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Política

OPINIÓN - Objetivo: matar la verdad

Política

17 de Abril de 2020

OPINIÓN - Objetivo: matar la verdad

Cuando me siento a escribir estas líneas, el Coronavirus se ha cobrado ya 19.130 vidas de españoles, la mayor tragedia desde la Guerra Civil.

España es hoy el país con mayor tasa de muertos del mundo por el virus que se originó en China. Esa es la cifra oficial del gobierno, aunque todos sabemos que son bastantes más, ya que el ministro de Sanidad ordenó que a los muertos por coronavirus que presentaban todos los síntomas pero que no se les había hecho el test previo no se contabilizaran.

Desgraciadamente, esta maniobra estadística solo es un indicio más de lo que el ejecutivo pretende ocultar ante las dantestas cifras de fallecidos y de contagiados, 182.816 afectados ya. Aunque sin hacer test a casi nadie, ni siquiera a nuestros sufridos sanitarios, es evidente que a ese número le falta algún cero, como afirman algunos estudios serios.

Es desolador ver cómo, tras esa infumable cifra de muertos, solo hay eso para el gobierno, una simple cifra, sobre la que hay que pasar rápido y de puntillas en el informativo de las televisiones, sin poner un lazo negro como cuando hay un accidente, sin poner nunca cara a ningún familiar de los miles de muertos con nombres y apellidos. Sí, me refiero a esas mismas televisiones privadas que, con la que está cayendo en el país, van a recibir ahora 15 millones de euros del gobierno en subvenciones. La pública ya está a su servicio. Este es un evidente intento de matar la verdad, porque es demasiado perjudicial para sus intereses políticos.

Es cierto que el Gobierno de España no tiene culpa del Coronavirus, pero sí de la profundidad de la fosa en la que hemos caído en él, por no prevenir, por no tomar decisiones a tiempo, por permitir cientos de vuelos diarios procedentes de las zonas más afectadas, como China y el norte de Italia, hasta el final, por organizar, jalear y permitir concentraciones, manifestaciones y partidos de fútbol hasta el fin de semana del 8 y el 9 de marzo donde se daban cita cientos de miles de personas cuando ya sabían de sobra la que teníamos encima, por no ser capaces de comprar material sanitario vital para nuestros hospitales en las primeras semanas, cuando hasta las comunidades autónomas lo consiguieron. En resumen, por su total irresponsabilidad, incompetencia y falta de prevención.

Ha quedado demostrado que hay documentos desde el 30 de enero, incluso anteriores, en los que el propio gobierno advierte que el “Comité de Emergencias Sanitarias Internacionales ha declarado al coronavirus como una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII)”.

Pese a ello, y a manejar con toda seguridad otros informes de expertos, el gobierno de Sánchez no hizo absolutamente nada desde enero hasta el 13 de marzo, ni control de la población, ni control de fronteras, ni provisión de material adicional para los hospitales, ni prohibición de grandes concentraciones de personas... El país mantenía su vida con normalidad y los aeropuertos recibían miles de turistas y viajeros de todo el mundo sin pasar ningún control sanitario.

Otros países sí hicieron los deberes, tomaron medidas, cerraron sus comunicaciones y sus fronteras a tiempo, como Portugal, sin ir más lejos, y ahí están sus cifras, con tan solo 599 muertes. Para más Inri, España ya contaba con el espejo de lo sucedido en China y de lo que estaba pasando en Italia, pero de nada les sirvió el ejemplo.

Tomadas las medidas obligadas, cuando ya era demasiado tarde para parar el desastre, llegó el caos del ejecutivo, totalmente incapaz de poner orden en la sanidad del país y ni siquiera en su propio consejo ministerial. Los sanitarios españoles, que han demostrado una enorme ejemplaridad, profesionalidad y humanidad en su comportamiento, son los más contagiados del mundo, 24.000 en España en estos momentos, por las deficientes condiciones en las que han tenido que trabajar sin los debidos equipos de protección y con los hospitales colapsados.

