Las aplicaciones de control no evita el acceso de los menores al porno
3 de Septiembre de 2019
Según la investigación 'Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes', la edad de acceso a la pornografía en España se ha adelantado a los ocho años, y se generaliza a los catorce.
Sin embargo, “aunque a los ocho o nueve años pueden acceder a contenidos pornográficos, no suelen fijarse demasiado en ellos. Es a partir de los diez u once años cuando empiezan a mirar activamente y sobre todo cuando llegan a Secundaria, a partir de los doce años”, explica José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
En cuanto al modo de acceso, internet es su principal puerta de entrada: tres de cada cuatro adolescentes consumen pornografía por la red. Entre otras razones, porque muchos de los menores tienen la red a un alcance inmediato. Según una encuesta del INE, el 85 % de los niños de diez años o menos tiene acceso a internet, y uno de cada cuatro dispone de su propio teléfono inteligente.
Este escenario es el que ha llevado al auge de las aplicaciones de control. “Ahora existen ya muchas aplicaciones de control parental y cerca de cien millones de familias en todo el mundo las utilizan, lo que supone, por otra parte, un volumen de negocio considerable”, señala el autor de El blog de José Ramón Ubieto.
Sin embargo, el hecho de instalar estas aplicaciones no garantiza que los menores no puedan acceder a contenido inapropiado. “Muchas de ellas son herramientas inventadas, en un inicio, para localizar teléfonos robados que terminan siendo instrumentos de vigilancia de los hijos. A veces con conocimiento de estos, y otras de manera oculta. Estos sistemas de control parental pueden ser una ayuda, pero hace falta que los padres acompañen a los hijos, que se involucren en su apoyo", afirma Ubieto.
Además, aunque considera que las aplicaciones de control parental son útiles a edades tempranas, también cree que no hay ninguna que pueda igualar el control parental que tiene lugar con la presencia directa y personalizada de los padres.
“Una madre nos confesó que su hijo tiene instalada una aplicación en el móvil que permite geolocalizarlo. Esto no ha impedido que en más de una ocasión haya dejado el dispositivo en un lugar y haya salido de fiesta con otro aparato liberado. Cuando ella lo descubrió y se lo reprochó, él no dudo en contestarle si lo había confundido con un preso de extrema seguridad”, cuenta Ubieto.
La vigilancia y el castigo por sí mismos no suelen dar muchos resultados: es necesario que, además de las aplicaciones de control, los padres acompañen, expliquen y hablen a los menores sobre el uso y el contenido al que pueden acceder.
ENCUESTA
Enseñarles a usar las redes, haciendo que ese uso sea responsable, es el único medio para evitar que sigan subiendo cifras como las de la Encuesta sobre hábitos de uso y seguridad de internet de menores y jóvenes en España, llevada a cabo por el Ministerio del Interior.
Esta encuesta reveló que el 15 % de los padres sabía que sus hijos habían visto contenidos que los habían hecho sentir incómodos durante el último año. Cuando se les preguntó por el tipo de contenido que no tendrían que haber visto, los dos más mencionados fueron imágenes sexuales explícitas y contenidos violentos.
Según Ubieto, siempre hemos buscado a los iguales para no hablar de determinados temas con los adultos. En este sentido, “dirigir sus demandas a otro algo más anónimo, el otro digital, es una vía habitual. El riesgo actual es que esta vía aparezca como la única”, afirma el autor del libro Del padre al iPad. Familias y redes en la era digital.
El acceso a pornografía no es el único peligro del uso de internet sin control parental por parte de menores. En su informe 'Los niños y niñas de la brecha digital en España', Unicef alertaba de otros riesgos relacionados con el uso de la red entre niños y adolescentes. Entre ellos, el acoso sexual. Según el informe, casi la mitad de las menores en España (42,6 %) sufre algún tipo de violencia o acoso sexual en internet, mientras que entre los chicos la cifra es del 35,9 %.
En el mismo sentido se pronunciaba la Fundación ANAR, que en su estudio Evolución de la violencia a la infancia y adolescencia en España según las víctimas afirmaba que prácticas como el grooming (adultos que se hacen pasar por menores para chantajearles) y el ciberacoso se han multiplicado por cuatro en la última década.
De nuevo, la manera de evitarlo es acompañando a los menores en el uso de las nuevas tecnologías. “La única forma de atenuar los posibles efectos nocivos es acompañarlos en el uso de estas plataformas. Enseñarles a usarlas, charlar con ellos, no sobre aspectos técnicos, sino sobre el uso ético que se tiene que hacer, que implica la responsabilidad de nuestros actos. Esto requiere, sin duda, una supervisión porque esta tecnología tiende fácilmente a la alienación del usuario, y todavía más si los usuarios son menores y vulnerables”, concluye José Ramón Ubieto.
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