25 Noviembre 2024
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OPINIÓN: Madrugar y no poder ir a las palmeras

OPINIÓN: Madrugar y no poder ir a las palmeras

Mi reloj biológico me despierta a las seis, solo que hoy no podré ir a Las Palmeras. Ese trasiego de gentes de tan distinto pelaje que transita por ese lugar, tan tempranero (abre a las cinco), estará ausente durante un tiempo y hay que aceptarlo con resignación, responsabilidad y buen humor.

Tampoco iré al gimnasio. Ayer solo estábamos cuatro personas, ni si quiera los más habituales. Hoy haré estiramientos, abdominales, espalderas, tensores, etc. en el espacio que tengo para ello en el ático (mi territorio comanche), y que tenía abandonado desde hace tiempo. Desde hoy lo valoraré mucho más, aunque se convierta en el vicio solitario. Y me daré cuenta, así, de que es un tesoro.

La tertulia del 21 supongo que también tomará vacaciones. Y con mi contertulio principal solo me quedará salir temprano a caminar por circuitos sin gente y volver a casa rápido, si es que esto sigue siendo posible a partir de ahora. Si no, habrá que renunciar también a ello, siguiendo con disciplina y responsabilidad las indicaciones que Fernando Simón (gran tipo) nos marque.

A cambio de estas y otras renuncias tendremos todo este abanico de nuevas posibilidades:

Tiempo para pensar (un lujo que, a partir de ahora, está a nuestro alcance); para escuchar buena música y leer, no solo lo habitual de cada día, sino otras lecturas extraordinarias para las que casi nunca encontrabas el tiempo necesario; para escribir sobre aquello que te apetece, y no solo para lo que te viene dado por los compromisos que arrastras; para comunicarte con los amigos que más aprecias, aunque sea de modo virtual, sin un vino o una caña juntos, y para seguir compartiendo, también por el ordenador, las acciones con amigos con los que intentas realizar proyectos que ocupan tu tiempo y te hacen feliz (pongamos que hablo de los “Cuadernos Extremeños”).

Esto y muchas cosas más pondrá delante de nosotros una crisis viral ante la que la sociedad global del conocimiento y la información ni sabe bien qué hacer ni tampoco acierta a explicar cuál será el alcance económico, político, social, ecológico, etc. que lo acompaña. Crisis que una parte importante de la sociedad ya lleva un tiempo viviendo, pero que ahora puede afectar, además, a dos grupos sociales que empiezan a estar preocupados: las clases medias de mayor poder adquisitivo, temerosas de que sus ingresos y patrimonio disminuyan no se sabe cuánto; y ese grupo más reducido al que yo denomino “los poderes ocultos”, los que amasan las grandes fortunas, los capitales y eso que llaman “los mercados”, que suelen aprovechar las grandes crisis (muchas veces inducidas) para multiplicar sus riquezas utilizando para ello la especulación y lo peor de la especie humana (explotación, esclavitud, prostitución, drogas, armamento, guerras y crímenes), todo ello arropado en paraísos fiscales desde donde esconden, operan y planifican con sus inmensas fortunas la solución de esta crisis aterradora mientras programan cuál será la siguiente, de modo que tengan a los trabajadores atenazados por el miedo a un futuro que solo ellos deciden.

No sabemos si estamos ante una crisis de civilización ni tampoco si ese capitalismo insaciable podría ser sustituido por otro al menos un poco más reflexivo y humano, capaz de sentir algo más de piedad por el sufrimiento de tanta gente y de tantos pueblos. Pero si esa parte más lúcida de este sistema perverso no da un paso al frente, acompañada por los sectores más sensibles de la ciencia y la cultura y de las clases trabajadoras más inteligentes y luchadoras que hay en todas partes, si eso no sucede, digo, “los poderes ocultos” nos llevarán a los holocaustos que ya nos han llevado otras veces.

Quiero creer que es posible una evolución del sistema hacia las reformas que necesita el mundo.

Estos días de reclusión en nuestras casas deberían servirnos para meditar sobre todo ello y para convertir esta pandemia en el principio de una reflexión conjunta que lleve a los pueblos y a sus gentes a evitar un suicidio colectivo y a señalar caminos que puedan hacer que nos sintamos más orgullosos de pertenecer al género humano.

“La vida será un paraíso, patria de la humanidad...” Pero cantado por todos los pueblos con el corazón.