23 Noviembre 2024
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OPINIÓN: El inexorable declive de la cultura

OPINIÓN: El inexorable declive de la cultura

 

Es muy común que aquella herencia cultural de nuestros ancestros vaya quedando relegado al olvido por las nuevas corrientes culturales que nos abordan, mientras que estas otras las catalogamos ya como parte de un pasado que nada pueden aportarnos en cuanto a practicidad se refiere al mundo de hoy.

 

Nuestras abuelas y madres, que disfrutaban antaño con actividades manuales propias del momento cultural, a día de hoy parecen haber desechado las agujas e hilos de aquel pasatiempo por su nuevo iPhone, regalo de su hijo o nieto.

 

Bien es cierto que las nuevas tecnologías van depurando nuestra vida en pro a la comodidad del individuo, con alternativas más eficientes quizás, como es el caso de la industria del cine: pasamos de aquellas cintas casetes en VHS al formato disco del DVD, donde gran parte de la sociedad aún conserva en su día a día, acudir asiduamente al ya desaparecido “videoclub” para intercambiar los distintos géneros de películas para disfrutar en familia el fin de semana.

 

De igual modo ocurre en otras muchas industrias, hoy obsoletas (o en inminente riesgo de desaparecer), como en el de la impresión. Cada vez son más las editoriales más tradicionales, las que acaban sucumbiendo a los encantos de esa otra industria tan demandada de los libros electrónicos, digital, ciberlibro, ebook, o como quieran llamarle.

 

Tampoco está exento de estos adelantos la tirada de impresión de cada vez más revistas y periódicos en el basto campo de la era digital, donde internet se convierte en el “portal madre” que aglutina todo tipo de contenido publicado y dirigido a todo público o, simplemente, a un concreto segmento que se determina en la temática empresarial de cualquier índole.

 

Cabría destacar que el progreso de la era digital trae consigo unas más eficientes coordenadas que no vulneran tanto el impacto medioambiental como lo venía haciendo a lo largo de la historia la “impresión papel”, con la repercusión en la tala descontrolada de árboles de nuestro tan sufrido planeta.

 

Otro factor que habría que sumar en la actual tecnología que nos envuelve es la llegada del “Podcast”: “…Contenido en audio, disponible a través de un archivo o streaming. La ventaja del podcast es que es un formato bajo demanda; el usuario lo escucha cuando desea hacerlo. Puede oírse en diversos dispositivos y esto ha ayudado a aumentar su popularidad…”.

 

El formato de audio parece que ha llegado para quedarse, según apuntan algunos analistas. Y es que hemos ido depurando en esta transformación a una simplicidad industrial que prescinde de terceros en cuanto a diseño, tecnología, etc.

 

¿Quién le diría al hombre de los noventa que podría almacenar todos los archivos de una enorme biblioteca, en un pequeño aparatito (pendrive), que se adapta a una conexión (USB), y se pudiera llevar consigo a cualquier parte del mundo? Y llegaría a ser un gran logro dentro de la industria tecnológica, puesta en marcha en el año 2.000 por empresas como Trek Technology e IBM.

 

Pero, a pesar de “facilitar” nuestro mundo con una avanzada y a la vez simplista tecnología, el ser humano de este siglo está cayendo paulatinamente en la “holgazanería cultural”.

 

Son muchos los “románticos” de la literatura que no acaban de convencerse de ese cambio en su lectura, de unas líneas tintadas con el aroma propio del papel impreso, a ese nuevo formato de lectura tras un frío cristal (que empañamos con los dedos en el frecuente uso) y que depende de la durabilidad en la carga de una batería.

 

De algún modo, y así lo confirma el mundo editorial, cada vez son menos las personas que leen libros, revistas y otras publicaciones. Hemos facilitado (hecho vagas), a nuestras capacidades; siendo cada vez más los que prefieren por comodidad escuchar que leer. Existen varias causas para ello: El uso del teléfono móvil o Tablet, ha “robado” audiencia a muchos programas televisivos y desmotivados a otros al sosegado ocio en el placer de la lectura.

