OPINIÓN: Un debate no va de esto
España esperaba expectante un debate sin precedentes desde el año 2015. Con SUMAR y VOX pisando los talones, se hacía necesario un diálogo sosegado entre los líderes de los dos principales partidos políticos.
El escenario era el siguiente: pudimos ver un Feijóo altamente crecido por las encuestas de los últimos días que dan una victoria holgada al PP, aunque sin mayoría absoluta. A pesar de que necesitaría el apoyo de VOX para gobernar, parece ser -según los sondeos- que no habría problemas. Y, aunque todo apunta a una remontada discreta de Sánchez según pasan los días, tras salir victorioso de las numerosas entrevistas y tour mediáticos de estas últimas semanas, este no logró ejercitar su papel como presidente.
El debate de la pasada noche era decisivo. Lo era porque los indecisos esperaban un ‘cara a cara’ a la altura, y no lo estuvo. Si el 20% de los ciudadanos españoles aún no han decantado su voto para el 23J, pongo en duda que un alto porcentaje de ellos vaya a decidirlo a causa de este ‘cara a cara’.
En comunicación política los debates sí son decisivos. Ya lo fue en 1960 con Nixon y Kennedy en Estados Unidos. El primer debate televisado en la historia de la comunicación política y electoral sirvió para dar la victoria a los demócratas. La comunicación no verbal es imprescindible para conectar con la gente, y de la pasada noche podemos sustraer varias claves.
Los nervios no son buenos consejeros, pero las mentiras tampoco, porque sencillamente se pueden contrastar. Pudimos ver un Alberto Feijóo que actuaba más como presidente de la comunidad gallega, haciendo alarde de sus mayorías absolutas, que como candidato a la Moncloa. Con datos que todos podemos corroborar que no son totalmente ciertos, intentaba poner nervioso al contrario, quien no dudaba ni un solo instante en interrumpirle rompiendo su turno de palabra. Sánchez se mostraba excesivamente combativo y perdió su hoja de ruta. Ayer podría haber hablado, mucho y más, de las políticas sociales de su gobierno, de los avances en materia de derechos sociales y la mejora que los trabajadores han sentido con la aprobación de la Reforma Laboral.
Feijóo, en cambio, localizó el punto de un discurso llevado a su terreno, aportando datos y más datos, que se pueden contrastar en materia económica. No es cierto que Rajoy (1.191.000 empleos) crease más empleo que Sánchez (1.500.000 empleos); ni que existan menos autónomos ya que desde el inicio de la legislatura son 77.000 más. Tampoco lo es que los precios de la energía en España sean superiores al resto de países europeos, algo que también podrá consultarse.
La expectativa del gallego ayer pasaba por conseguir la firma de su opuesto para “blindar” el gobierno de la lista más votada. Mala memoria debe tener, ya que en Extremadura, este viernes se celebrará la investidura en la que la candidata del PP y el de VOX irán de la mano para conformar Gobierno. Así sucedió también en Baleares, y previsiblemente ocurrirá lo mismo en Murcia y Aragón una vez que pasen las elecciones.
Ayer tocaba hablar de la vida de la gente. Hubiese sido lo ideal. Ideal para los autónomos que esperaban una respuesta firme y propuestas ante la subida de precios, ante la subida de los alquileres y de la dificultad para desarrollar proyectos empresariales entre tanta burocracia. Ayer tocaba decirles a las mujeres que la violencia de género se combatirá en bloque y sin excepciones en el parlamento; tocaba decirles a los mayores que su bienestar no se toca; y a las familias, que se trabajará por una mayor conciliación que permita desarrollar carreras profesionales sin barajar la posibilidad de no tener hijos por no poder atenderles. Ayer tocaba hablar de tantas cosas como hubieran querido.
Los debates deben cambiar para ser accesibles y no encasillarse en bloques. Pero también deben estar cargados de respeto del que no hubo ayer, y del que los moderadores no supieron interiorizar en los ponentes. Vimos un debate embarrado, repleto de reproches, de referencias a gobiernos y dirigentes anteriores, y poco se habló de lo bueno que ambos podrían aportar. Estoy segura de que tanto Yolanda Díaz como Santiago Abascal están contentos porque han visto la carrera abierta para optar a parte de ese 20% de indecisos.
Si bien es cierto que el voto útil permitirá a muchos tomarse la licencia de votar a PSOE y PP en provincias donde, como Badajoz o Cáceres, es poco probable (por no decir técnicamente imposible) que SUMAR o VOX obtengan un diputado a costa de socialistas y populares, otros estarán planteándose cambiar su abstención con un voto hacia los que -previsiblemente- se disputarán la tercera y cuarta posición.
El minuto de oro lo conoceremos la noche del 23 de julio. Mientras tanto, Sánchez y Feijóo deberían realizar una lectura acertada de sus actitudes de ayer, porque ninguno estuvo acertado. Ni ganó uno, ni ganó el otro. Tampoco sus asesores, que podrían haberlo hecho infinitamente mejor. La ocasión lo merecía, tras siete años sin un debate electoral entre los dos partidos que han gobernado el país desde 1982.
No sabemos si tendrán una nueva oportunidad para demostrar que pueden hacerlo de otra forma, aunque tal vez, si la hubiese, no será en solitario porque tanto Abascal con Díaz podrán reclamar su “cuota”. Y si eso sucede, podremos hablar de Pedro y de Alberto, en lugar de dos niños peleando en un patio de recreo por el último caramelo.
Permítanme tomarme este derecho al afirmar que, lamentablemente, un debate no va de esto.