5 Enero 2025
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¿Cómo ayudar a los más pequeños a superar una pérdida y pasar el duelo?

¿Cómo ayudar a los más pequeños a superar una pérdida y pasar el duelo?

 

Tras la pérdida de un familiar o alguien querido, se tiene que pasar un proceso de duelo. Pero el duelo no se entiende igual en niños y adultos.

 

Los niños tienen una menor capacidad para reconocer y comprender sus propias emociones debido a su desarrollo evolutivo. Esto no significa que tengan una menor capacidad para lidiar con las emociones del duelo, sino que necesitan aprender a hacerlo.

 

Especialmente los más pequeños, mostrarán sus sentimientos y pensamientos sobre la pérdida de manera momentánea o discontinua. Por ejemplo, en un momento pueden llorar, parecer tristes y retraídos y, al rato siguiente, pueden estar jugando o dedicados a otra actividad, y parece que hayan olvidado su dolor.

 

Como tienen menos habilidades verbales y emocionales, se expresan sobre todo a través del dibujo o del juego, como cuando empiezan esos diálogos en los que hacen de papás, de mamás o de cualquier otra persona o animal o cuando ponen voces a sus muñecos.

 

¿Cómo entienden la muerte?

 

Las percepciones y creencias de los niños sobre la muerte y la pérdida evolucionan con la edad:

 

Hasta los 6 años no entienden que la muerte sea un suceso o situación definitiva.

 

De 6 a 9 años ya pueden comprender que la muerte es un acontecimiento definitivo, pero creen que no les va a suceder a ellos ni a sus seres queridos, incluidas las mascotas.

 

A partir de los 9 años ya comprenden que es una situación definitiva y afecta a todos, incluyéndose a sí mismos y allegados.

 

Ahora bien, todos necesitarán comprender e integrar la muerte y la pérdida en la medida de sus capacidades. Conforme el niño crece, necesitará entender y tener respuestas a algunas preguntas importantes relacionadas con la muerte, sus circunstancias e implicaciones, como qué causó el fallecimiento del familiar o allegado; si existe la posibilidad de que le suceda lo mismo a otro ser querido; si él o ella ha tenido algo que ver con su fallecimiento (por su mal comportamiento, por ejemplo); o quien va a cuidar de él o ella, entre otras cuestiones.

 

Además, no hay por qué esperar a que fallezca alguien cercano para hablar con los niños sobre la muerte, de sus posibles causas, consecuencias, etc., aunque no hay recetas universales para hacerlo, entre otras cosas porque cada familia tiene sus propios principios educativos, espirituales o religiosos, y cada niño es único.

 

¿Cómo reaccionan?

 

Las reacciones ante el duelo tanto en niños como en adultos son una mezcla de emociones, comportamientos, pensamientos, reacciones corporales. En el caso de los niños, la edad influye mucho.

 

Bebés. Pérdida de peso, dificultad para dormir, quietud, silencio, ausencia de interacción, reacción o respuesta cuando se le nombra o se le llama la atención.

 

Niños de 2-3 años. A lo anterior hay que sumar síntomas de ansiedad o estrés (inquietud, tensión, nerviosismo...). Mutismo.

 

Niños de 3 a 6 años. Pérdida de peso, problemas para dormir, posible conducta de regresión (control de la vejiga o los intestinos, por ejemplo), mal comportamiento en casa o en la escuela, conducta agresiva, etc. Podrían considerar su propia participación en el proceso de pérdida o muerte, como si hubiera sido su culpa. Abordar estas cuestiones es fundamental.

 

Niños de 6 a 9 años. Posibles dificultades escolares, conductas antisociales o agresivas, retraimiento social (amigos y familiares), posibles conductas hipocondríacas. A medida que crezcan, su comprensión de la muerte progresará y será necesario abordar cómo representan a la muerte y al difunto para sí mismos.

 

Más allá de la edad y la etapa de desarrollo, también existen otras variables individuales que determinan considerablemente el proceso de duelo de los niños como ocurre con los adultos. Influyen, por ejemplo, los rasgos propios de personalidad, si es un niño de tipo ansioso, dependiente; las experiencias previas, cómo era la relación con el difunto, la causa de muerte... o la vivencia familiar del proceso, la comunicación dentro de la familia, tener oportunidades para expresar sentimientos y recuerdos, la estabilidad de la vida familiar después de la pérdida, etc.

 

¿Cómo ayudarles?

 

Si en el entorno se ha producido la muerte de un familiar, un amigo o una mascota, ayuda a los niños a procesarlo y gestionarlo:

 

Cuando sea posible, mejor que se un progenitor o un miembro de la familia los que den la noticia, de forma afectuosa, en un lugar tranquilo y con el tiempo necesario.

 

Utiliza un lenguaje adaptado a la edad del niño, su nivel de madurez y comprensión. Una opción es recurrir a personajes, imágenes o metáforas cercanas a la realidad de los niños.

 

A veces nos da apuro hablar de "muerte" y utilizamos expresiones como “se ha ido de viaje”, “se fue a un sitio mejor”, etc. Atento porque puede dar lugar a malentendidos y el niño podría llegar a pensar que le han abandonado.

 

Aborda las causas de la muerte, para que no se culpen por ello y puedan empezar a entender adecuadamente la situación y sus consecuencias.

Reserva tiempo para la escucha, interésate por lo que sienten y piensan. Frases como “no estés triste” o “él no querría verte llorar”, etc., solo sirven para bloquear el desahogo emocional. Por el contrario, compartir recuerdos, viejas historias o imágenes juntos, ayuda a lidiar con el vacío que deja el difunto y a sentirse escuchado, comprendido y apoyado.

 

Los rituales de despedida son importantes. Habrá niños que desearán participar en los rituales clásicos (en el tanatorio, el funeral o entierro), pero forzarles a hacerlo no tiene sentido. Otra opción sería preparar vuestros propios rituales especiales de despedida.

 

En la medida de lo posible, trata de mantener sus rutinas y horarios, pues siempre ayuda.