La corrupción de los medios
6 de Diciembre de 2016
Hoy, me ha resultado repugnante mi paseo diario por la prensa, un habitual repaso matutino y acelerado donde he observado la bajeza humana a la que consiguen llegar algunos, y que hacen que hoy no pueda sentirme orgulloso de la profesión a la que también represento.
A nadie sorprenderá a estas alturas que la delgada línea en la relación periodismo/política es muy frágil, continua en lo tenso, y a diario expuesta a vaivenes que hay que sortear bajo férreos límites para no caer en suculentas tentaciones.
Y uno observa atónito cómo esa línea se diluye en ocasiones hasta resultar imposible diferenciar a los medios libres e independientes de otros disfrazados de NODO.
Cuando el periodismo se manifiesta abiertamente ligado al poder político eres cadáver. Difunto porque un principio básico para ejercer esta bella profesión es estar en lo contrario, con el pueblo.
La cómoda y absurda opción de matar al mensajero es un recurso de necios, aunque entendible desde la premisa de ser la voz de tu amo. Observo cómo algunos vienen corrompiendo peligrosamente la labor periodística, la misma que tiene que estar al servicio del pueblo.
Quizás, el problema radique en sentirte único, superior, imprescindible, tal vez en estar históricamente posicionado en un ranking que un día puede pertenecerte por derecho, y del que poder quedar excluido en un abrir y cerrar de ojos. Después algunos se preguntarán ¿por qué?.
Durante la crisis que aún hoy se niega a abandonarnos, emergieron las vergüenzas de un país que miraba para otro lado mientras el lado más oscuro de la condición humana maniobraba a su antojo. Los ciudadanos opinaron, valoraron y castigaron a quienes consideraron.
Pero estos convulsos años no han sido fruto de la casualidad, casi nada lo es en la cotidianeidad, como tampoco lo es la información que un ciudadano recibe. Lícitas son las estratagemas, maniobras y diplomacias, pero ellas no pueden desvirtuar el fin último que es estar con el pueblo.
A Fondo