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El asesino confeso de Laura Luelmo la esperó, la ató, la violó y la abandonó

Nacional

26 de Diciembre de 2018

El asesino confeso de Laura Luelmo la esperó, la ató, la violó, la abandonó y se comió su compra

Según la Guardia Civil, Bernardo Montoya, que ha confesado haber matado a la profesora Laura Luelmo, espero a la joven cuando volvía del supermercado, se la llevó a su casa, la maniató por la espalda, le puso una cinta adhesiva en la boca, le golpeó la cabeza contra el suelo, la llevó al campo, la agredió sexualmente, la abandonó y, una vez vuelto a su casa, se comió parte de la compra que acababa de realizar la víctima.

Estas son algunas de las circunstancias que rodean a este crimen machista, según se desprende de las declaraciones realizadas este miércoles, día 26, por Ezequiel Romero Guijarro, coronel jefe de la comandancia de Huelva, y Jesús García Aller, teniente coronel de la UCO, Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que han ofrecido una rueda de prensa sobre este nauseabundo caso.

Según las investigaciones realizadas hasta ahora por la Guardia Civil, la joven profesora zamorana Laura Luelmo, que llevaba muy pocos días residiendo en El Campillos (Huelva) para cubrir una sustitución en un instituto, salió de su casa para hacer la compra y Bernardo Montoya, que acababa de salir de la cárcel y vivía en una casa situada enfrente de la que habitaba la víctima, esperó a Laura en la calle con un brasero de picón  –tal vez para disimular- en las manos. Cuando la profesora regresaba a su vivienda, Montoya dejó el brasero en el suelo, abordó a la joven y la encerró en su casa, donde la maniató, atando sus muñecas en la espalda, y le tapó la boca con cinta adhesiva para que no pudiera pedir auxilio.

Entonces, según la Guardia Civil, Montoya se acordó de que había dejado el brasero en la calle y salió a por él, pues en los pueblos del sur causa mucha más extrañeza un brasero olvidado en la vía pública que el mismo brasero en manos de un hombre que, tal vez, sólo ha salido de casa para tirar la ceniza de la combustión del picón.

Laura aprovechó que Montoya la dejaba sola para incorporarse y cuando su agresor volvió a la vivienda le dio un golpe en el costado, tan fuerte que días después, cuando fue detenido y llevado a un centro de salud, aún afirmaba que le dolía.

El golpe de la joven enfureció a Montoya que golpeó la cabeza de Laura contra el suelo, causándole lesiones importantes. En las horas siguientes, Montoya trasladó a Laura en su coche; la llevó al campo, a un lugar distante varios kilómetros del caso urbano de El Campillo. Allí, en una zona de difícil acceso, la violó y la abandonó cubierta por unas ramas de zarza.

Según la hipótesis de la Guardia Civil y a falta de conocer los resultados de la autopsia, Laura Luelmo falleció el mismo día que tuvo la desgracia de conocer a Bernardo Montoya, que tras violarla y abandonarla en la sierra, volvió a su casa de El Campillo, donde había quedado la compra realizada por la joven. Según ha confesado el asesino, se comió unas patatas que la joven había comprado en el supermercado.

Una vez que los familiares de Laura presentaron denuncia por su desaparición, ya que ni respondía al teléfono ni acudía a dar clases en el instituto, se trasladaron hasta El Campillo el padre y el novio de la joven. Ambos colaboraron con la Guardia Civil en el registro de la casa en la que había vivido durante unos días la profesora. Sólo echaron en falta unas zapatillas de deportes y unas mallas empleadas también para realizar actividades deportivas. La ausencia de estas prendas hizo suponer, inicialmente, que la joven había salido a correr y había desaparecido mientras practicaba deporte. Pero no fue así. Entre otros motivos porque la joven sufría problemas de salud que le impedían correr y solo caminaba. Además, era bastante miedosa y en modo alguno se hubiese alejado varios kilómetros de su vivienda para internarse en campo abierto. Y menos aún en una zona solitaria y de acceso difícil.

Aunque el hecho de tener un hermano gemelo, también condenado por graves delitos, llevó a la confusión en un primero momento, Bernardo Montoya fue considerado, desde el principio, un sospechoso importante. Se le sometió a vigilancia antes de ser detenido y se continúa analizando sus actuaciones. Y no sólo las relacionadas con el asesinato de Laura Luelmo.

Los hermanos Montoya son extremeños, de Badajoz, y una de las líneas de investigación que ha explorado la Guardia Civil es su posible relación con las desapariciones de Manuela Chavero Valiente, en Monesterio (Badajoz) durante la madrugada del 4 al 5 de julio del año 2016, cuando tenía 44 años, y de Francisca Cadenas Márquez, en Hornachos, la noche del 9 de mayo del año 2017, cuando la mujer tenía 59 años.

Pero hasta ahora, la Guardia Civil no ha encontrado pruebas que vinculen la desaparición de Manuela y de Francisca con los Montoya. Es más, a pesar de que El Campillo está relativamente cerca de las dos localidades extremeñas, fuentes de la Benemérita descartan esa conexión de los Montoya con esas dos extrañas y todavía irresolutas desapariciones.

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