 

Cuando parecía que la rapaz televisión era la causante de que menos personas leyeran las historias en los libros (porque ofrecía el mismo contenido del libro en un film más rico en detalles y menos esfuerzo para la vista) ahora la gran perjudicada es ella misma, puesto que cada vez también son más los que la encienden y no prestan atención debido al variopinto surtido de curiosidades que ofrece internet desde el teléfono móvil y que deja en perplejidad (a veces alarmante) al cibernauta.

 

Este desplome gradual de la cultura se puede cual disección interpretar a través del escaso estímulo social. Motivando en consecuencia la falta de compromiso y esfuerzo colectivo (algo que interesa demasiado a las élites políticas de poder).

 

Este “pan y circo” promulgado por el poeta romano Juvenal, es el escudo principal contra la cultura; que no consiste solo en leer por leer, sino en estimular ese “hambre” por el saber, conocer, indagar y ejercitar el conocimiento, y así el propio discernimiento personal. Algo que como digo están mermando desde nuestras estructuras sociales: cada vez la gente es más conformista. Cualquier injusticia es fruto de la indiferencia colectiva, y pocas veces nace la intención de defender una causa social en común si esta no ha calado en la fibra.

 

La cultura no depende del gran intelecto formativo del ser. Hay gente inculta que luce en sus paredes varios diplomas o doctorados. La cultura va más allá de tener una agenda dinámica en el teatro, la literatura o la formación continua en mil actividades o disciplinas. De esta incultura, nos salpicamos todos. Cada vez son más los municipios que “desorientan” su compromiso con el pasado de su localidad, y les despreocupa el futuro de su riqueza patrimonial, su legado arqueológico e histórico, etc.

                                                                            

Por eso, el “pan y circo” es algo que prospera en nuestros pueblos y ciudades. Se sabe que convocar a los ciudadanos para defender una causa común como rescatar una vieja iglesia románica que se desploma no interesa mucho, excepto a algunos febriles del patrimonio a los que les apasiona dicho activismo y quedando en fracaso dicho llamamiento, aunque no es lo mismo convocar a los vecinos para un acontecimiento cultural relacionado con la gastronomía, donde el popular beber y comer es signo de éxito asegurado, como aquellos mítines políticos de décadas atrás donde se “persuadía el voto ciudadano con exquisitas lisonjas para sus propósitos.

 

Se dice en términos de la medicina que si un músculo no se ejercita con frecuencia acaba debilitando/erosionando músculos, huesos, tendones y ligamentos. Tal concepto sería aplicable de igual modo al universo que envuelve nuestra cultura. Si no se fomentan nuestros conocimientos y no se desarrollan las facultades intelectuales, vamos limitando nuestra percepción/recepción mental.

 

Quisiera dejar claro para cerrar esta opinión que lo que entendemos por “CULTURA”, no es solo el aporte personal que uno dedique a su coeficiente intelectual. Es decir, a leer más que mi vecino, o instruirme en el ajedrez o el sudoku. El envoltorio de la cultura del ser está en todo aquello que le circunda. Las emisiones que recibimos en positivo de nuestra sociedad y que tienen la potestad de alterar, confundir, educar, instruir el pensamiento colectivo de un pueblo o una nación.

 

El fenómeno en la pérdida de aculturación de un pueblo concreto, debido a la fuerte influencia que ejerce otro, obviando o metamorfoseando la propia cultura local por la novedosa y entrante, algo así como el concepto del cosmopolitismo, donde algunas culturas fuertes, acaban ingiriendo a las débiles y unificando criterios, tanto en lo estético, como en el pensamiento, etc.

 

Lo que suele ser la frustración de alguien que ha viajado much, y deja de ver novedad en aquellas ciudades morfológicamente tan similares. Y es que la cultura debiera ser una asignatura que habría que velar/cuidar contra las voraces implantaciones foráneas. Ya se empieza a hablar en muchos foros de la “cultura inmaterial” y que instituciones como la propia UNESCO está catalogando en sus registros.