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OPINIÓN: Siempre volviendo a empezar

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3 de Enero de 2018

Siempre volviendo a empezar

Llevas toda la vida creyendo que “un mundo mejor es posible”, antes de que algunas ONGs inventaran y repitieran como loros esta frase, con la ingenuidad que les caracteriza. Viste caer al franquismo y a las momias que lo sostenían, encantadas de su reconversión a una democracia a la medida.

También tuviste que asistir a la domesticación y burocratización de los sindicatos, convertidos rápidamente en agencias de tramitación de papeles y convenios a la medida de la patronal.

Lo mismo sucedió con los partidos de izquierda, compitiendo por ver cuál de ellos era más pronuclear o tolerante con las reconversiones salvajes de los Solchagas y compañía. Viste llegar la corrupción, en la que picaron casi todas las formaciones políticas, e incluso sindicales y empresariales.

Todavía seguías pensando en que las dehesas podrían gestionarse mucho mejor y ser una fuente de empleo; y en que el agotamiento de los recursos naturales nos llevaría forzosamente hacia una economía ecológica, al ver las catástrofes que se sucedían sin parar; o que en el seno de la izquierda acabarían imponiéndose personas más cuerdas, que si no podían conseguir un socialismo de rostro humano, defenderían al menos una socialdemocracia equitativa y civilizada.

Sin embrago, el embrollo era cada día más triste. La corrupción crecía en vez de atajarse con tanto escándalo. La derecha se crecía y ganaba elecciones, gobiernos, comunidades y ayuntamientos. Veías que iban a por todas, ante la impotencia de una izquierda tan paralizada como dividida. El latiguillo de una crisis orquestada desde los tiempos de la UCD (“la crisis está ahí” decía el inefable Abril Martorell) era aceptado por todas las fuerzas políticas y sociales sin atreverse a desenmascararla. Tenían el mismo libreto para aquella ópera bufa. Todo ello nos llevó a los recortes y a una sociedad que actualmente no la conoce ni la madre que la parió, como dijo “el canijo” y gran gurú del socialismo.

Al cabo de cuarenta años nos hablan ahora en Extremadura de la economía circular y ecológica, después de tanto estrago y tanta aberración. No es que no se alegre uno de que ese nuevo discurso del PSOE haya salido al escenario. Ni de que se intente ahora llevarlo a la práctica, aunque sea a trancas y barrancas. El problema es que la derecha está tan crecida y la izquierda tan dividida, que no es tarea para gente enganchada en aparatos burocráticos, más pendientes de elecciones y de peleas de poder, que de poner en marcha todo lo que exige la cordura y la coherencia con lo que se dice.

El falso discurso del crecimiento y la creación de empleo ha hecho presa en gran parte del tejido político y social e impide ver las verdaderas proporciones de la precarización a la que nos han llevado. Hemos retrocedido un cuarto de siglo y todavía no está claro que no podamos ir a peor, en una sociedad en la que los grandes centros de decisión no están ya en Extremadura, España y ni siquiera a veces en la Unión Europea.

En Extremadura sigue la sangría del envejecimiento de la población, de la emigración y el paro como en tiempos pasados. Una parte importante de los recursos presupuestarios centrales va a parar a las grandes constructoras para un AVE que ni siquiera veremos, y hay que manifestarse en Madrid, como pidiendo perdón, para que tengamos un tren digno.

No toda la culpa podemos echársela a nuestros gobernantes. La sociedad civil tampoco reacciona como debiera en una Comunidad que parece resignada a ser siempre una tierra colonizada y asistida.

Por dejar alguna nota de optimismo quiero decir que en el año que nos deja he descubierto a una serie de empresarios y emprendedores que realizan una tarea extraordinaria en el sector agroalimentario, innovando y conquistando mercados interiores y exteriores cada día más importantes. En ellos baso mi esperanza de que las cosas puedan empezar a cambiar. Siempre que la Administración sepa prestarles el apoyo que necesitan y reduzca y agilice una burocracia inmensa, que es la que impide que crezcan, y que una nueva cultura de la empresa y del emprendimiento se abra paso en nuestra tierra.

Este es mi balance resumido de nuestra reciente historia. Esperemos que la sociedad de la globalización en la que estamos inmersos nos de también herramientas para que esta tierra, tan rica en recursos naturales como decíamos hace cuarenta años, pueda cambiar o mejorar al menos su destino.

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