OPINIÓN: La boda más cara... ¿y breve?
Tamara Falcó / Instagram
Como era de esperar, la dichosa boda (de ensueño) de Tamara Falcó e Íñigo Onieva han acaparado todo el protagonismo, no sólo de la prensa del corazón, sino de todo el orbe mediático, o bien como diría ella, del “meta universo”.
Por supuesto tal representación teatral tenía que ser sí o sí rentable, con una suma que supera el millón de euros tan sólo por la transacción de la exclusiva con una prestigiosa revista que acelera la publicación de las fotos para este lunes.
Yo no quisiera ser portador de malos augurios y quisiera como el resto lanzar un brindis por el amor eterno de los novios, pero todos barruntamos que no será así. Y es que el bagaje que acompaña al “alegre” novio Íñigo, tan pillado en tantas ocasiones en los más cutres saraos, y viviendo a tope, como si no hubiera un mañana, no creo que esta, llamémosla patología, cambie de la noche a la mañana por el simple hecho de un acreditado documento que diga que ahora eres un respetable señor casado.
Precisamente, los medios televisivos recogían esta misma mañana tras la fiesta inicial la noche antes del enlace, que tras el cansancio de Tamara que la hizo abandonar la fiesta nocturna, “el marchoso” de su futuro marido, siguió la verbena (por esa experiencia veterana y aguante), que tras la ausencia de Tamara, dicen que cambió el estilo musical que amenizaba la fiesta, por el chunta-chunta tan propio de discos ibicencas tan apreciadas por el novio.
En el fondo me apena la exagerada inocencia de esta mujer, que vive de espaldas a la realidad, forzando un cuento de hadas con el villano de la película. Y es que “la cabra siempre tira al monte”, por mucho que digan. No creo en la rehabilitación de gente que literalmente se exprime en diversiones y por situaciones convenientes (y tanto!!!), hagan un alto en el camino y cambien el chip en su conducta y modo de ver la vida.
Es muy suculento este pastel que ha estado a punto de perder, y que se ha afanado en reconciliar, tras las supuestas infidelidades que pusieron en riesgo los planes de su “octimum Vita” por la cuenta que le trae. Pues no siempre uno encuentra la varita mágica del hada que te convierta de la más absoluta mediocridad, a ostentar como consorte un título nobiliario como el marquesado de Griñón, ser suegro de una de las mujeres más influyentes de este país, y formar parte de la órbita familiar de uno de los artistas multimillonarios más reconocidos del mundo, como es Julio Iglesias.
Ya iremos viendo con el tiempo cómo Onieva comienza a sacar los pies del plato con supuestas salidas a hurtadillas de la marquesita, para vivir la noche y el día. Aunque se me ocurre este otro refrán de “Sarna con gusto, no pica”, pues cuando se tolera y consiente tales infidelidades, y por qué no, deslealtades, y pareces llevarlo todo tan bien, parece que los daños son menos daños. A pesar de ello, parece que Tamara comienza a tomar medidas de control hacia su marido, como excluir de entre los miles de invitados a personas solteras, siendo todos los congregados matrimonios para que “nada obstaculice el ansiado enlace”, vamos, que es como poner al burro las riendas para que no se salga del surco trazado.
A pesar de ello, quisiera seguir brindando como un supuesto invitado del derrochador enlace, el vivan los novios y larga vida a los novios, aunque me viene a la cabeza este último y lapidatorio refrán: “el que avisa, no es traidor”.