OPINIÓN: Antonio Domínguez, de barrio idílico a inseguridad constante
Rata encontrada en la esquina del parque Virgen de Botoa.
Toda mi vida he dicho con orgullo: “En el futuro, me independizaré en Antonio Domínguez”. Hoy, ya no lo tengo tan claro. Mi barrio, siempre caracterizado por su vecindario humilde y trabajador, se está viniendo abajo ante la indiferencia de quienes deberían protegerlo.
Antonio Domínguez siempre fue sinónimo de tranquilidad. Sus calles, cuidadas con esmero por una población mayor que las trataba como una extensión de sus propios hogares, eran reflejo de esa convivencia única donde todos nos conocíamos y nos sentíamos del barrio con orgullo.
Además, su ubicación era inmejorable: a apenas diez minutos caminando del centro, cerca del Hospital Perpetuo Socorro, de colegios, institutos y pequeños comercios. Con sus casas independientes y su ambiente familiar, Antonio Domínguez era un lugar ideal para crear un hogar.
Sin embargo, todo esto ha cambiado drásticamente, y es difícil señalar a un único responsable. Por un lado, el Ayuntamiento ha abandonado la barriada y lo hace con pleno conocimiento de causa. Lo afirmo con tristeza y convicción: pues fui parte de la Asociación de Vecinos y trasladé personalmente cada una de nuestras carencias al consistorio, topándome una y otra vez con el muro del pasotismo.
Mientras en la ciudad se anuncian grandes obras e inversiones en toldos para parques, en mi calle proliferan los baches provocados por roturas continuas de tuberías. Circular en coche por Antonio Domínguez se asemeja a montar en una montaña rusa. Nuestro parque, aquel que se inauguró con la ambiciosa promesa de estimular los cinco sentidos, hoy apenas conserva una deteriorada y escasa zona infantil.
La Justicia tampoco está actuando con la contundencia necesaria. Cada día son más las viviendas okupadas en el barrio, sin que se vislumbre una solución. Hace unos años, respiramos aliviados cuando la Policía Nacional desmanteló un conocido punto de venta de drogas en la calle Mimbrero. No sabíamos entonces que lo peor estaba por llegar.
Hace apenas dos semanas, se ha instalado en el barrio un fumadero que ha transformado nuestra cotidianeidad. Ahora vemos desfilar por la calle Tomillo a lo que parecen actores de la serie 'The Walking Dead' y lejos de hacerme gracia, me da miedo.
El pasado jueves, la Policía Nacional desplegó un importante dispositivo en la barriada tras los intentos de robo en un comercio y en varios vehículos de la calle, protagonizados por usuarios habituales de ese nuevo punto de consumo de drogas.
Antonio Domínguez no merece este abandono. Sus vecinos no merecen vivir con miedo ni resignarse a ver cómo su barrio se deteriora día tras día.
Por ello y siendo una inexperta redactando artículos de opinión, me atrevo a escribir estas palabras con la esperanza de que quienes tienen el poder de cambiar las cosas dejen de mirar hacia otro lado antes de que ocurra una desgracia.