Sal vieja”, “Alfareros”, “Curtidores”, “Herrerías”, entre otras de las principales ciudades de Extremadura. 

 

Estos artesanos, en su mayoría de origen judío, trataban de ganarse la vida con la venta de productos elaborados por su propia familia, y redistribuyendo a lo largo de las diversas villas extremeñas y andaluzas. En su símil, lo más parecido a la concepción de los mercadillos actuales, donde los comerciantes se establecen cada día en diversos territorios para expandir su producto a una mayor clientela. Pero volviendo a nuestro Arco del Peso pacense, habría que mencionar que no es tan antiguo como lo fue en su día el zoco árabe, pues su fábrica del siglo XVII se remonta al año 1695, aunque el peso real no sería implantado hasta el año 1731. Reseñar de igual modo, que el peso fue trasladado desde el acceso a la plaza que daba a la torre albarrana de Espantaperros, como certifican algunos grabados. 
En dichos zocos árabes andaluces y extremeños, existía una jerarquización para gestionar el buen funcionamiento de tales confluencias multitudinarias, donde solía ser muy común el pillaje y la estafa a los compradores.

 

Estos reguladores de los comercios eran funcionarios de los emires, que velaban para que el peso de las materias y medidas fuera justo. Este agente del orden, era el Zabazoque, un término hispano-árabe para designar a los funcionarios de los territorios Castellanos durante los siglos IX y XI. Primeramente en la cultura de Al-Ándalus, siendo extensible a lo largo de los reinos cristianos tras la reconquista. 

 


Hay que resaltar, que este control comercial solo se establecía en las grandes villas y ciudades episcopales (como era Badajoz), donde todo ciudadano estaba amparado a la corona y a la protección de esta contra los abusos, aplicando una justicia ecuánime en las transacciones.  En esta jerarquía de funcionarios del orden, estaban por debajo del Zabazoque los Almotacenes (Almotacén), que proviene del término “muḥŏtasib” que viene a significar: “El que gana tanto ante Dios por su desvelo a la comunidad”. Estos eran inspectores de talleres y mercados, como funcionario que verificaba el buen uso de las pesas y medidas de las materias como las tinajas de vino, aceite, trigo, cebada, etc. Y que no hubiera engaño en la compra venta del producto por parte del campesino con su materia, como del comerciante con su dinero.

 

Este agente del orden velaba de igual modo por el justo precio estipulado (según las medidas), como del cuidado en la falsificación de la moneda, además de la limpieza, decoro y buen estado del producto. La oficina al uso de la época de estos inspectores (colodrazgo), llamadas “fielato”, solían estar en las entradas de las ciudades y puestos de control de comerciantes, como bien puede apreciarse en el control de acceso de Puerta Palmas, así como el pontazgo a viajeros a un extremo del Puente de Cantillana, pues este funcionario perfil se prolonga hasta el siglo XIX. 

 


Es probable que en los aledaños del Arco del Peso del colodrazgo (venta peso del vino en alusión a la medida del líquido llamado “colodra”), estuviera establecido este órgano de control, ya que a ambos lados del arco que se muestra tras la restauración del pórtico, puede apreciarse el emblema oficial de la corona, y dotando de igual modo a la parte superior de dicha arquitectura, de carácter judicial, donde se impartía de igual modo el ajusticiamiento público por parte de autoridades civiles o religiosas, desde sus cuatro arcos a modo de balconada. Y es que resulta curioso como hemos adoptado en nuestra actual sociedad, el emblema de la justicia con el peso de una balanza, estando ambas funciones más vinculadas de lo que pensamos.

 


Sería en el año 1699 cuando se diseñó una reforma de dicha plaza por parte del prelado Don Marín de Rodezno, junto con el Cabildo de la catedral. Dicho proyecto de adecuación de la nueva plaza, quedaría postergado a la inminente Guerra de Sucesión promulgada en el año 1703.

 


Precisamente, y como dato indicador, la antigua cárcel de Trujillo, durante los siglos XV y XVI se amplía y reestructura con un conjunto de edificios de carácter público e institucional, como la Casa Consistorial, el peso y las Carnicerías, y la Alhóndiga (un edificio de almacenaje como dispensario), que aglutinaba toda actividad en torno a la Plaza de Arrabal, y que probablemente aquí en la Plaza Alta de Badajoz, estuviera diseñado de forma similar en torno al Arco del Peso. Aunque por lo general, las Alhóndigas se establecían en las periferias de las ciudades, junto con las fondas y posadas donde de igual modo se comercializaba. En dichos espacios abiertos, se organizaban los llamados “zocos del polvo”, que era el comercio de ganado, teniendo esta transcendencia histórica precisamente en el origen de la feria del ganado del municipio de Zafra, a las afueras del núcleo. 

 


Si comparamos la actividad de este zoco pacense con otros de mayor calado comercial, como eran los de Córdoba, Granada o Sevilla, los puestos de los comerciantes se disponían en distintos núcleos diferenciadores con respecto a la calidad de sus productos. En Córdoba por ejemplo, estaban las Alcaicerías, que eran zocos de mayor lujo, con la venta de artículos de importación como joyería, tejidos de seda, cerámicas finas y una variedad más exquisita de productos traídos de otros países, y que marcaban las tendencias más actuales. Este tipo de zocos normalmente estaban en los núcleos de las Medinas.

 

A día de hoy, todavía puede apreciarse en la judería granadina, estas Alcaicerías dispuestas en sus arterias más estrechas. Precisamente se disponían en estas arterias para guarecerse del sol, aunque muchos de estos zocos dispuestos en plazas y espacios abiertos, colocaban telas y cañizos como cubiertas para proteger sus preciados productos de las inclemencias. En este de Badajoz, no hacía falta recurrir al recubrimiento de muchos de estos puestos, pues solían disponerse bajo los arcos que flanqueaban todo el perímetro de la Plaza Alta.  

 


Así que, mi estimada/o, cuando en su paseo cruce el Arco del Peso, piense que atraviesa la que fuera la principal entrada de control y justicia de la ciudad junto con Puerta Palmas, o lo que viene siendo a día de hoy una comisaría. Aunque pensándolo bien…, ¡qué providencial coincidencia que justo al lado del arco esté ubicada una comisaría de la policía Nacional!