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OPINIÓN: Cómo sobreviví al terremoto de México

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21 de Mayo de 2019

OPINIÓN: Cómo sobreviví al terremoto de México

Ya hace casi dos años que sobreviví al terremoto de Puebla de septiembre 2017, ese que me puso los pelos de punta y me hizo mirar directamente a los ojos de la muerte. Ese mismo por el que pasé cinco días sin volver a casa para ayudar a todos los que no podían levantarse.

No llamé a casa, era demasiado tarde para avisar a mi familia de España, yo estaba realizando mis prácticas profesionales en México, no podía asustarlos, decirles que mi edificio podría derrumbarse, que la posibilidad de una eminente replica me impedia conciliar el sueño.

Prefería callar, había demasiados escombros, humo, polvo y tragedia como para pronunciar que todo iba bien.

Recuerdo con mucho temor ese día porque fue el mismo en el que hacía 32 años que morían miles de personas a causa de otro gran seísmo. Fíjate la casualidad que hacía hora y media aproximadamente habíamos practicado un simulacro de terremoto en conmemoración a ese dramático 19 de septiembre, y como no, se repitió la historia, aunque nadie lo preveía.

Las ventanas se movían, el ruido era tan fuerte como 100 camiones poniéndose de acuerdo para pitar y chocar entre ellos en la misma calle, los edificios se tambaleaban como si fueran de goma, y nosotros buscando una salida, pensando en como podíamos salir vivos.

El horror, el miedo, la frustración, la tensión.... Todo junto, en una mismo alma. Junto a mis comapañeros de trabajo y de la universidad nos afincamos en una antigua casa de cambios reformada como vivienda, cuyos robustos muros nos daba la seguridad que necesitabamos. Nos apoyábamos unos a otros, era la única manera de que los nervios, la tensión y el panorama que se vivía en las calles no nos sobrepasará.

En el escaso kilómetro y medio que nos separaba de aquel domicilio encontramos a miles de personas dispuesta a ayudar a sus compatriotas, levantando toda clase de escombros, a pesar de que su cara expresaban terror por no volverse a encontrar con aquellos a quienes amaban.

Ahora me tocaba a mí y a mis compañeros ayudar y avisar de que todo iba bien. Las empresas y la facultad de México se pusieron en contacto con nosotros de forma inmediata para corroborar que estábamos estables. Solo nos faltaba que nuestra universidad en España nos llamara para poder hacer llegar a nuestras familias y amigos un mensaje de tranquilidad. Esperamos días, la llamada no llegó hasta 72 horas después. Horas de tensión, miedo y desasosiego, pero prefiero recordar las cadenas humanas que repartían alimentos entre quienes se habían quedado sin casa, los puños levantados pidiendo el silencio que los especilistas necesitban para encontrar sobrevientes entre los escombros y la ayuda incansable que nadie dudaba en ofrecer a pesar de la lluvia ocasional y el cansancio fisico y emocional. 

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