25 Noviembre 2024
2 . 054 . 114 lectores

OPINIÓN: Mi Recuerdo de un Ganadero y Trashumante irrepetible, Manuel Arancón

OPINIÓN: Mi Recuerdo de un Ganadero y Trashumante irrepetible, Manuel Arancón

Manuel Arancón, “el Soriano” llegó a Extremadura en la década del 60, andando con sus 200 ovejas merinas. Se fijó en la cantidad de aprovechamientos que veía por todas partes y aquí plantó sus reales, dispuesto a probar fortuna en una tierra llena de posibilidades. Con una moto guzzi de las antiguas trasteaba todos los rincones e iba encontrando espacios de pastoreo, fueran hierbas o rastrojaras, hasta que empezaron a salirle los primeros arriendos.

Les estoy hablando a ustedes del pastor-ganadero más inteligente que he conocido en Extremadura, y he tratado con gente de todos los pelajes desde los primeros tiempos del Plan Badajoz. Comprar una finca de casi mil fanegas de tierra (Hato Ramiro), con dinero bancario (en torno al 18 por ciento) y pagarla, era una gesta que en aquellos tiempos estaba al alcance de pocos ganaderos.

Si como pastor decía un amigo común, que “Manolo sabía de las ovejas, más que los carneros”, como tratante, la divina provincia le había dotado de un olfato privilegiado. Verle hacer un trato era un espectáculo difícil de olvidar. Sabía que buena parte de los que iban a comprar sus animales, una vez que él había seleccionado los mejores para su rebaño, se engañaban ellos solos. Ni siquiera sabían escoger los mejores, dentro de lo que había quedado para venta. Y cuando era él el que compraba, se plantaba de madrugada en las fincas, para que no hartaran de comer a los  animales, y manejaba las básculas y los pesos con la misma destreza que echaba las cuentas  con las cuatro reglas. Su habilidad en los tratos le causó algunos enemigos, a pesar de que siempre cumplía su palabra, como buen castellano viejo.

Tenía a orgullo haber conseguido el mejor rebaño de merinas de Extremadura y a su casa venían a comprar animales reproductores de todas partes. Las grandes familias ganaderas buscaban su asesoramiento a la hora de las particiones, y el ganaba sus perras atendiendo a su ganado y a los asesoramientos, que a menudo le proporcionaban buenos tratos. En el mundo del Merino, la gente inteligente consultaba con él. El Soriano las atendía y hacía sus negocios siempre que podía.

Oficialmente sabía de ovejas, pero eso solo era cierto en parte; sabía de cabras, de cochinos y de vacuno. Se lo presenté a Alberto Oliart, personaje importante de la política española (tres veces Ministro con Suárez), pero sobre todo un hombre culto de la burguesía extremeña-catalana, enamorado de nuestras razas autóctonas y quedó encantado con él. Mas tarde le presenté a un vasco, Juan Luis Arregui, y en las distintas dehesas que tenía tuvo ocasión de gestionar ovejas, vacas y cochinos con gran éxito, al tiempo que su explotación seguía bien atendida.

Nunca olvidaré nuestra llegada a la Finca “El Río”, antes de ser comprada por la ONCE. Había un jurista de renombre, que presumía de haber rebajado en cien millones su precio. El Soriano le dijo: aunque sea con cien millones menos, esta finca es mala con m Mayúscula. De las “comisiones que hubo por medio”, en aquella compra, nadie dijo nada. Eran los tiempos en que la ONCE tiraba con pólvora de Rey. Pero ver a este pastor recorrer la finca y hacer un plano a mano alzada explicando la distribución de la misma, era una lección magistral de cartografía de alguien que no pisó la universidad. En fin, que era un lujo recorrer una finca con él.

Mis andanzas con Don Manuel Arancón durante un cuarto de siglo, dan para un libro. Pero hoy solo quiero evocar unos cuantos recuerdos, cuando van a cumplirse 14 años de su fallecimiento y casi 40 de mi amistad con él, ya que su familia me ha regalado una foto con él, en los corrales de la histórica Casa de Perales, cuna y símbolo de la Transhumancia de la Serena, con los Montes de León, por la cañada Real Leonesa.

Manolo “El Soriano” es y será recordado durante mucho tiempo por aquellos ganaderos que saben de ovejas, en muchas leguas a la redonda, ya que no había cortijo, chozo, o pueblo, por los que no hubiera pasado o hiciera algún trato, por grande o pequeño que fuere. Y las familias ganaderas de abolengo, recordarán también las veces que tuvo que intervenir para facilitar los acuerdos y que las ganaderías no se deshicieran entre los herederos.

Siempre que paso por La Casa de Perales, o por el Bar Centro de Villanueva de la Serena, hoy reconvertido en una tienda Vodafone por la modernidad, me acuerdo del pastor y ganadero más inteligente que vi en mi vida, ante el que algunos veterinarios se ponían nerviosos a la hora de seleccionar merinos dentro de un rebaño. Gracias a su familia por regalarme esta foto de uno de los últimos pastores en peligro de extinción.

Donde quiera que estés, Manuel Arancón, la gente con la que hiciste tus tratos, y los amigos de la tertulia mañanera en el Bar Centro (los que quedamos), nunca te olvidaremos, y somos testigos de cómo, todavía, hay gentes que vienen a comprar cada años tus corderos para simiente.