OPINIÓN: Es normal que los pacenses tengan miedo

En el día de ayer miércoles, 19 de septiembre, el partido local Badajoz Adelante (BA) se hacía eco de varias imágenes que no han dejado indiferentes a nadie: una excavadora procedía a destrozar parte de la barbacana árabe de la Alcazaba de Badajoz, de momento, unos 6 metros.

7Días se hacía eco de una nota de prensa enviada desde BA a los medios donde alertaban de los hechos. Posteriormente y ante el gran revuelo originado en la ciudad, concejales y el propio alcalde intervenían en las redes sociales informando que “estas obras” se enmarcan dentro de la “restauración de la Puerta de Capitel”, que como hemos podido comprobar todos, ya han dado comienzo sin previo aviso.

La sorpresa para el partido de Antonio Manzano fue mayúscula, pues el estreno de las obras estaba consistiendo en aproximar una excavadora a la muralla, para con su enorme potencia derribar parte de la barbacana que allí se encuentra.

Rápidamente ponían el grito en el cielo por considerar que esta no es forma de proceder a rehabilitar un monumento nacional que goza de gran protección y valor, y que tras Puerta de Palmas, seguramente sea el más querido por todos los pacenses.

De hecho, es parte del escaso patrimonio que aún perdura en Badajoz y del que sentirnos orgullosos, tras las atrocidades que los políticos han venido infringiendo durante los últimos años.

Y es del todo comprensible que los pacenses hayan reaccionado enérgicamente, que pidan explicaciones, dimisiones, que paralicen la obra antes de saber qué ocurrirá con este tramo de la Alcazaba, pues desgraciadamente, los antecedentes cercanos son cuanto menos para estar intranquilos:

Durante los últimos años hemos asistido a las chapuzas realizadas en la Puerta de Trinidad, restaurada, derrumbada y vuelta a restaurar para un resultado final que deja mucho que desear; hemos asistido a cómo cargarse con un millón de euros uno de los baluartes que forman parte del conjunto amurallado: el de la Trinidad; hemos asistido en cómo han convertido un fuerte (que si antes no llegaba al de Elvas a la altura de la rodilla, lo han dejado a la altura de la uña del dedo gordo del portugués); hemos asistido a la simpática restauración de la Torre de los Acevedos; y varios años antes: a las controvertidas restauraciones de Puerta de Palmas, Torre de Espantaperros o la propia Catedral.

Eso sí, como en todo desaguisado hay excepciones, los pacenses acogieron de buen agrado las sucesivas restauraciones que ha experimentado la Plaza Alta y la realizada en el Hornabeque de Palmas, ambos enclaves necesitados ya de una manita por encontrarse deteriorados ante la falta de mantenimiento.

Con todos los antecedentes que ha sufrido el Patrimonio pacense, es normal que la paciencia del ciudadano se agote, se vuelvan reaccionarios y se posicionen para que con la Alcazaba no vuelvan a ocurrir las tropelías sufridas por el resto de monumentos.

Y habrá que estar muy pendientes a las venideras “restauraciones”: de qué manera volverán a empedrar el malgastado suelo de la Plaza de Cervantes, cómo rehabilitarán lo que queda pendiente en la Alcazaba, qué harán con el Parque de la Legión, qué modificaciones sufrirá el Hospital Provincial, que ocurrirá con los restos arqueológicos encontrados en El Campillo, cuándo comenzará la archiprometida restauración de las traseras de la Catedral o la segunda fase del Convento de las Adoratrices,…

De momento y con la Alcazaba los pacenses han dicho ¡Eh quietos!, “no vamos a permitir más inocentadas, ocurrencias y destrozos con algo que es nuestro valor más preciado”.

Lo más sensato es que en vez de verse obligados a intervenir en las redes sociales para explicar los porqués de una excavadora destrozando parte de la barbacana árabe, sin previo aviso, hubieran explicado con anterioridad qué piensan hacer con el dinero de todos en la Puerta de Capital y anexos, recordemos principal puerta de acceso al recinto almohade.