OPINIÓN: ¿Qué hacer con los árboles en Extremadura?
3 de Octubre de 2022
Más allá del factor estético que aporta un árbol en nuestras ciudades, existen otros muchos factores beneficiosos en el aporte que brindan tan generosos, estos tímidos y a la vez atractivos seres vivos.
Fue en el año 1785, que el historiador Antonio Ponz describe en su libro “Viajes por España”, la lamentable desfiguración del conjunto de olmos del Paseo del Prado de Madrid, debido a podas inadecuadas en los árboles, a los que el autor asemejaba a “patas de araña”.
Hace poco, hubo un revuelo mediático, promovido por los ciudadanos en la ciudad pacense, a raíz de una "reestructuración" urbanística en la avenida Carolina Coronado de la capital. Desde distintas asociaciones y colectivos en defensa del medio ambiente, se reivindicaba la defensa de un conjunto de frondosos árboles situados en la mediana existente en dicha avenida, y que dotaban de cierto carácter nostálgico de otra época.
Desde el ayuntamiento se justificó la "mala salud" de los árboles; que: “hacían peligrar el trasiego de viandantes y circulación viaria”. A pesar de las convocatorias ciudadanas efectuadas en el lugar, poco se consiguió en un premeditado a la vez que ambicioso plan de "remodelación" urbanística de la zona, y en concreto de sus jardines.
De aquella frondosidad de la avenida, hoy puede apreciarse un sembrado extensible de rosales, a lo largo de toda la arteria.
No hace mucho, también supimos a través de los medios de la encomiable defensa a favor de un emblemático y centenario árbol, por parte de la sociedad hispalense; refiriéndome al vetusto ficus traído de Puerto Rico a Sevilla por los Padres Dominicos en 1913, estando anexionado a la iglesia trianera de la calle San Jacinto.
A pesar del avanzado estado en el proceso de tala por parte de los bomberos de la ciudad, la presión mediática consiguió a través de orden judicial paralizar la intencionalidad del ayuntamiento, que alegaba que las raíces de la enorme planta, estaban afectando a la cimentación del templo.
Lo cierto es que hay mucha ignorancia en cuanto a los cuidados particulares que requiere cada árbol. Antiguamente, se podaba porque "era la época", sin tener en cuenta las necesidades vitales exigentes en la planta, y en un intento de "domesticar" la naturaleza a nuestro antojo.
Pero…, ¿Puede una poda inadecuada perjudicar al árbol? La respuesta es sí.
La poda inadecuada puede crear daños duraderos o incluso acortar la vida del árbol, debido a que cada corte tiene el potencial de cambiar su crecimiento. No se debe quitar ninguna rama sin una razón comprensiblemente lógica. Las razones comunes para la poda son eliminar ramas muertas, mejorar la forma o reducir el riesgo, si este existe. En la ejemplarizante realidad, vemos como en la basta naturaleza, los árboles viven sanos, a pesar de que nadie los poda.
Bien pudieran parecer antagónicas las palabras “árbol” y “ciudad” en el proceder de la mayoría de los consistorios españoles. Los alcaldes de muchos municipios, parecen ser los “villanos” enemigos de los árboles, por como el visitante puede observar atónito ese “maltrato” en la amputación de la flora de una ciudad. Las causas son complejas:
• Bien porque los árboles se caen, (carentes de salud o debido a temporales),
• Podas o talas incontroladas y sin sentido aparente, o porque la prioridad es construir a posteriori.
• Porque no existe un equilibrio entre árboles que desaparecen y árboles nuevos que se plantan.
• Quejas de ciudadanos en cuanto a la suciedad de hojas o frutos que entorpecen el tránsito peatonal. (y que a muchos ediles les viene “de lujo” para recortar en mantenimiento y limpieza).
• Corte de ramas que obstaculizan la circulación de vehículos, etc.
Terminar con estas discusiones pasa por desarrollar una correcta gestión y disponer en cada localidad de un plan director en seguimiento de sus arbolados y facilitar así, una más aclaratoria información al ciudadano.
Estamos obligados a convivir en concordia con los árboles, no porque sean bonitos y vistan nuestras calles, pues nunca han sido parte del “mobiliario urbano”, ya que gozan de vida al igual que nosotros.
