23 Noviembre 2024
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OPINIÓN: La lengua de VOX

OPINIÓN: La lengua de VOX

 

Algunos politólogos y medios de comunicación juzgan a Vox como un “partido más”, y pretenden ocultar el montaje bien particular de aquellos disidentes de un PP blando con el País Vasco (fundado en 2013), planteando su particular reforma de España y la Constitución De igual manera que Ciudadanos surgió impulsado por el conflicto catalán para extender su reformismo regeneracionista por todo el Estado apoyado por la clase media de entonces (2006), los voxistas acabarán desapareciendo fruto de sus incoherencias y su violencia retorica cotidiana.

 

Vox, apareció con una nueva clase de invención propia; la de todos aquellos empobrecidos a través de las sucesivas crisis económicas interpelándolos como cabreados universales. De esta manera, cualquiera hoy puede dudar de su inclusión momentánea para dar rienda suelta a su colera, escenificando un nacionalismo autoritario que llega a ser totalitario, al menos en el lenguaje que despliega ofendiendo a personas y despreciando las instituciones democráticas tanto españolas como europeas e internacionales. En estos cuatro últimos años de legislatura, como partido de la oposición, ya ha ido ensayando su arrogancia y altanería, donde la insuficiencia cultural y la jactancia inmodesta eran tan corrientes que ya se nos ha perdido en la memoria.

 

Por esto, y en esta nueva embestida en clave electoral, hemos querido averiguar qué lenguaje, con qué lengua, se sostiene un voxismo que, como pequeño veneno de palabras aisladas, frases, y expresiones siempre con las mismas concordancias, puede, poco a poco, resultar una intoxicación irremediable para la sociedad española. Dando la apariencia de tener un sistema propio, y por supuesto de ser personas normales, intuimos que no hace más que repetir ciertas características del lenguaje que el nazismo dispuso en Alemania, a través de las urnas. (Cf. Victor Klemperer; “La lengua del tercer Reich”. Barcelona. 2020).

 

Todo un manual de violencia institucional que desearíamos poder establecer al menos con tres rasgos distintivos siguiendo la obra de V. Klemperer antes citada: Hay una situación a la que se debe poner fin; hay que forjar el papel del héroe con el fin de que lo desmesurado se acepte tal cual; y hay problemas en España que deben tener una solución definitiva.

 

Para un voxista es Sanchez el que debe desaparecer y para ello se trata de ser ofensivo como demostración de fuerza: “un señor agresivo y perturbado”. ¿De qué nos extrañamos? Durante todos los debates parlamentarios lo que unos y otros han permitido a los partidos de la oposición (el papel del a mesa del Congreso no ha estado a la altura) es ahora en plena campaña un mantenerlo y enmendarlo. El valor de una frase, de una palabra, solo se vuelve existente si se mantiene durante un tiempo. Y da igual que sea humillante, que promueva el odio o que difame, el caso es que esa repetición sea reproducida en los titulares de prensa a la que los lectores acuden. Es decir, prácticas políticas que se dirimen como “prácticas a violadores”. Programas sociales que desprecian a la mitad de la población: “el feminismo es cáncer y coser botones empodera”.

 

Se trata en realidad de poner fin a un gobierno en una dirección determinada, es decir de acabar con la democracia para “recuperar la democracia”. Para conseguirlo se plantean invertir el valor de todo lo construido desde 1978   con un “programa de máximos” a sabiendas que con el PP aspiran a algún tipo de reconocimiento gubernamental. En realidad, un programa pobre, lleno de propuestas borrosas al lado de otras principales. Dos ejemplos nos sitúan mejor: “pagar el impuesto de la renta según el número de hijos”; “suprimir los impuestos verdes a las empresas contaminantes”. No importa que nada de esto se entienda, es una cuestión de propaganda puramente revanchista, llena de rencor y ambición por el poder que se quiere totalitario, por supuesto.

 

¿Cómo es posible tanta atención voxiana?

