OPINIÓN: ¿Qué queda de eso que decían de abrir puertas y ventanas en la Junta de Extremadura?
Este jueves, en pleno extraordinario, se derogará una de las leyes impulsadas por el gobierno extremeño en 2013 en aras de la transparencia de la Junta de Extremadura.
Dicha ley, obliga a los altos cargos a comparecer en la Asamblea de Extremadura para explicar su currículum antes de tomar posesión del cargo. Algo que ya no va a suceder. Y no va a suceder porque el gobierno del Partido Popular, desconocemos con qué fin, va a poner fin a esta norma. Una norma que permitía a los ciudadanos conocer a qué se dedican las personas que acompañan a los representantes políticos del gobierno en sus quehaceres diarios.
La política, entendida como instrumento para mejorar la vida de la gente debe ser una herramienta de transparencia. Y la transparencia no se ejerce en los discursos de investidura únicamente. Discursos que, engalanados y con tono emotivo, pueden llegar al corazón de la gente a pesar de construirse sobre falsas promesas.
La oratoria de los discursos se trabaja con entrenamiento, y la transparencia se ejerce con realidades. Si ya de por sí Extremadura ha sido noticia por las idas y venidas de los partidos que hoy gobiernan, antes de ponerse de acuerdo, ahora los ciudadanos sabrán menos de aquellos que estarán al lado de los que nos gobiernan. Esta pérdida de poder de la información por parte de los extremeños y extremeñas es grave. Y lo es porque los gobiernos deben avanzar en derechos, y no retroceder en libertades.
La libertad pasa porque los ciudadanos tengan constancia de quiénes son y a qué se dedican aquellas personas que van a cobrar un sueldo público y que no han sido elegidas por el pueblo. Qué menos. Y digo esto porque precisamente, por la condición de ejercer una labor pública desde un cargo de confianza, es una cuestión de dignidad y de decoro presentarles en “sociedad”. Al menos, ya que nadie les ha elegido y que existía una norma que favorecía el derecho a la información pública, esta debería mantenerse.
Yo, que pensaba que las mayorías absolutas se utilizaban para avanzar, en pro de los derechos, libertades e igualdades, asisto de nuevo -con asombro- a un espectáculo de dudosa transparencia. Un episodio más de esta historia, dónde parece ser que el votante tiene poco qué decir una vez que el político ocupa su asiento.