Los puntos cardinales escritos en la tierra extremeña
18 de Marzo de 2019
Extremadura está llena de brújulas abandonadas. Son brújulas milenarias, con unos 5.000 años de antigüedad, pero siguen funcionando.
A veces han sido llamadas casas de brujas, pero no son casas de brujas, son brújulas. Brújulas de piedra. Brújulas muy especiales, pues no se alinean con el Norte o con el Sur, como las brújulas ordinarias. Estas brújulas extremeñas, y todas las que hay en los cerrillos y áreas diáfanas de la vertiente atlántica, desde el norte de África hasta los campos de Francia, marcan el Este. Y lo hacen con una precisión astral, sin adelantos ni atrasos.
Estás brújulas han sido utilizadas como refugios para las personas y para el ganado, como canteras -desgraciadamente- para construir paredes y empedrar suelos y como cofres del misterio y manantiales de leyendas, para entretener la imaginación.
‘AQUÍ ESTAMOS NOSOTROS’
Pero esas casas de brujas o de brujos, de druidas y de magos celtas, que estos y más nombres han recibido, fueron construidas con otra finalidad muy distinta. Se levantaron para ser sepulcros colectivos y como demostración para los vecinos de que sobre aquel cerro, en aquella ladera o en la llanura existente al lado de tal río habitaba una tribu tan poderosa, con tantas personas, que podía permitirse el lujo y la ostentación de construir un dolmen con piedras que, la mayoría de las veces, pesaban varias toneladas y tenían que ser arrastradas durante un largo trecho.
EL ESTE COMO GUÍA
Los dólmenes, cementerios colectivos usados durante miles de años y símbolos de poder, se construían con el acceso apuntado al Este. Y apuntando con tanta precisión que el primer rayo del sol de cada equinoccio entrase por ese acceso y se reflejase en el fondo de la tumba.
Se llama equinoccio al momento del año en el que el día y la noche duran el mismo tiempo. Ocurre dos veces cada año: el 20 o el 21 de marzo y el 22 o el 23 de septiembre. Son, respectivamente, el equinoccio de primavera y el de otoño.
Se le han dado varias interpretaciones al hecho de que el sol entre hasta el fondo del sepulcro en determinados días del año. Podría tener la finalidad práctica de alumbrar la cámara sepulcral en ceremonias que se celebrasen precisamente esos días; o tal vez, simbólicamente, la intención de llevarles la luz del sol, fuente de vida, a los parientes enterrados en el túmulo, en un intento de ayudarles a seguir viviendo, aunque fuese bajo toneladas de piedras y de tierra.
DE CRUCIAL, EN LA PREHISTORIA, A CURIOSIDAD
Aunque no ocurre en todos los dólmenes -en el conjunto megalítico de Antequera apuntan al Oeste, a la Peña de los Enamorados, lugar en el que hay importantes restos prehistóricos- en cualquier caso, lo que para los constructores de los megalitos parecía tener una importancia crucial, en el 99% de los dólmenes la puerta de entrada está al Este, para la sociedad actual se ha convertido en una curiosidad que hasta puede seguirse por Internet y a través de las redes sociales.
DESDE LÁCARA CON SOL
“En la madrugada del día 20 de marzo, el equinoccio de primavera será retransmitido en directo desde el dolmen de Lácara, en La Nava de Santiago (Badajoz), a través del canal sky-live.tv. Es el único día del año, junto con el equinoccio de septiembre, en el que el sol sale por el Este y se esconde por el Oeste”, anuncia la Junta.
El sol siempre, siempre, siempre sale “por el Este y se esconde por el Oeste”, pero el punto exacto varía, por eso hay días y horas en los que los rayos solares llegan hasta el fondo de las cámaras sepulcrales prehistóricas, cuyo acceso es reducido, y otros en los que no ocurre ese emocionante fenómeno.
El dolmen de Lácara destaca por su impresionante tamaño. Su corredor de acceso es gigantesco. Fue declarado monumento nacional en 1931. Está cerca de Mérida y no es difícil llegar hasta él.
EL SOLSTICIO, EN ALMENDRALEJO
Pero el fenómeno del sol entrando en los sepulcros megalíticos también puede observarse en otros cementerios prehistóricos extremeños, como en el de Huerta Montero, en Almendralejo. En este caso se trata de un túmulo de falsa cúpula por aproximación de hiladas de piedras relativamente pequeñas, no de bloques enormes, y el enterramiento está orientado al sur, por lo que el sol llega hasta el fondo de la cámara durante el solsticio; es decir, en ese momento del año en el que el día o la noche alcanzan su mayor duración. Ocurre dos veces cada año: el 20 o el 21 de junio, solsticio de verano, y el 21 o 22 de diciembre, solsticio de invierno.
Los hombres de la antigüedad observaron ese fenómeno y lo reflejaron en sus construcciones funerarias. Muchos siglos después, la Iglesia Católica también dejó constancia de ello situando en el solsticio de verano la festividad de San Juan Bautista, el precursor que bautizó a Cristo, y el nacimiento de Jesús, en el solsticio de invierno, cuando los días, o lo que es lo mismo, la luz, empiezan a aumentar.
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