En Extremadura precisamente, es donde más debíamos de incidir en “mimar” a este, permítanme denominar: “colectivo verde”. Es necesario potenciar la calidad medioambiental de nuestras ciudades con el incremento (que nunca está en demasía), de árboles, y actualizarnos en nuevos conceptos en pro al medioambiente, como la llamada: “arquitectura bioclimática”, tan de moda en muchas ciudades europeas.
¿De qué se trata?
De utilizar el recurso de la vegetación para aislar, crear ambientes cómodos a los ciudadanos, neutralizando impactos constructivos y minimizando el uso de energías. Una muestra de ello, es la implantación cada vez más frecuente de jardines verticales y azoteas ajardinadas, que son perfectos como aislantes térmicos naturales.
El árbol debe tener el mayor número de hojas posibles, ya que son las encargadas de filtrar el aire y aportar la renovación de nuestro maltratado oxígeno, de atmósferas contaminantes como la polución continua, que emanan miles de vehículos.
Pero existe una causa alegada por los ayuntamientos. Si el número de árboles es excesivo, las ramas se rozan y entran en las viviendas, lo que obliga a podar cada cierto tiempo. Y, por consiguiente, tener en cuenta que, ese año que se pode, el número de hojas será menor, como menor la calidad medioambiental. Además, los cortes terminan generando pudriciones en ramas y tronco, y con el tiempo esto se traduce en riesgo de caída de ramas. La solución no es plantar más, algo que agrava el problema futuro, sino gestionar y seleccionar bien la especie para retrasar o hacer innecesaria la poda. Es mejor plantar 60 árboles que crezcan bien, con muchas hojas y que no requieran mantenimiento, que plantar 90 que haya que podar.
En unas poblaciones de nuestra tierra, en las que somos casi siempre “galardonados” en los pronósticos del tiempo como los focos de temperaturas más altas en todo el mapa, creo que va siendo hora de replantearse echar mano de este generoso aliado contra este problema de salud, como es el exceso de calor, y que, en muchos otros puntos de la geografía, ya se empieza a tener en cuenta, disminuyendo considerablemente la asfixiante temperatura provocada por el cambio climático.
Se tiene constatado que los árboles, ayudan a descender la temperatura del que llaman: “efecto isla de calor”; que se produce en núcleos urbanos debido al hormigón, el asfalto y otros materiales que absorben calor. Si las especies plantadas son las adecuadas, la temperatura puede llegar a descender entre un 20% y un 40%. Los árboles pueden reducir unos 10 grados la temperatura mediante la evapotranspiración, captando CO2 y emitiendo vapor de agua. Además, nos proporcionan más zonas de sombra, ayudan a limpiar el aire y hacen las ciudades lugares más agradables.
¿Quién no se ha sentido agradecido en el paseo bajo un sol intenso, el toparse con una calle o avenida repleta de árboles que le han acompañado y servido de quitasol, aliviando su fatiga? Yo sí soy de esos agradecidos, créanme.
Y es que Extremadura no puede permitirse estar ajena al beneficio que aportan los árboles en nuestras calles y ciudades. Hacen falta compromisos serios por parte de la administración, que amortigüen las cada vez más elevadas temperaturas superables a cuarenta grados, con la implantación de cada vez más trayectos en sombra para el transeúnte.
Hay que reivindicar desde la ciudadanía extremeña, un mayor compromiso medioambiental y ecológico en el respeto de seres, que, en algunos casos, llevan en el mundo mucho antes que nosotros. Los árboles son sin ningún género de dudas, nuestros mejores doctores. La salud pasa por ellos hasta nosotros, sobre todo, en una tierra cada vez más árida, debido a la desertización del terreno.
Gracias a corroborados estudios, ya ha quedado demostrado que los núcleos donde su masa vegetal es mayor, suelen ser más propensos a precipitaciones, mediante la evapotranspiración, donde los árboles devuelven el 70% de la lluvia que cae sobre ellos y generan una mayor cantidad de humedad en comparación con otros entornos naturales como, por ejemplo, los océanos. Creando esos climas húmedos semejantes a tropicales, cuyo ejemplo, tenemos aquí en España las regiones norteñas de la cornisa cantábrica. ¡A por ese pulmón verde para Extremadura!
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