La medida del gobierno de centralizar el mando único y todas las compras en el Ministerio de Sanidad también fue otro grave error, pues al anunciar la confiscación de todos los materiales de los hospitales de las comunidades autónomas, éstas pararon los encargos que ya estaban haciendo a China. Días después, y ante la total inexperiencia e incapacidad para gestionar la compra de material, el gobierno dio marcha atrás en su medida y permitió que las autonomías trajesen sus propios aviones con los equipos de protección.

Ante el absoluto tsumani en el que estaba inmerso el ejecutivo surgieron brillantes iniciativas privadas, medidas de apoyo de la población, de solidaridad, de colaboración también entre instituciones, que dieron como uno de sus mejores frutos el milagro de crear el mayor hospital de España en Ifema en tan solo tres días, con la UME, los sanitarios y una legión de fontaneros voluntarios para realizar las conducciones de oxígeno que salvasen miles de vidas. Una vez más el ejemplo de la población frente a la inoperancia de quien está obligado a protegerla a nivel nacional.

En Madrid, la comunidad más afectada, y en las demás, seguían sin los equipos de protección en los hospitales que el gobierno había anunciado que compraba pero que nunca llegaban, con decenas de miles de test defectuosos comprados no se sabe a través de quién, sin respiradores porque estaban retenidos en Turquía o en otras aduanas... Y todo ello, sin aislar las zonas del país más afectadas, como pedían sus propios gobiernos autonómicos, cuya medida habría contribuido a no expandir el contagio a toda España, frente a los casos de Italia o China que sí lo tenían focalizado y aislado.

En estos días, Fernando Simón, el Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio, aquel que dijo textualmente que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado y que esperaba que no hubiese transmisión local” sigue en su puesto de máximo responsable de la pandemia, y aún no ha sido cesado, como mínimo, por adolecer de ojo clínico. El pobre hombre también ha enfermado por coronavirus, como la vicepresidenta y algunas ministras, hecho que ha provocado que hayan tenido que desinfectar varias veces los despachos de Moncloa.

El Gobierno de España, cuya nefasta gestión de la crisis ha sido muy criticada también por la prensa internacional, sigue hoy sin cumplir las recomendaciones de la OMS, que piden “test, test y test” masivos a la población para identificar y aislar a los positivos asintomáticos y parar el contagio; “no podemos apagar un fuego con los ojos vendados” declara su director, Tedros Adhanom.

La censura a las preguntas en las comparecencias del presidente del Gobierno es otro hecho injustificable, como la eufemísticamente denominada por el ministro de Interior, “monitorización de las redes”, en maniobras propias de otros regímenes autoritarios y no de una democracia europea.  Además, ahora, más de un mes después del inicio de la crisis, el presidente emplaza a la oposición para reunirse, algo realmente inconcebible en un Estado de Alarma, cuando ese contacto y colaboración es obligada desde el primer día de una Emergencia Nacional.

Sé que es momento de apretar los dientes, de luchar como ciudadanos por salir de esta pesadilla, de animar y de alentar, y lo superaremos, gracias al ejemplo y al esfuerzo de los españoles de a pie. Pero ello no es óbice para acallar la verdad, para matar la realidad de lo que está sucediendo en España, pues la democracia nos faculta para pedir explicaciones al ejecutivo hasta en los momentos más complicados.

Hoy es inevitable no recordar la crisis del ébola en España, en la que murieron dos misioneros expatriados y un perro, y en la que Pedro Sánchez pedía explicaciones al gobierno, comparecencias y exigía la dimisión de la entonces ministra de Sanidad. Me pregunto qué deberíamos pedir los españoles ahora. No sé ustedes, pero yo lo tengo muy claro. Cuando empecemos a vencer de verdad esta tragedia, tremendamente agrandada por la irresponsabilidad e inoperancia de este gobierno, espero que tengan la suficiente vergüenza para presentar en pleno su dimisión y convocar elecciones, al margen de que se depuren otras responsabilidades penales por negligencia en el ejercicio de sus funciones.

No sé cómo lo hubiese hecho otro gobierno, nunca lo sabremos, pero sí sé cómo lo ha hecho éste, de pena. Desgraciadamente, nos ha tocado el peor gobierno en el peor momento.

POR: Antonio Manzano Marchirant.

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