OPINIÓN: Isabel II, la monarca del color
Un 8 de septiembre, a las 19:30, culminaba su "eterno" reinado la monarca más longeva en la corona de Inglaterra, en su residencia preferida de Balmoral.
Como afirmó Joe Biden en su firma ante el libro de condolencias de la embajada británica en los Estados Unidos, "se va una figura estable, sobre una sociedad tan cambiante".
De su extensa vida real, nombró hasta quince primeros ministros de su país, en cumplimiento de sus obligaciones, hasta la recientemente elegida, Liz Truss, a quien recibió en su última aparición pública la reina Isabel II. Se dice que fue la primera reina en realizar una llamada transatlántica, llegando a conocer el envío de correos electrónicos.
Ya se marchó aquella adorable anciana de cabello plateado, tan amante del color, por como lucía en sus atuendos en actos oficiales, con su característico traje de corte Chanel y sombrero conjuntado. Tan lejana ya de aquella niña asustadiza, a la que la corona le pilló de improviso y rezaba para tener un hermano varón y heredero que la liberara de aquella responsabilidad a la que no se veía preparada. Y aun así, cumplió sobradamente con su promesa de servir a su pueblo hasta las últimas consecuencias.
Más que reina ha sido la más sobria institución de todos los tiempos. ¡Cuántas personalidades han desfilado desde sus 96 años de reinado y fueron recibidas en audiencia real!
Hoy, la sociedad británica se siente en orfandad. Su mayor referente institucional cedió el turno a Carlos III, su heredero, que a los 73 años tomará el relevo de la corona británica. Nosotros aquí en España ya ostentamos ese nombre Real en 1728, aunque no gozó de una espléndida vida como Isabel, ya que falleció a los 29 años.
Ya se empieza a cuestionar por qué accede al trono Carlos III a esa avanzada edad y no abdica en su hijo mayor y Duque de Cambridge, el príncipe Guillermo, como futuro rey.
No obstante, no estimo que deba aguardar la "eterna impaciencia" de su padre para llegado el momento. Es indudable que la jovialidad en la monarquía es el motor del cambio en las rancias tradiciones inamovibles. La prueba más contundente,la tenemos aquí en España desde que gobierna su Majestad Felipe VI.
Me atrevería a augurar que ese vacío que deja su majestad Isabel II pronto será ocupado por la nueva reina consorte de Cornualles, Camilla Parker Bowles, ya que se ha ganado el afecto de los ciudadanos, tras su lucha constante de posicionarse en este mundo tan ajeno y complejo de la Corona al que se adentraba. Ahora Inglaterra comparte con España esa figura de reina consorte de dos mujeres sin consanguineidad real. Aunque sinceramente, para cada vez más gente eso carece de la menor importancia.
Se abre una nueva etapa dentro del país con cambios radicales en sus bases. Primeramente en la efigie figurante de sus billetes. Donde tendrán que sustituirse por el de Carlos III de Inglaterra. Otro cambio que surgirá con el tiempo es toda esa imaginería creada a través del sello Real en el merchandising tan demandado por visitantes a la ciudad londinense. Y otro cambio inminente sería en la letra de su himno oficial, donde ya no se iniciaría con el popular "Dios salve a la Reina", siendo su monarca sucesor un varón.
A pesar de la exagerada estima de sus conciudadanos, según afirman algunos, no siempre su majestad gozó del respeto y admiración de su pueblo. La trágica muerte de Lady Diana, creó una fisura en las relaciones, ante los desaires a una nuera tan querida por la ciudadanía, que simpatizaba con el drama de una mujer prácticamente despreciada por la corona y la aparente indiferencia de Isabel II, que se hallaba por entonces en su residencia Real, para mantenerse alejada de Buckingham, donde la gente se agolpaba con flores como muestra de dolor. La reina reconoce astutamente su error ante la respuesta multitudinaria, y organiza un entierro de estado, inclinando como muestra de respeto su cabeza ante el paso del féretro de la que fuera esposa de su hijo heredero y madre de sus nietos.
Con el cambio de monarca en el país, ya se especula en los círculos cercanos al entrante monarca Carlos III, del "recorte" en las reformas en la financiación destinada a la Casa Real Británica, para muchos, fuera de lugar y de tiempo, precisamente por todo este solemne boato en el que viven inmersos los británicos, en los albores del siglo XXI, y que parece no contar con la aprobación de todos sus ciudadanos y parte del resto del mundo.