23 Noviembre 2024
2 . 054 . 114 lectores

OPINIÓN: El regionalismo y sus adjetivos

OPINIÓN: El regionalismo y sus adjetivos

 

El concepto de regionalismo no lleva implícitos los adjetivos que, de algún modo, lo determinan y nos orientan en su acción política. En cualquier caso, presupone unos valores y un compromiso con Extremadura que no sean de quita y pon. No valen las arenas movedizas ni el oportunismo político. No se puede ser anti regionalista hoy y, mañana, portavoz del regionalismo.

 

Hemos excluido el regionalismo ideológico porque se ha mostrado ineficaz durante muchos años. La ideología no busca la verdad, sino la imposición partidista de sus propios “pre juicios”. En cualquier caso, los adjetivos determinan subjetivamente la acción, pero no tienen por qué depender de la ideología.

 

Tratamos de usar una terminología ligada a la justicia, a la verdad, a la equidad entre las comunidades o regiones, a los principios éticos y morales asumidos socialmente. Esto no supone que seamos neutrales, que no busquemos con energía los valores que persigue la democracia, pero que no llegan a la equidad entre sus miembros cuando se trata de la aplicación igual para todos.

 

Tampoco queremos proclamar un igualitarismo imposible, sino la igualdad racional que no confundimos con lo idéntico. Somos conscientes de que no existen dos cosas iguales porque no serían dos, sino una igual a sí misma.

 

Por encima de estas disquisiciones, pretendemos un equilibrio justo entre las diversas comunidades y personas en asuntos que no necesitan muchas explicaciones para saber si son justas o injustas, si son discriminatorias o privilegiadas, por encima de manejos y propaganda que oculte la verdad de los hechos.

 

En este sentido, el regionalismo extremeño no tiene más remedio que exigir la justicia, a todas luces inexistente, si comparamos los derechos efectivos y teóricos según se apliquen en comunidades privilegiadas, entre afines ideológicos y entre quienes deciden el poder y quienes lo sufren.

 

No pretendemos entrar en especulaciones teóricas, sino en la evidencia asequible a cualquier persona con sentido común y una normal visión de lo justo y lo injusto.

 

Pongamos un ejemplo que no siempre son definitivos, pero orientan con cierta facilidad. Si entramos en cifras y vemos que una comunidad recibe, en los servicios comunes, el 100% posible y otra tiene una adjudicación mínima ni siquiera comparable con la primera, la evidencia de la injusticia está al alcance de cualquiera.

 

Extremadura lleva esperando que la democracia haga efectiva la justicia y el equilibrio racional entre todos los españoles pero, a veces, parece que algunas comunidades son las destinatarias de los mayores medios para el mayor desarrollo y, otras, siguen oyendo las mismas excusas para seguir en el “subdesarrollo” e incluso sirviendo de mofa para los privilegiados.

 

Ante tal situación, el regionalismo extremeño tiene que ser beligerante porque se nos ha hecho creer que somos libres, que somos autónomos, que la ley es igual para todos en democracia, pero los hechos dicen lo contrario.

 

La consecuencia es la gran discriminación de la propia región por los gobiernos autónomos que han gobernado Extremadura. No podemos ignorar que los responsables de nuestra marginación son los mismos que han recibido el apoyo político del pueblo extremeño, cuyo gobierno consideramos que debía ser el defensor a ultranza de la región que gobiernan “autónomamente”.

 

Esto no ha ocurrido, sino todo lo contrario y suponemos que no es por mala fe, sino por cobardía o intereses de gobierno que obligan a sacrificar al débil en el altar de los fuertes.

 

Ante tal dejación, falsedad y menosprecio real, el regionalismo extremeño debe ser lo más exigente y valiente para dar la cara en defensa de un pueblo engañado y maltratado por sus propios gobiernos. El regionalismo debe ser la alternativa real a sus depredadores. Esto requiere valores firmes y coraje casi heroico para defenderse frente a dos gigantes que nos oprimen y marginan.

 

Los candidatos a presidir Extremadura, tan preocupados por disquisiciones interpretativas, podrían comprometerse con Extremadura de forma contundente, pero no es el caso. Se ocupan de cualquier cosa antes de hacerlo con los problemas que afectan a todos los extremeños.

 

¿Para qué queremos gobiernos que se desinteresan por la marginación de aquéllos que los votan?

 

Por todo lo antes dicho, el regionalismo extremeño tiene que ser reivindicativo, defensor a ultranza de la justicia, equidad e igualdad para todos. Extremadura está siendo una región indefensa, por eso los regionalistas extremeños, más que representantes deben considerarse defensores de los intereses de Extremadura, con un compromiso radical para defender la justicia y los valores comunes de nuestra sociedad.

 

No cabe el conformismo ante las injusticias evidentes, no caben el blanqueo de la corrupción ni el trato discriminatorio a favor de los fuertes, no caben el silencio ante el engaño y las trampas de la ley a favor de unos o de otros. Rechazamos el favoritismo evidente para los corruptos o los delincuentes cuando son del propio partido o esperan algo de ellos.

 

El pueblo extremeño tiene derecho a un desarrollo integral, a la verdad, a la justicia y al respeto de todos por igual.