La Policía Local de Badajoz, entre escolares, conductores y el hombre oculto en la hierba

En ocasiones, su labor pasa desapercibida porque no ocurre “una desgracia”, pero la Policía Local está allí. Amparando la entrada y salida de los colegios, vigilando que no se infrinjan las ordenanzas municipales o colaborando con otros cuerpos policiales.

Entre una decena y una veintena de agentes de la Policía Local, depende de la carga de trabajo, del número de actos previstos, están a disposición de la ciudadanía pacense en cada turno. Al cabo del día es fácil que se supere el centenar de actuaciones entre los diferentes turnos.

La gran mayoría de esas incidencias carecen de relevancia pública. No son noticia. En muchos casos no porque carezcan de importancia, sino porque son tan reiterativas y en plazos tan cortos que más que una noticia nueva parece la repetición de la de la noche anterior.

Por ejemplo: Badajoz; primera hora de la madrugada; la dotación que patrulla por la carretera de acceso a la ciudad, ve que un vehículo, con matrícula portuguesa que circula delante de ella, se orilla a la derecha de la calzada y el conductor apaga el motor y las luces del automóvil; es un Ópel modelo Astra.

Los agentes sospechan: ¿intenta el conductor esconderse y que la Policía pase de largo?. Quienes patrullan en el coche policial bajan a comprobarlo. El conductor balbucea. Y no parece que sea por desconocimiento del castellano. En realidad da la impresión de que está ebrio. Le piden la documentación y vuelve a esconderse en explicaciones confusas. La Policía no ceja en su empeño de identificarle. La Policía de Portugal indica que el conductor, de 25 años, carece de permiso de circulación por habérsele retirado en su país debido a un exceso de velocidad. Finalmente el infractor confiesa. Circula sin permiso de conducir. Y el test de alcoholemia confirma además que, efectivamente, el conductor ha bebido más alcohol de la cuenta.

¿En qué se diferencia esta actuación de la de la noche anterior? En que el conductor, aunque también sea portugués y circule ebrio, es otro. Por lo demás, la noticia parece la misma.

Otras veces, lo hechos son completamente distintos y en vez de frente a una persona que intenta esconderse a los ojos de la Policía, los agentes se encuentran ante alguien que lucha para llamar la atención de los agentes o de quien sea pues puede decirse que le va la vida en ello.

Ocurrió hace unos días en una barriada de Badajoz. Un hombre de unos 93 años salió del barrio para buscar espárragos. Perdió el equilibrio y cayó al suelo, quedando oculto entre las hierbas sin posibilidad de levantarse y volver a casa. Pasaron horas y nadie escuchó sus peticiones de auxilio. Afortunadamente, ya por la tarde, pasó por el lugar una persona que vio una mano que asomaba entre las hierbas. Tan pronto como se percató de que allí había alguien en apuros avisó por teléfono a la Policía Local, a su Policía Local.

Llegaron los agentes, se desplazó hasta el lugar una ambulancia, el hombre fue devuelto a su domicilio y la Policía Local continuó con su tarea, porque aunque pueda parecer que en Badajoz no pasa nada, siempre ocurre algo. Y si no pasa más es porque, un día tras otro, ahora aquí y después allí, la Policía monta controles de alcoholemia y de otras drogas y patrulla por las calles.

A veces, en esos controles y patrullas salta la liebre y la Policía Local pasa a ser noticia por haber interceptado a un vehículo que, al circular, comprometía la seguridad de los demás usuarios de la vía pública.

Pero en muchas ocasiones los hechos no alcanzan el nivel de noticia, en opinión de la Policía, y no trascienden más allá de los trámites policiales o judiciales. En un centenar de actuaciones al día debe de haber muchas repeticiones, muchos hechos sin trascendencia pública y, también, muchas noticias. Y luego está el arte de contar, con interés, pedagogía y respeto a los derechos de todos, lo que pasa y lo que deja de pasar.