OPINIÓN: Recuerdos de la Extremadura negra
De vez en cuando me acuerdo de aquella Agencia de Desarrollo Ganadero, con sede en Sevilla, porque al parecer esta tierra no era ganadera. Por no tener no teníamos entonces ni Capitanía General, ni Arzobispado (de la Virgen de Guadalupe ni les hablo), ni equipo de futbol en Primera División, decíamos en tono de humor cuando escribimos “Extremadura Saqueada”.
Me acuerdo, cómo no, de las Cajas de Ahorros y Monte de Piedad, y las Cajas Rurales. Viví de cerca aquel intento de banca pública con el Banco de Crédito Agrícola, pero aquellos dos ministros, “tan bordes como brillantes”, acabaron haciendo un paquete llamado Argentaria y regalaron todo por cuatro perras a la banca privada, a la que habían servido antes de aterrizar en el socialismo. De las otras Cajas, las que no eran rurales ¿qué les voy a decir, después de ver lo que han acabado haciendo? ¿Que deberían estar en la cárcel más de cuatro? ¿Que algunos grandes prebostes están desaparecidos absolutamente? ¿Que quienes les pusieron no han abierto la boca al respecto? Todo eso lo sabemos, pero ¿hay alguien que se atreva a preguntar? ¿Hay alguna institución o asociación de afectados que haya iniciado alguna acción legal contra esa gran estafa de las Cajas de Badajoz y Extremadura que dejaron de ser extremeñas? ¿No hay nadie con nombre y apellido que deba responder de ese delito? ¿Hay algún medio de comunicación o algún departamento universitario que se haya tomado la molestia de escarbar en este asunto?
Sigo con los recuerdos y me vienen los de FEVAL, como cortijo de amiguetes en los que se colocaba a compañeros del partido y se prodigaban las “especializaciones feriales” en barra libre. Aquello acabó como el rosario de la aurora. ¿Cuántas perras se ha tragado ese sumidero, antes y después de los caídos en desgracia?
Podríamos seguir hablando de las expropiaciones a Duquesas y gentes de la alta braga terrateniente, expropiaciones pagadas a precio de oro, por cierto; o de la aventura de los ordenadores, con un historia negra detrás que ni siquiera a la Universidad o a la prensa le ha interesado esclarecer; o de las “Vallas del Paleto”, campaña de imagen que algunos sabrán lo que costó, aparte del ridículo que hicimos, y que sirvió para que su responsable presentara la dimisión (no aceptada por “el Faraón”) y saliera más tarde catapultado hacia el consejo de administración de Iberdrola, que ya pensaba en los apoyos que necesitaba para la batalla de la prórroga de Almaraz, en la que todos los aliados son pocos; Y, ¿qué les voy a decir de los sainetes de CAVAL y ACOREX-Caja Rural de Extremadura, recientemente vividos? Pues que aparte de los dineros públicos que se hayan tragado, es posible que sean la última expresión del esperpento paternalista de los poderes políticos extremeños, ante un cooperativismo clientelar que acaba siempre en bancarrota, afectando a socios, empleados, marcas e imagen de Extremadura y a las mayores empresas agroalimentarias, o entidades de ahorro.
Son tantas las historias que pasan por el recuerdo de quienes hemos vivido aquí esta transición a la democracia, que dan ganas de escribirlas cronológicamente como la historia de una infamia, aunque solo sea para que ciertos individuos no sigan paseándose por los escenarios Ibéricos como los artífices de una gesta que a muchos nos llena de vergüenza, aunque ellos sigan teniendo sus adoradores y sus votantes; por cierto, cada vez menos y alternándose con otros que, por la breve experiencia que hemos conocido, podrían hacerles buenos. Pero, ¿quién se iba a atrever a publicarlas? Y los nuevos chicos del sorpasso están tan verdes y ocupados en sus disputas internas que habrá que darles un tiempo para que resuelvan sus escaramuzas. Luego ya veremos qué es lo que queda tras la reyerta interna.
Después de estos apuntes que me asaltan en forma de recuerdos fugaces y que comparto con ustedes, ¿les extraña que estorbe uno en tantos sitios a la vez? Sin embargo, hay otras realidades en el mundo de la empresa y de la sociedad civil, de las que les hablo de vez en cuando y a las que estoy dedicando gran parte de mi tiempo, que denotan que esta tierra, por encima de la burocracia creciente, la falta de ideas y la ineptitud en sus instituciones y entidades, empieza a merecer la pena.