Puigdemont ya tiene su “tormenta perfecta” para romper con España
2 de Octubre de 2017
El 1 de octubre de 2017 quedará grabado en la historia de España como el día en que una parte de los catalanes hicieron un daño irreparable al resto del país.
No es de recibo que los españoles hayamos pasado décadas y continuemos permisivos en cuanto a los reiterados privilegios concedidos por sucesivos gobiernos a esta comunidad española del noreste. Española al menos de momento.
Escenas bochornosas de cargas policiales, otras de cargas ciudadanas contra la Guardia Civil, algunas en las que pudo verse a unos Mossos como cómplices necesarios de lo acontecido ayer e incluso violentos con la Policía española.
Un escenario propicio para “legitimar” el referéndum o simulacro. Cabe destacar las imágenes difundidas de votantes que han depositado la papeleta en varios colegios electorales o personas introduciendo el voto a puñados en urnas ubicadas en parques y descampados.
Este cúmulo de situaciones ha originado la tormenta perfecta para que Carles Puigdemont anunciara ayer domingo a las 22.30 horas, acompañado de su núcleo duro, la declaración unilateral de independencia que se va a producir en los próximos días.
El independentismo ha generado un caldo de cultivo de victimismo ante el mundo, a la caza del apoyo internacional, la espiral secesionista de un pueblo que ha querido transmitir una imagen de padecimiento, hostigamiento y represión que dicen sufrir del resto de los españoles, una falsedad manifiesta.
Antes de llegar a esta ruptura y durante años, los sucesivos gobiernos del Estado se ponían de perfil ante el adoctrinamiento infringido por los medios de comunicación afines al régimen secesionista, o ante la “fabricación” de una generación de independentistas que ayer pasaron por esos colegios electorales tan poco ortodoxos.
La República de Cataluña parece inminente y ante una hipotética convocatoria de Elecciones Generales -unos comicios que probablemente no castigarán la corrupción, la crisis o el desempleo- que tendrían el trasfondo secesionista de un país roto en pedazos con una herida mortal que se antoja incurable.
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