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Región

OPINIÓN: Hay que hacer pueblos

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19 de Diciembre de 2017

OPINIÓN: Hay que hacer pueblos

Miguel Ángel Gallardo, presidente de la Diputación de Badajoz, considera que la despoblación es la principal amenaza que se cierne sobre los pueblos de la provincia.

Y si la despoblación de los núcleos rurales le preocupa al presidente de la institución provincial, “hacer provincia” es lo que le motiva. Se deduce de su intervención durante un desayuno informativo con el sector de la información, con motivo de que el 2017 está a punto de terminar, al que también han asistido otras personas integrantes de la Corporación provincial.

Gallardo ha pronosticado que los municipios de la provincia estarán mejor al final del año 2019 de lo que lo están ahora, y ha enumerado algunas de las acciones políticas y de gestión realizadas hasta hoy, así como otras que él y su equipo de gobierno pretenden llevar a cabo en los próximos meses precisamente para “hacer provincia”.

La comunicación es la piedra angular de ese objetivo, que se asienta sobre todos los municipios, pero especialmente sobre los de menor tamaño. Lo sabe el presidente de la Diputación de Badajoz y lo sabemos todas las personas que vivimos los pueblos, aunque sólo sea de modo intermitente.

Los pueblos extremeños necesitan carreteras, pero también mejoras en las comunicaciones telefónicas, en las líneas de datos, en el suministro eléctrico, pues sin un suministro eléctrico garantizado, muy difícil resulta la telecomunicación y, en general, en la conexión con las ciudades.

Si no hay comunicación es imposible que haya trabajo, progreso y crecimiento poblacional.

Hay que conservar el medio ambiente de los núcleos rurales, pero los pueblos, aunque nos parezcan parques naturales, no deben ser ni una mera reserva de la biosfera ni tampoco un simple lugar encantador para pasar algún fin de semana.

Los pueblos necesitan futuro. Precisan mejorar sus viviendas, sus calles y los caminos que vertebran sus campos. Necesitan, en definitiva, más calidad de vida para seguir viviendo.

Residir en un pueblo de la provincia de Badajoz no debería ser un sacrificio heroico voluntariamente aceptado, ni mucho menos una condena a cadena perpetua.

Los pueblos son lugares maravillosos. Son poblaciones hechas a la medida del ser humano. Los pueblos son paraísos, pero pueden convertirse en infiernos. No se puede admitir a estas alturas del siglo XXI que sean ratoneras sin salida.

En un mundo marcado por la instantaneidad, en la información, en la formación y en el entretenimiento, en el siglo de Internet y de las redes sociales, no se debe condenar a los pueblos a la incomunicación.

Si no hay carreteras dignas, si los apagones de la luz eléctrica ya no son noticia, si para poder hablar por teléfono móvil hay que subirse a una escalera, si muy poco o nada de lo que se necesita en la sociedad actual está a mano de la población rural, nadie querrá vivir en los pueblos, salvo que una vinculación emocional le mantenga amarrado a una casa, a una ermita, a un campo, a una fiesta o a un cementerio.

Los pueblos son especies en peligro de extinción. La Administración lo sabe. Desde el más minúsculo de los ayuntamientos hasta el Parlamento Europeo. Los políticos aprueban medidas para que no se extingan. Unas tienen éxito y otras no tanto. Y el declive continúa.

Hay que “hacer provincia”, afirma Miguel Ángel Gallardo. Nos compete a todos, pero más que a nadie a él, como presidente de la Diputación. Hay que hacer provincia, pero sobre todo hay que hacer pueblos. Porque hasta la ciudad más populosa comenzó con el asentamiento de alguien en un lugar despoblado que le parecía estupendo para vivir. No se puede permitir que un pueblo se muera por no haber alcanzado el volumen de población necesaria para ser ciudad.

FOTO: Diputación de Badajoz 

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