Opinión: Siempre fuimos los primeros, ahora…
A veces da la impresión de que los extremeños no cuentan lo suficiente para el resto de España, como otras “resueltas” comunidades más, a las que sí parece tenerse en consideración.
En vista a los pésimos acontecimientos en los servicios públicos del transporte, como el que llevamos tiempo arrastrando en la indigna calidad del servicio, con los reiterados retrasos y mal servicio de Adif/Renfe, parece que a esta macroempresa nacional no le “beneficiamos” en absoluto, por como ridiculiza a los ciudadanos extremeños. Ni en Madrid ni Barcelona tendrían quizás la ocurrencia de traspasar el horario fijado, pero claro, seguro que no es la misma afluencia de cotidianos viajeros los que ejercitan este transporte en tales urbes.
Uno ve a través de los medios como este denigrante trato a esta región, (y no lo digo solo por el transporte), va tomando “cuerpo” en el colectivo social. Cada vez son más chistes sobre el extremeño y su vida rural, la típica gracieta del tren que está provocando el escarnio público de la sociedad extremeña, sin que nadie defienda esta injusta causa. Hace tiempo, recuerdo en un debate de televisión como un invitado calificaba a Extremadura, como: “tierra de cortijos de terratenientes y señoritos”.
A mí, que soy extremeño de adopción, me hieren estas innecesarias “etiquetas” que casi siempre se colocan para la mofa y el sarcasmo de esta maravillosa y COMPLETA tierra, que (óiganme bien), fue el centro neurálgico del poder de Las Españas.
Si señor; Extremadura fue algo más que dehesas de encinas y piaras de cerdos ibéricos. (aunque con estas solas riquezas), ¡ya quisieran muchas otras regiones contar! Se dice que: “…Al amanecer del día 3 de agosto de 1.492, después de oír misa y comulgar, un grupo de unos 120 hombres emprendía el primer viaje…” (a las Américas) Extremadura era durante los siglos XIV y XV el bastión de poder de la Corona de Castilla. A través de sus órdenes militares religiosas, que nacieron para la defensa de los territorios en la lucha contra la expansión musulmana, y protegiendo del mismo modo los itinerarios ya prefijados de peregrinos a los lugares de culto, como el Camino de Santiago a Compostela, la de Covadonga, el Pilar o Guadalupe (este último, lugar predilecto de Isabel La Católica por su vinculación a la orden de los Menores Franciscanos). Tales órdenes, como la de Alcántara, de Calatrava, de Santiago, y de Montesa, eran monjes y a la vez, soldados de caballería al servicio de la Corona Real Española.
La Orden de Alcántara fue incorporada a la Corona en 1.494 por los Reyes Católicos, tal y como habían hecho con las Órdenes de Santiago y Calatrava. Mas tarde, se les encomienda a través de sus Maestres la custodia y tutela de las regiones de Extremadura, fundando en diversas regiones sus Encomiendas para regir el orden de sus habitantes.
El máximo poder establecido en Las Españas por entonces, estaba centralizado en las ciudades de Soria, Burgos y León, expandiéndose esta última después de la reconquista cristiana a Extremadura formando un solo órgano ejecutor de poder.
Durante aquellos siglos, se levantan en muchos lugares villas de campesinos (actuales pueblos), a la regencia de algunas familias hidalgas (venidas del norte), y concediendo a muchos de estos enclaves, Tierras de Señorío para el tributo control agrícola/ganadero.
Muchos de estos abolengos apellidos emparentados o nacidos en pueblos de Extremadura, fueron tomando una relevante posición social/estratégica en las jerarquías propias de la edad media. Van surgiendo capellanías, alcaldes, regidores, procuradores, escribanos, clérigos, curas, chancillerías, y muchos Maestres de las órdenes, nacidos en nuestras comarcas.
La prosperidad y la influencia extremeña traspasa incluso nuestras fronteras, ya que muchos de nuestros militares y políticos, junto con sus familias, sirvieron a la causa de la colonización en la expansión del Nuevo Mundo, y fundando ciudades por todo el continente americano.
¡Y qué decir de tan ilustres extremeños a los que la historia les debe tanto! Empezaré por nombrarles a: Luis de Morales (el divino). Juan Meléndez Valdéz. Juan Donoso Cortes. José de Espronceda. Francisco Sánchez de las Brozas (El Brocense). Francisco de Zurbarán. Antonio Elviro Berdeguer. Francisco Pereira López. Carolina Coronado. Matilde Landa Vaz. Vasco Núñez de Balboa. Hernán Cortés. Hermanos Pizarro. Francisco de Orellana. Pedro de Valdivia e Inés Suárez. Abelardo Covarsí. José de Mera. Antonio Casquete de Prado. Rafael Gómez Catón. Luis Álvarez Lencero. Manuel Godoy. Pedro de Ibarra. José de Hermosilla. Juan de Ávalos. Eugenio Hermoso. Maestro Solano. Olga Ramos. Porrina de Badajoz. Rosa Morena. Azúcar Moreno. Cristina Almeida. Florinda Chico. Isabel Gemio. Luis Chamizo. Luis Álvarez Lencero. Juan Margallo. Reyes Abades. Benito Arias Montano. José Luis Pérez Chiscano. Tomás Romero de Castilla. Publio Hurtado Pérez. Pedro Romero Mendoza. Gregorio López. Eloy Bejarano Sánchez.
Y un sinfín de personas más que contribuyeron a expandir su tierra extremeña por todos los rincones, y que no puedo por falta de espacio, mencionarles a todos. Y se me olvidaba mencionar la riqueza que exportamos desde nuestra tierra, como la variedad en su agricultura del vino, aceite de oliva, trigo, pimentón de la Vera, su ganadería y alimentos derivados, quesos y tortas del Casar y La Serena, carne de cordero, jamón ibérico, cerezas del Jerte, y mucho más, se envía al resto del mundo y hacen de esta tierra, una de las más prósperas y reclamadas.
Como pueden ver, Extremadura ha sido grande, no solo en nuestro país, sino en el mundo. Esperemos recuperar posiciones algún día y contarnos de nuevo entre las comunidades más destacables de España. Miguel Ángel de la Cruz Gómez. Aux. de Arqueología & Patrimonio.