OPINIÓN: ¿El Día de Extremadura?
“Nos ilusionaron los primeros años”. Era un modo de afirmarnos como Comunidad, como pueblo extremeño. No bastaba con decir “Extremadura dos, Cáceres y Badajoz”. Se iniciaba una entidad regional propia. Lo apoyamos todo lo posible, un día muy valorado a nivel nacional. Había, incluso, los cañonazos de salvas por la celebración de este día, que se suprimieron. Los lugares en que se celebraba estaban a rebosar de gente ilusionada, por miles y miles de extremeños.
Luego nos fuimos dando cuenta de que se estaba convirtiendo en un instrumento de propaganda del partido gobernante. Las medallas eran a mayor gloria de “dios”, como en tiempos pasados.
Estos actos se realizaban con gran ilusión, hasta que el señor Ibarra, en Trujillo, sintió los gritos y silbidos que, quizás, ni siquiera eran contra él. Desde entonces, se acabó la celebración del pueblo extremeño. Ya trataron de controlarlo todo.
Recuerdo la decepción al oír al Presidente Ibarra darnos una conferencia sobre África el Día de Extremadura. Nos parecía una tomadura de pelo. ¿No tendría, el Presidente, nada que decir, nada que reivindicar para que pudiera dedicarse ese día a hablar de África en lugar de los problemas extremeños? “Para hablar de Extremadura ya tenemos todo el año”, creo que son palabras textuales del Presidente ante la sorpresa que supuso para muchos.
La entrega de medallas, en estos años, ha sido progresiva hasta llegar a 191 medallas en 2023. La mayoría de los medallistas creo que se la merecen. Algunos no han hecho ni lo más mínimo por Extremadura, pero se han dado según las conveniencias políticas. Podrían ser un “ejército” civil en defensa de nuestra tierra, pero parece que todo se queda en el acto simbólico. El Día de Extremadura debería ser el día en el que el pueblo pudiera hablar y no solo escuchar hablar a los dirigentes tantas promesas falsas e ignoradas, tantos compromisos olvidados. El pueblo está para aplaudir, no para exigir el cumplimiento de las promesas. ¿Cuándo, el Gobierno, escuchará al pueblo, que tiene tantas preguntas y respuestas pendientes?
Recuerdo que a los damnificados por los incendios de Valencia de Alcántara les quitaron la pancarta que llevaban oculta y los llevaron a juicio. Algunos nos salvamos porque estábamos en otra fila. Todo estaba controlado en el Teatro Romano. La libertad de expresión era solo para el Presidente y los suyos.
Sabemos que no es fácil dar la palabra al pueblo sin que haya problemas; pero, cuando el pueblo no puede hablar, no puede reivindicar sus derechos y la igualdad con los demás españoles, la democracia se convierte en un simulacro, en una farsa. La discriminación histórica se ha ido repitiendo, año tras año, con una dependencia vergonzante de los separatistas y golpistas que lo querían todo para ellos. Ahora estamos en la boca del lobo. ¿Servirán los votos extremeños que aman a España para destruir a España?.
Nos gustaría que el Día de Extremadura fuera el día de las reivindicaciones del pueblo extremeño, el día de rendir cuentas por parte del Gobierno después de escuchar las preguntas del pueblo, al que se mantiene en silencio para que no moleste. Como recordatorio, quisiéramos mencionar el desarrollo integral de Extremadura, la industrialización, el aeropuerto civil de La Cervera, el tren digno, el AVE “de corral”, la falta de empleo para jóvenes y mayores, la despoblación, el corredor de mercancías, las comunicaciones, la vertebración de Extremadura…
Amarillea Extremadura, amarillea España. Estamos viendo el altar y la leña con que quieren quemarla. ¿Dónde está la conciencia de la mayoría de los españoles que contemplan inermes la destrucción de la casa de todos? ¿Cuántos hijos han visto cómo matan a su madre y, aquí, no pasa nada?