23 Noviembre 2024
2 . 054 . 114 lectores

OPINIÓN: El cambio de nombre y la crisis de identidad

OPINIÓN: El cambio de nombre y la crisis de identidad

 

“Adán puso nombre a todos los animales y a las aves de los cielos y a todo el ganado del campo” (Génesis)

 

El nombre tiene como algo de “sagrado”, de intocable. Es como la piel de las cosas, su definición, su frontera e identidad. El nombre es una guía intelectual. Sin el nombre de las cosas diferentes no podríamos ni hablar, ni comunicarnos racionalmente. El mundo sería un caos ininteligible, incomunicable.

 

Nuestro mundo es el de la representación, el nuestro, no la realidad misma. Nos movemos intelectual e intencionalmente a través de los conceptos, de la abstracción de la mente, que permite catalogar la realidad a través de la abstracción, por clases de seres u objetos.

 

El concepto es uno de los mayores logros de la humanidad en la economía de esfuerzo para comprender el mundo en su realidad diversa. Basta con captar la esencia, el concepto adecuado de una cosa, para conocer los miles, millones de seres de esta clase. No es necesario conocer cosa por cosa. La economía del esfuerzo con el concepto, merecería todos los premios Nobel para el “inventor”.

 

El cambio de nombre afecta de forma muy importante a la realidad que representaba o quiere representar. Pero el nombre no es solo forma exterior, sino que implica el contenido de las cosas. Si se cambia el nombre, de algún modo varía el contenido de aquello a que se refiere. Cada nombre representa una parcela de la realidad, exclusiva, distinta. Si se modifica, presupone un cambio no solo del nombre, sino del contenido que se quiere comunicar a los demás. El cambio de nombre, sin justificación ni explicación, adolece de cierta frivolidad.

 

Hay que distinguir lo que supone la “estética”, que no trata de cambiar el contenido, sino el aspecto positivo de la imagen. El cambio exigido por la cirugía o la medicina es, también, diferente del “cambio sustancial” a que nos referimos.

 

Cuando se cambia el nombre de una realidad, sin previo aviso, simulando ser la misma realidad, es un fraude, una trampa para el oyente, para el votante, para el que no está al corriente del cambio real del nombre y del contenido.

 

Cada palabra encierra en sí un contenido que identificamos a través del nombre.

 

A los grandes espías del mundo, no solamente se les cambia el nombre, sino su identidad personal, jurídica y hasta la cara. Se trata de que nadie los conozca.

 

Pero a lo que nos referimos, fundamentalmente, es al camuflaje intencionado para conseguir engañar al que percibe determinados términos confusos, sin determinación expresa de su contenido, para engañar al destinatario. Esto es un fraude porque no se trata de crear contenidos nuevos con nombres nuevos, sino de mantener las apariencias falsas, con términos confusos, para que no se vean las contradicciones.

 

El intentar que las contradicciones se impongan por encima del principio de no contradicción de la lógica, solo puede hacerse dejando sin sentido a las contradicciones con términos equívocos, confusos, sin significado y de forma fraudulenta, compatibilizando a una idea y su contraria.

 

Este fraude no es tolerable en una sociedad democrática con valores reales. Supone una falta de ética elemental porque se utilizan no para comunicar la verdad, sino para hacerla ininteligible y para el engaño.

 

EXTREMADURA UNIDA es un partido regionalista, el primero de la historia de Extremadura, nacido el 20 de diciembre de 1980. Mantiene su nombre y su identidad desde que nació. Consiguió 6 diputados y grupo parlamentario. En las elecciones siguientes, tuvo también grupo parlamentario con 4 diputados, y en otra posterior, uno más.

 

Si los partidos existentes cambiaran su nombre sin advertir a los votantes de sus intenciones, de los valores que defienden, de su programa, haría inviable la democracia. No se sabría qué se vota ni a quién se vota. Si esto ocurriera, sería un fraude al electorado.