Mario Martín Gijón: “Vivimos en una sociedad cada vez más pacata”
18 de Noviembre de 2021
Ángel Borreguero Carrasco entrevista a Mario Martín Gijón
Mario Martín Gijón (Villanueva de la Serena, 1979) es escritor, crítico literario y profesor en la Universidad de Extremadura. Ahora, ha publicado 'La Pasión de Rafael Alconétar', su primera novela larga, un libro monumental (de más más de setecientas páginas y noventa narradores) sobre la figura ausente de un personaje excesivo y brutal, en la tradición de Terenci Moix, Francisco Umbral o Roberto Bolaño.
P. ¿Quién es Rafael Alconétar, el protagonista del libro?
Es un profesor imaginario que, tras unos años de correrías europeas, vuelve a su ciudad como Edmond Dantès, el Conde de Montecristo, o como el Conde Don Julián de Juan Goytisolo, a vengar injurias reales o inventadas. Monta un taller literario al que se apuntan solo cuatro alumnos (dos chicas y dos chicos) que serán como sus cuatro evangelistas, pues la “Pasión” está escrita deliberadamente en mayúscula, hay pasión y pasiones desatadas, pero hay también prendimiento y via crucis del personaje.
Es posible que al ser también yo profesor alguno quiera verlo como un “alter ego” mío, pero sería un alter ego bastante alterado. El personaje puede tener algo de los de esos novelistas que mencionas, pero creo que bebe más de Cortázar, Julián Ríos, Miguel Espinosa o Pasolini. Y de muchos y muchas más, que descubrirá cada cual según el bagaje de su vida lectora.
A todo esto es un personaje escurridizo, indefinible, una vez alguien lo define como “un hombre de momentos y no de monumentos”, y en fin, seguramente no haya por dónde cogerlo.
P. Tiene mucho de Cáceres la ciudad a la que regresa Alconétar. ¿Hay en el libro algo de ajuste de cuentas?
Bueno, eso de “ajuste de cuentas” suena un poco a mafioso, quienes me conocen saben que no soy así… Hay sátira, desde luego, como la que hizo Espinosa en Escuela de mandarines, pero es una sátira melancólica.
No sé si a ti te pasaría pero cuando uno empieza una carrera como Filología Hispánica por vocación y por amor a la literatura y se encuentra con lo que se encuentra… pues la decepción es muy grande. Luego con los años uno lo ve con perspectiva y achaca esas grandes ilusiones a la ingenuidad adolescente.
De todos modos, como ya dije en la presentación madrileña a la que asististe, si Flaubert dijo “yo soy Madame Bovary”, pues yo podría decir que “soy Rafael Alconétar”, pero también que “soy Susana Cordero, Dolors Cavalls, Pedrito Muñoz o Jaime Becerril”, y este último por ejemplo tiene una visión totalmente opuesta a la de Alconétar, llegando a hacer un elogio de esa ciudad gracias a la cual pudo su antiguo maestro encontrar la inspiración para sus hazañas épicas.
P. Pero, ante todo, tu novela lo es de experimentación lingüística y juego con el idioma.
No sé si ante todo, pero es verdad que hasta ahora mi poesía y mi narrativa seguían caminos algo distintos, más rupturista o desmenuzada la primera, más tradicional la segunda, y en este libro de algún modo convergen.
Es la novela de un poeta, por así decirlo, pero el juego con la lengua no es nunca gratuito, la búsqueda lingüística está estrechamente unida a la búsqueda de un nuevo sentido de la vida que llevan a cabo los apasionados protagonistas.
P. El sexo, más bien turbio, poco luminoso y muy lejos de toda corrección política, tiene un peso importante en la novela. ¿Por qué?
Bueno, lo de turbio y poco luminoso lo dirás tú, para los protagonistas más bien lo que es poco luminoso y oscuro es la falta de sexo, el deseo no saciado, de Pedrito por Susana y de Dolors por Rafael. Pero sí es transgresor, eso sí, porque el sexo, como la literatura, son aceleradores de la conciencia, catalizadores.
Vivimos en una sociedad cada vez más pacata, y aunque algunos nos quieran vender otra cosa, el conservadurismo, o conserbasurismo, moral, político y estético, va todo unido. Si esto es así, y por desgracia va a ir todo a peor, al menos que la literatura sea un refugio de libertad, y libertinaje.
Cuando uno lee a Julián Ríos, Arno Schmidt, Inger Christensen, Cabrera Infante, Bernhard, o al mismo Cortázar, uno se pregunta cuándo se decidió desterrar el juego y la irreverencia de la literatura, para sustituirlos por la verborrea narcisista, tan ñoña como previsible.
P- Después de seis monografías, cuatro libros de poesía, dos libros de relatos, dos novelas cortas y ahora este “novelaberinto” de setecientas páginas, ¿todavía te quedan cosas por decir? Solo tienes 42 años.
Pues no sé, Kafka murió con cuarenta, y mira lo que dio de sí… Tengo varias cosas en el cajón, pero de momento vamos a dejarlas reposar un poco. A ver qué opinan los lectores y lectoras del novelaberinto, si les apetece perderse y encontrarse en él.
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