Desaparición, muerte y hallazgo de Gabriel, un golpe tras otros
12 de Marzo de 2018
Uno tras otro, caen los golpes con la desaparición, muerte y hallazgo de Gabriel, el niño de Níjar (Almería).
Son auténticos marrazos, golpes de marra, de maza de herrero, como si en vez de moler los estados de ánimo de la buena gente se pretendiese forjar el acero más irreductible, y como si las personas, en vez de seres sensibles, fuesen yunques de fragua capaces de aguantarlo todo.
Por si no hubiese sido un golpe suficientemente fuerte la desaparición de un niño de ocho años, capaz de conquistar al mundo con su sonrisa y sus sueños de biólogo marino; como si no bastará con descubrir que las peores sospecha se habían confirmado y el pequeño Gabriel se había ido para siempre entre un cariñoso cortejo de peces multicolores; tal vez porque no bastaba con saber que el cuerpo de niño era transportado en el maletero de un coche, como un pescado todavía húmedo, por Ana Julia Quezada, la compañera sentimental de su padre; como si todo ello no fuese demasiado para conmover hasta a profesionales que, desgraciadamente, deben lidiar cada día con la muerte –algunos de los guardias civiles que detuvieron a la mujer que trasladaba el cadáver se abrazaron llorando al escuchar la palabra “afirmativo” que confirmaba la peor de sus hipótesis-, ahora se investiga si la detenida tuvo algún tipo de participación en la muerte de su propia hija, de cuatro años, que falleció tras caer desde un balcón, en Burgos.
Hay que esperar que se conozcan los resultados de la autopsia para saber cómo murió Gabriel y descubrir pistas sobre quién lo mató. Hay que esperar y, después de tantos y tan tremendos golpes, no resulta descabellado esperarse lo peor.
Las sinrazones del porqué lo mató sólo podrá darlas quien le asestó el golpe mortal al ‘pescaíto’; un ‘pececillo’ que, en doce días de ausencia, se abrió un hueco en el corazón de millones de personas.
Todo está pendiente de esa autopsia que amenaza con seguir golpeándonos a todos tanto en las tripas como en el asombro y que, al cerrar el caso de la desaparición, muerte y hallazgo de Gabriel en Almería, si es que lo cierra, puede abrirnos las puertas de otra muerte infantil en Burgos.
Si Ana Julia Quezada sabía que Gabriel estaba muerto, quizá desde el día de su desaparición, ¿cómo pudo mantenerse serena ante la madre del pequeño, ante la Guardia Civil y ante todo el mundo durante doce días?
Vivimos a golpes, pues son muchos los golpes que nos da la vida, y se dice que un solo golpe es la muerte, pero no siempre es así. Hay veces, como en el caso de Gabriel Cruz, que en paz descanse rodeado para siempre del cariño de todos, que la muerte da muchos golpes, muchos.
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