Casi 25 años de cárcel para el asesino de su expareja en Alange

No fue ni un accidente ni un crimen, fue un asesinato. Eso dice la sentencia. G.P. asesinó a su expareja.

La mató con alevosía, a traición; con ensañamiento, procurando causarle el mayor dolor posible; si tener en cuenta que el hecho de que la víctima fuese una mujer incrementaba su responsabilidad con la agravante de diferencia de género, que se unía a la agravante de parentesco, pues también había sido su pareja.

Además, quebrantó la condena, pues sobre el asesino pesaba una orden de alejamiento que, por supuesto, no respetó.

La única atenuante que la Audiencia de Badajoz aprecia y aplica a la hora de condenar a G:P., de nacionalidad rumana, lo mismo que su víctima, es la de haber confesado la comisión de los hechos.

Unos hechos que ocurrieron en las orillas del embalse de Alange, en Badajoz, en los primeros días de enero del año 2016, cuando G.P. se acercó a su expareja, cuyo distanciamiento no admitía, y la golpeó primero con una botella de licor, luego, tras arrastrarla hasta el agua del embalse, con una piedra y con sus propias manos hasta que logró causarle la muerte.

El tormento duró “aproximadamente una hora”, según la sentencia.

El jurado popular ya había considerado culpable a G. P. Ahora, la Audiencia de Badajoz le ha condenado a 24 años de prisión, por el asesinato de su expareja, a nueve meses por quebrantamiento continuado de condena, al no respetar la orden de alejamiento; y a una indemnización global de 360.000 euros, distribuidos en sendas partidas de 30.000 euros para los padres de la mujer, y otras dos de 150.000 euros para cada uno de los hijos que tuvo con la víctima.

Otros aspectos de la condena es un periodo accesorio de siete años de libertad vigilada, una vez cumplida la pena de prisión, y la inhabilitación absoluta durante el tiempo de la condena.