OPINIÓN: La ineludible decadencia en la magia del cine
Un fenómeno que viene acusando en estos últimos tiempos para los amantes del celuloide (entre los que se halla un servidor), viene siendo la cada vez más deplorable calidad de nuestras películas. Este género del entretenimiento parece que ya pierde por momentos facultades, no siendo la primera vez que he tenido que abandonar una sala de cine, o cambiar de canal sin que el film finalizase. Y es que es vergonzoso e incomprensible, como en los tiempos que corren, donde hay que estirar la economía en aquellos asuntos con mayor prioridad social, se destinen a veces grandes partidas para promocionar ciertas películas (algunas de ellas para mí deshonrosas), con la sola garantía de que su director es alguien ya reconocido con un amplio bagaje cinematográfico.
Para quien sabe apreciar un poco este séptimo arte, seguro que habrá apreciado como la industria cinematográfica española no pasa por su mejor momento. Las películas se agolpan en las carteleras, a veces a tientas, tal y como los programas de televisión se estrenan en la parrilla a modo experimental, para ver si son acogidos o no, por la soberana audiencia.
Podría aludir un sinfín de películas tan pésimas y carentes de argumento y trama, que tal vez tuviera que escribir esta columna de opinión por fascículos, pero me remontaré a nombrar las más actuales que “he tenido que soportar”:
“Reyes contra Santa” de Paco Caballero, “La vida padre” de Joaquín Mazón, “Rainbow” de Paco León, y no solo en el panorama cinematográfico español, tenemos auténticas bazofias que estimulan el sueño, como: “Spiderhead” de Joseph Kosinski, la película de dibujos animados “Sonic 2” de Jim Carrey, “Agentes 355” del director Simon Kinberg, la película de Marvel, “Morbius” de Daniel Espinosa, “Jurassic World: Dominion” del director Colin Trevorrow, una tan explotada saga a la que le sacan tanto el jugo, que pierde todo el interés sorpresivo del espectador, sumado a unos efectos que parecen reutilizados en las anteriores entregas. En fin…, es evidente que no todo lo que el imperio del cine fabrique, estremece o entretiene al gran público.
Y es que si me permiten exponer mi propia visión de esta realidad, creo que no se está esgrimiendo el potencial de directores y guionistas al máximo, sin ni siquiera esforzarse en ello. Se supone que disponen de todo un gran equipo y elenco de actores necesarios para que la magia funcione, pero parece no cumplir su propósito (ni tan siquiera de lejos). Hay ocasiones, que tras estar viendo uno de estos desastres, me nace como una interior protesta de lo penoso que resulta, que exista gente con unas dotes e intelecto creativos tan válidos (me excluyo ante la “bienqueda” modestia), y que nadie se acuerde de ellos, ni tan siquiera tengan la oportunidad de demostrarlo. Y que personas o personajes que están en la palestra de la fama, precisamente porque fueron actores, presentadores, etcétera, y tengan la santa gallardía de exhibir tan cutres películas que no captan la atención siquiera, de los más pequeños de la casa. Y es que el cine actual, parece que emerge en una estructura un tanto surrealista y sin una visión real de las cosas (algo que ya pareció innovar el director manchego Pedro Almodóvar).
Es por ello que les confieso, que tengo entre mis debilidades, al género del cine clásico. A mucha gente no le llamará la atención esta representación arqueológica del cine (habiendo sido los comienzos del mismo), y a lo mejor porque no se disfruta de un film de calidad en 4 u 8K, teniendo en ocasiones que verla desde nuestros enormes televisores en el arcaico formato, que hasta el año 2009 era exclusivamente 4:3 (aunque bien es cierto que hay pantallas tecnológicas que adaptan este formato a otro más panorámico).
Aunque en defensa de este género les diré, que para alguien que esté acostumbrado a tramas perfectamente estructuradas, y con una solidez en los secuenciales guiones, que atrapan desde los inicios al espectador y le “obliga” a que le acompañe hasta el desenlace del mismo, el aficionarse a las películas clásicas le hará pasar sin duda una entretenida tarde o noche.
Da la impresión que el cine de ahora parece buscar otros cauces entre sus objetivos, desdeñando la importancia realista de las cosas, y que estas a su vez, parezcan la propia realidad que vivimos. Ahora se vuelca más el director en cuestión a darle mayor protagonismo a la escenificación y la estética en sí de su obra. En un intento de dar un paso más a la cultura vanguardista más picassiana. Y parece de igual modo querer captar aquello que no se ve, pero que sugiere, queriendo forzar al público a que ponga de su parte, en interpretaciones quizás algo encriptadas a la realidad, con el ingrediente de la metáfora subliminal.
Creo, y estoy profundamente convencido, que el progreso en el tiempo, nos ha llevado como consecuencia a tratar de rebuscar en otros campos que incentiven la curiosidad del público, en los “vertederos del ingenio imaginativo”, donde parece que todo está tan trillado, que a veces los creadores se pisan las ideas, y creando conflictos en cuanto al plagio de las mismas. De ahí el por qué cada vez sea todo un reto a nuestros directores, laurearse entre los flashes como artífices de algo ingeniosamente creado. Sin olvidar que, a través de este itinerario de vida del cine, nacido en los albores de 1895 por los Lumière, es más que obvio que ha sufrido un desgaste o erosión en cuanto a los conceptos para los que inicialmente fue creado.
Y es que la magia del cine, aquel afecto misterioso que produce al que lo ve, provocando multitud de sentimientos en nosotros: como el llanto, la añoranza, la risa (e incluso la controvertida violencia), es lo que se reclama a primera instancia de una buena película. No siempre conseguimos los objetivos, pues en ocasiones nos dejamos llevar por las técnicas de márquetin de sus sensacionales carteles o la perfecta estructuración de “anzuelo” del tráiler. También es cierto, que muchos se han perdido una colosal obra, precisamente porque se han dejado llevar por la escasa valoración popular de la película. (y no siempre la mayoría tiene la razón).
Mi consejo es que seleccionen bien aquellas películas que le llamen la atención, más allá de las sugerentes imágenes, y sí por la sinopsis de su argumento. Y por supuesto, una película nunca suplantará la magia tan especial que despierta la lectura de un libro, donde en colaboración estrecha con el autor, es el lector quien se convierte en el propio director y protagonista a la vez, de cualquier aventura.