23 Noviembre 2024
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OPINIÓN: El hipócrita y solapado interés en la diversidad de Los Palomos de Badajoz

El hipócrita y solapado interés en la diversidad de Los Palomos de Badajoz

 

Sería a primeros del 2007 cuando el que fuera regidor de Badajoz, Don Miguel Celdrán (PP), a raíz de una intervención homófoba, causaría tal repercusión mediática y social que nacería esta concentración en la ciudad de gays y lesbianas, y que poco a poco, fue fraguándose con tintes de carácter festivo reivindicativo para la ciudad.

 

En su momento se le sacó el tema por una afición que tuvo en la cría de palomos, preguntándole qué hacía con los ejemplares un tanto defectuosos. Sorprendentemente, la respuesta espontánea del edil fue: “Aquí en Extremadura pocos. Aquí normalmente los palomos cojos los echamos para otro lado. Depende de qué lado cojeen. Pero normalmente los echamos para otro lado. Aquí gracias a Dios estamos todos muy sanos. Esta tierra es sana y fuerte”.

 

Lo que pareció nacer como un suceso injusto ante la intolerancia sexual del individuo, y que auspició como iniciador el eco mediático que realizó el presentador del programa “El Intermedio” de la cadena La Sexta, el Gran Wyoming, que convocó a través de los medios a todos los colectivos LGTBI para presentarse en una caravana nacional desde toda la geografía hasta esta ciudad de Badajoz donde parecían no ser aceptados dichos colectivos (según las palabras de su entonces alcalde).

 

De este modo fue reanudándose cada año la convocatoria por los derechos en la fiesta de la diversidad, donde todos los perfiles sociales del individuo tienen y deben gozar de los mismos derechos como el resto de los ciudadanos y buscando cauces cada vez más eficaces en la normalización e integración del colectivo LGTBI.

 

El problema viene cuando el efecto “favorecedor” de esta actividad festivo/lúdica interesa de inmediato a nuestros gobernantes. Según recogieron los medios de comunicación en aquellos primeros años de la convocatoria, se decía que estaba siendo todo un éxito que repercutía en la economía de la ciudad: los hoteles colgaban sus carteles de “completos” y la hostelería salía beneficiada ante la avalancha de miles de personas que se trasladaban desde distintos puntos del país a nuestra ciudad.

 

Algunos apuntan a que este “filón” estratégicamente trazado por la alcaldía de Badajoz, nada tenía que ver con el apoyo a la causa en los derechos de estos colectivos, sino más bien al ánimo recaudatorio que generaba dicha fiesta de la diversidad. Pronosticando algunos (yo inclusive) que si este motor económico dejara de incrementar las arcas municipales, la fiesta acabaría de inmediato.

 

Y es que soy de los que piensan que todo lo que burocráticamente se gestiona desde la diplomática administración, acaba por perder ese estímulo espontáneo.

 

Pues todo se convierte en una comedia justificada para engrosar la caja de caudales de las administraciones y los lobby de poder establecidos que gestionan los asuntos LGTBI, que se convierten en portavoces y dictadores de todos los homosexuales (teniendo en cuenta que dictador viene del que marca y gestiona los criterios de un conjunto concreto).

 

Basta con subir a los conciertos realizados en la Alcazaba, donde sospechablemente esta se convierte en un blindado recinto hermético (para que nadie pueda acceder al mismo con licores ni comida), y donde vemos a un Ayuntamiento que “mima en demasía” la creación de chiringuitos de bebidas alcohólicas y parrilladas por doquier, con la intención de “sacarle los cuartos” a los visitantes.

 

Lamentablemente, y para vergüenza de muchos, Badajoz consta como ciudad declarada Friendly, sabiéndose de primera mano que tras toda esa solapada tolerancia, se vertebra esta ambiciosa gestión recaudatoria y que interesa cada año ponerla en valor por razones diversas, y que nada tiene que ver con la integridad y diversidad sexual. Es decir, que lamentablemente no hay más tolerancia a la vista que la que aporta la tarjeta de visita en los Palomos: “la guita”.