OPINIÓN: Ni un minuto de silencio más
9 de Enero de 2018
Durante el año que acaba de empezar morirán en España no menos de 40 mujeres víctimas de la violencia machista.
No lo afirmo alegremente. Lo digo con pesar. Me gustaría equivocarme. Me encantaría fracasar como pronosticador. Será para mí un placer que, al concluir este año 2018, me llamen pesimista, exagerado y alarmista por haber dicho, doce meses antes, que este año serán asesinadas en España no menos de 40 mujeres víctimas de la sinrazón machista.
Desde que en el año 2003 se comenzó a recopilar, en una estadística oficial, el número de mujeres fallecidas a causa de la violencia machista se han contabilizado 919 muertes. 919 vidas arrebatadas a las mujeres, pero también a sus padres, a sus hermanas, hijos, amigos y vecinas. 919. A una media que supera los 61 asesinatos cada doce meses.
El año con más víctimas fue el 2008, con 76. Y el año con menos, el 2016, con 44.
Con la muerte, que oficialmente acaba de ser declarada asesinato machista, de Andrea, una joven de 20 años a la que su expareja obligó a subir a un vehículo que estrelló contra una gasolinera de Benicasim (Valencia), el año 2017 se ha cerrado con 49 mujeres asesinadas por sus maridos, novios, parejas, exparejas y demás locos de atar.
En siete años, la mitad de los quince que van desde el 2003 hasta el 2017, el número de víctimas ha estado por encima de la media.
Ni las leyes aprobadas y puestas en vigor, ni las medidas policiales y judiciales tomadas, ni las palabras de repulsa, ni los minutos de silencio, ni tampoco las declaraciones políticas han conseguido terminar con el horror de las mujeres asesinadas.
El 28 de diciembre, Día de los Inocentes, del año 2004 se publicó la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Presidía el Gobierno de España José Luis Rodríguez Zapatero y el PSOE dominaba Las Cortes. Ocupaba la Vicepresidencia del Ejecutivo una mujer, María Teresa Fernández de la Vega.
La presencia, en el nombre de la Ley, de la palabra ‘integral’, que en algunos ámbitos políticos gusta mucho más que los términos ‘íntegro’ e ‘integridad’, no ha servido para erradicar totalmente y de modo definitivo la violencia machista. En el 2003 hubo 71 asesinatos; 72 al año siguiente; 57 en el 2005; 69 en el 2006; 71 en el 2007; en el 2008 se batió la plusmarca del horror, con 76 crímenes; 56 hubo en el 2009; 73 en el 2010 y ya no ha bajado de los 50 uxoricidios, que así llama el diccionario a la “muerte causada a la mujer por su marido”, hasta el mencionado 2016, que se quedó en 44 asesinatos.
La horquilla desciende, de 70/60 muertes anuales se ha bajado a 50/44, pero baja tan poco y tan lentamente que, más que tranquilizar, alarma.
En las cárceles españolas hay más presos por violencia de género, que por tráfico de drogas. No lo digo yo, lo dice un estudio del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología de la Universidad de Málaga.
La citada Ley Orgánica no es la única herramienta legal de que dispone España para luchar contra la violencia criminal sobre la mujer. También hay, desde el año 2006, un Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género. Y en el 2012 se celebró el Año Internacional contra la Violencia de Género. Ese año murieron 52 mujeres y en los dos siguientes, 54 por cada una de las anualidades. También están las pulseras de control, las sesiones de reeducación, las órdenes de alejamiento… Hay medidas que funcionan y otras que no lo hacen tanto, pero ni siquiera sus efectos combinados acaban con la tragedia.
¿Y quiénes son las mujeres que pierden la vida a manos de quienes viven o han vivido con ellas? ¿Proceden de países exóticos y menos desarrollados que España?
Nada de eso. En conjunto el 71% son españolas y sólo el 29% tienen otra nacionalidad. ¿Y los asesinos? Lo mismo. Más del 71% son españoles y sólo el 28% proceden del extranjero.
¿El asesinato de mujeres es algo propio de la llamada ‘España profunda’, del mundo rural?
Nada más lejos de la realidad: se cometen más crímenes de este tipo en el ámbito urbano que en el rústico.
¿Y acaso se asesina a las mujeres porque nadie toma medidas de prevención contra sus agresores? Pues tampoco, porque, aunque muchas mujeres no habían presentado denuncias contra sus asesinos, lo cierto es que uno de cada diez agresores tenía una orden de alejamiento que, evidentemente, no se respetó.
Los meses más negros de la violencia contra las mujeres son mayo, julio y agosto, pero no hay mes ni estación buena para tener tranquilidad. Según un dicho policial, los perros y los locos atacan en primavera y en otoño. Los asesinos de mujeres lo hacen durante todo el año.
Ya existen suficientes datos estadísticos para pinchar en este nauseabundo tumor social y empezar a extraer conclusiones. La primera de ellas es muy clara: con lo que se ha hecho durante los últimos catorce años, desde las instancias políticas, desde la Justicia, desde las Fuerzas de Seguridad y desde la sociedad en su conjunto, no es suficiente. Es algo, pero no es bastante. Hay que hacer más, muchísimo más.
Pero hacer más no es dar discursos, ni hacerse fotografías, ni emplear los asesinatos como arma arrojadiza contra el adversario. Hacer más es abrir de una vez la llaga y proceder a resecarla desde su origen. Aunque la cirugía sólo sea cirugía y no cirugía integral.
El objetivo debería ser que en toda España no haya ni un minuto de silencio más. Ni un minuto más porque las autoridades dejen de perder el tiempo con lamentos oficiales y, sobre todo, porque ya no sea necesario lamentarse.
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