Olivares vivos, el modelo agrícola que puede recuperar el alzacola rojizo
18 de Octubre de 2022
La principal amenaza para el alzacola rojizo es la intensificación de cultivos tradicionales como el olivar o el viñedo
En los olivares demostrativos de Olivares Vivos se han duplicado las parejas nidificantes de esta especie. Sin embargo, el análisis de los últimos censos de alzacola rojizo revela un declive generalizado en todos los territorios que ocupa y donde no se ponen en marcha medidas agroambientales como la recuperación de cubiertas vegetales y la reducción de plaguicidas
Rubén Tarifa, investigador de la Estación de Zonas Áridas (EEZA) del CSIC y técnico de Olivares Vivos, asegura que las prácticas agroambientales desarrolladas en este modelo son “positivas para el alzacola rojizo, ya que uno de los principales factores de su declive es la eliminación de las cubiertas vegetales y el uso de plaguicidas y fitosanitarios, que reducen las poblaciones de insectos, principal alimento del alzacola. Por ello, la buena gestión de la hierba del olivar, así como el uso responsable de fitosanitarios, sólo para tratamientos necesarios y muy específicos, están incidiendo de forma muy positiva en la recuperación de las poblaciones de especies de aves, como por ejemplo el alzacola”.
En la actualidad, la principal amenaza para el alzacola rojizo es la intensificación agrícola: el uso abusivo de pesticidas y la realización de labores mecanizadas frecuentes, que reducen la cobertura herbácea con la consecuente desaparición de los insectos, su principal fuente de alimento. Asimismo, en los últimos años, se ha producido una sustitución de olivar tradicional por otras tipologías mucho más densas (intensivo o superintensivo), mucho más productivas, pero que no reúnen las condiciones para acoger la misma biodiversidad que alberga el olivar tradicional.
Finalmente, la homogeneización del paisaje y la pérdida de vegetación arvense, algo también propio de la intensificación agrícola, afecta de igual manera a la habitabilidad de estos espacios por el alzacola y otras especies faunísticas, debido a la falta de alimento y refugio.
Esta especie migratoria, con invernada en el sur del Sáhara, pasa la primavera y el verano principalmente en viñedos y olivares ubicados en el valle del Guadalquivir, la parte baja del valle del Guadiana y el sureste ibérico. En el caso de los olivares, se decanta mayoritariamente por los tradicionales, que son precisamente aquellos en los que desarrolla su actividad Olivares Vivos.
Olivares Vivos: un cambio necesario
En colaboración con el Grupo de Trabajo Nacional del Alzacola Rojizo y la Universidad de Alicante, muestra un gran declive en su población. El censo, dirigido por el investigador López-Iborra en 2021, proporciona una cifra de unos 17.000 alzacolas, de los cuales Andalucía acoge al 70% y Extremadura al 28%. La comparación con la estima de población realizada en 2004 por Javier Seoane, 2005, revela un declive generalizado en todas las regiones, siendo la reducción para el conjunto de España del 94,8%.
En este sentido, Francisco Javier Pulpillo, secretario de la Sociedad Ibérica para el Estudio y la Conservación de los Ecosistemas (SIECE) y coordinador del Equipo Alzacola, explica que las poblaciones de alzacola rojizo que han detectado son grupos que se mantienen en la misma zona. “Todos los olivares en los que tenemos a estos grupos localizados presentan características en su gestión muy semejantes a las que promueve Olivares Vivos. Básicamente, olivares con poco o ningún uso de fitosanitarios, cubiertas vegetales con buenas poblaciones de insectos y, sobre todo, hormigas. Las hormigas no dañan al olivar, sino todo lo contrario. Recolectan semillas y crean porosidad en el suelo favoreciendo la infiltración. Y, al respecto, Olivares Vivos ha demostrado que las poblaciones de insectos se incrementan en las fincas en las que se lleva a cabo su modelo”.
y sí mejora la rentabilidad de las fincas, ya que reduce su dependencia de fertilizantes o plaguicidas, adecúa el olivar a los requerimientos ambientales de las políticas agrarias y, sobre todo, integra el valor añadido de la recuperación efectiva de biodiversidad en el AOVE. Para obtener este valor añadido se ha elaborado un reglamento de certificación verificado por AENOR y un sello reconocible por los consumidores que mejora el posicionamiento de los aceites en el mercado.
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