 

El segundo rasgo totalitario trata de autoafirmarse, tanto en la defensa de un interior amurallado, como de un exterior hostil. Y en estas conecta con toda una corriente de autoayuda individual tan en boga (lo propio), así como de los coaching y predicadores comunitarios varios (no tengo culpa). Ante tanto sentimiento de abandono, casi siempre los voxistas encierran sus discursos en un pasado reinventado que pone orden emocional (una sensación de libertad personal), a la vez que emocionalmente también promueve lo no-dicho, lo hasta ahora callado, el todo lo contrario: “ya que no vemos el final, voto a Vox para que se fastidien”. Las creencias personales se convierten en “ideas revanchistas” con un desprecio absoluto a lo plural, lo inclusivo y lo extranjero.

 

Aquí aparece la figura del héroe españolista, es ese hombre violento que pega por su bien, y por tanto dentro del ámbito de lo privado. Por esto la familia es una de las claves (pilares) en Vox para poder distinguir quién es la víctima y quien el verdugo. Desde luego para los voxistas la violencia asesina o es intrafamiliar o está provocada por los migrantes: “no habrá minutos de silencio” (Abascal) culpando inmediatamente a un norteafricano de matar a una mujer en Madrid.

 

El héroe es el elegido por sus afectaciones que debe imponer en el futuro como modelo social. Se busca una euforia que contenga las mayores excentricidades como así debe tener todo heroísmo superior y casi militar: “prometemos un bloqueo naval para impedir la llegada de pateras”.

 

El héroe es “el trabajador decente”, un “patrón hispano propuesto para ello” que nada debe a los sindicatos, a los que el líder de Vox les ha llamado “sindicatos del crimen”, una jerga militar que parece ya resbalar a la opinión publica, incluso cuando los voxistas apelan a los trabajadores “soldaos en el frente”. Se atreven a pregonar la guerra contra “la pandilla internacional” (desde la OMS, a la ONU o el panel intergubernamental del cambio climático o los acuerdos de Paris) para que deje en paz a España.

 

¿Está teniendo, con estas proclamas que dirigen a agricultores como a camioneros, empeladas de hostelería y médicas, algún tipo de infección (ideología) nazi? ¿O es solo una representación satírica que de momento no queremos entender porque estamos hartos?

 

El héroe es “el español que es más español que todos los españoles” entendiendo que pertenece a la historia de España como algo excepcional, único en el mundo. ¿Qué “memoria histórica” le van a explicar a cualquiera que se considera a sí mismo como algo exótico y elegido?

 

¿Para qué queremos varios partidos y varias naciones en un mismo territorio?... nos sigue machaqueando Vox.

 

Y aquí estamos con la tercera característica voxiana, que es la de adueñarse de unas supuestas “cualidades de España” y de una “esencia española única” como destino político hacia una “nueva España”. Si el líder de Vox se atreve a denominar al presidente Sanchez “líder de una banda criminal” es que él se considera el vengador para acabar de una vez por todas con los problemas territoriales de España.  De esta manera cualquier prohibición expuesta por Vox una vez está cogobernando   puede ser interpretada como coherente, casi como de justicia bélica, de “guerra cultural” nacional. Nuevamente, vuelve  el lenguaje de agresividad y violencia para pacificar el ambiente.

 

El tambor ha tocado ahora al teatro y las artes escénicas: no son verdaderos españoles los maestros republicanos, ni Virginia Wolf, ni Lope de Vega. El redoble abascalista tiene siempre, para ello, la propiedad de posesión, de un nosotros nación. Ante todo, identificar al que pertenece. Es “nuestra nación” igual que es nuestro pueblo, nuestras tradiciones, nuestra calle o nuestra identidad la que Vox va a redimir para siempre. Suspender, derogar, suprimir, abandonar, cerrar para conseguir blindar, modificar, favorecer, proteger e implantar. Todo un programa que puede atraer como entretenimiento (“esos andares de matones de película”) pero que sino reaccionamos a tiempo, va a pisotear los propios valores democráticos.

 

El voto del 23 J no es un fantasma en un sueño de una noche de verano electoral. Votar a Vox es apostar por la violencia retorica que puede pasarnos facturas muy difíciles de asumir, y que una futura alianza con el PP va a provocar daños amenazantes. 

 

¿Indiferencia? ¿Nos da igual todo? Aprendamos de la historia y de las prácticas voxistas aplicadas, tanto en España como en otros países, que han permitido callejones sin salida.