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OPINIÓN: ¡Moncloa!, tenemos un problema

Nacional

28 de Septiembre de 2018

OPINIÓN: ¡Moncloa!, tenemos un problema

Usted disculpará que parodie una de las frases más conocidas de la gloriosa exploración espacial para referirme a algo con tan poca chicha como es el Gobierno de España. Pero, como dice la otra, “a ver, es lo que hay”. Y, efectivamente, es lo que hay.

Hay un problema, un problemón, mayor incluso que el que afectó al Apolo XIII.

Lo que ocurre en el Gobierno de España empieza a ser de chascarrillo, como si a La Moncloa se le picasen no ya los manguitos, que diría mi admirado monologuista Goyo Jiménez, especialista en analizar a la silvestre España a través del modelo industrial norteamericano, sino que al cohete Pedro Sánchez -¿tesis doctoral o antítesis amañada, that's the question?- se le aflojan las tuercas y se le pudren los ministros.

A Maxim Huertas, escritor y tertuliano mañanero, la guinda del pastel en el gabinete de Sánchez, se le olvidaron los donuts de Hacienda y la cartera de Cultura le duró una semana.

Carmen Montón, que fue ministra de Sanidad en la nave Sánchez, salió del Gobierno por plagio, con el máster entre las piernas, cuando se cumplían los cien días del despegue del Ejecutivo desde Cabo Carajal.

Dolores Delgado, fiscal y ministra de Justicia, está realizando esfuerzos increíbles para no caerse del delgado alambre por el que se emiten sus inquietantes conversaciones con el excomisario Villarejo, con el juez Garzón como personaje invitado. Hay muchas formas de atacar al Estado –que como usted sabe no es un gobierno, sino la suma de un gobierno, de un pueblo y de un territorio- y una de las más abominables es hacerlo desde dentro y mientras se simula servirle y se cobra de él. La ministra de las Conversaciones con Villarejo parece un teléfono móvil: cuando todavía no se ha asimilado el impacto de su última explicación, ya ha puesto en el mercado una versión nueva.

Y el último manguito en romperse hasta este 28 de septiembre –cruce usted los dedos, presidente Sánchez- ha sido el ministro astronauta, Pedro Duque. De cualquier otro manguito del cohete Sánchez podría y puede esperarse cualquier cosa, por su manifiesta inexperiencia en el poder o por su excesiva experiencia con el poder, pero Pedro Duque parecía estar hecho de otra pasta; parecía un ministro inmaculado.

Pues hete aquí que le han sacado una botana. Primera acepción del diccionario. El ministro y Duque se las ingenió para pagar menos impuestos por la compra de un casoplón el año 2005. Parece que lo que hizo es legal, pero como una cosa es lo que diga la ley y otra muy distinta lo que ordene y mande Pedro Sánchez, el ministro y Duque ha caído en falta a los ojos de la concurrencia.

“Si yo tengo en la ejecutiva federal de mi partido, en mi dirección, a un responsable político que crea una sociedad interpuesta para pagar la mitad de los impuestos que le toca pagar, esa persona al día siguiente estaría fuera de mi ejecutiva”, afirmó Pedro Sánchez el año 2015, en una entrevista en Telecinco. Y eso mismo parece ser lo que hizo el astronauta, que aún no era ministro, Duque.

Así que, ¡Moncloa!, tenemos un problema, un conflicto jurídico estratosférico digno del Tribunal Constitucional. ¿Qué debe prevalecer, la ley de todos o la ley de Sánchez? ¿Qué Pedro se ha pillado los dedos con el maldito manguito, Pedro el Cohete Sánchez o Pedro el Astronauta Duque?

Y a todo esto, los filisteos que comanda Pablo Iglesias, ¿seguirán apoyando a Sánchez o huirán despavoridos para evitar que las columnas y los manguitos de La Moncloa les caigan sobre la cabeza y los aplasten?

En esta epopeya sideral solo falta el malogrado Tony Leblanc vestido con traje espacial y con un botijo en la mano.

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