OPINIÓN: De nuevo ante las urnas
9 de Noviembre de 2019
No sé si fue la ambición de poder desmedida de algunos lo que les llevó a la temeridad y a la irresponsabilidad, o a ambas cosas a la vez, de forzar unas nuevas elecciones en momentos tan delicados como los que atraviesa España y la Unión Europea. El caso es que ahora, de nuevo, nos encontramos ante una contienda electoral, con un escenario más difícil que el anterior, en el que han crecido los problemas y permanecen, sin embargo, las actitudes de bloqueo a la formación de un nuevo Gobierno después del próximo domingo.
La derecha, por encima de las trifulcas que hayamos podido ver en esta campaña electoral, tiene muy claro que se unirá inmediatamente, si consigue un solo diputado más que el denominado “bloque progresista”, (aunque llamarle bloque de izquierda cada día cuesta más trabajo). Los ajustes de cuentas que pudieran producirse entre esa triple derecha, con el poder en sus manos, quedarían reducidos a desavenencias de familia que serían superadas con el reparto del pastel institucional, que suele amansar a las fieras.
El drama está en el mapa difuso de una progresía en la que hay una hidra con demasiadas cabezas hasta ahora incapaces de entenderse, ni siquiera viendo que hay un gran dragón dispuesto a devorarla si sigue distraída en sus disputas de poder.
Por una parte hay un partido socialista tradicional, devenido en socialdemócrata (aunque a veces no ha llegado ni a eso), al que está despertando un líder como Pedro Sánchez, a quien han intentado eliminar los guardianes de las esencias socialistas sin que hasta ahora lo hayan conseguido del todo. Está por ver si el nuevo líder será capaz de reformar a fondo una organización en la que conviven lo nuevos reformadores con un abanico de gentes ancladas en los aparatos de poder y en los vínculos con una vieja guardia que conoce bien la importancia de gobernar un país y tener todo controlado para conservar el poder.
Todavía hay que conceder a Pedro Sánchez el beneficio de la duda en cuanto a su voluntad de modernizar y consolidar el partido y el gobierno, a pesar de que le hayan marcado algunos goles las momias que se resisten a ser desplazadas por lo nuevos inquilinos de Ferraz. Y, sobre todo, porque, a mi juicio, no hay nadie mejor en estos momentos que pueda gobernar este país.
Por otra parte tenemos a Unidas Podemos, que va pegando saltos para atrás desde su nacimiento y se está dejando cada vez más pelos en la gatera. Lo que podía haber sido una alternativa a los partidos de la casta, entró en la senda de los partidos tradicionales en cuanto tocó poder, y empezaron las peleas y las purgas de los que estorbaban. De victoria en victoria hasta la derrota final, Iglesias sigue atrincherado en el aparato que ha creado a su imagen y semejanza, en espera de que voces críticas reaccionen y le hagan volver a sus orígenes o le desechen como un aparato irrecuperable. Mientras, parece dispuesto a seguir exigiendo a Pedro su gobierno dentro del gobierno, aunque haya que pesar los votos para ver cuántos kilos, y hasta gramos, de ministros le corresponden. Y ello será así salvo que alguna gente sensata, que creo que la hay en su partido, le diga a Iglesias que debemos ensayar la vía portuguesa antes de que llegue el desastre.
Por último tenemos el batiburrillo del independentismo, en el que habrá una parte más o menos razonable capaz de llegar a acuerdos. Otra que, a pesar de su radicalidad, también acabará pactando al ver que no se puede tensar más la cuerda de lo que se ha hecho hasta aquí. Y otra a la que le llegarán los juicios por la corrupción y acabará viendo que la herencia del pujolismo les arrastrará irremediablemente. Todo esto si hay un gobierno en España capaz de “envolver en el diálogo” esta tregua absolutamente necesaria por ahora. Porque si el Gobierno nacional lo pilla la derecha, con su mano dura, nadie sabe a dónde puede llegar esto del independentismo.
En conclusión, creo que es cierto que lo que se vota mañana es el Gobierno y el desbloqueo. Sé que también muchas cosas más, pero para que estas sean posibles primero tiene que haber Gobierno. Y, como siempre, en política toca escoger lo menos malo, ya que lo bueno rara vez existe. Por ello, consciente de los errores en que ha incurrido la izquierda, e incluso de las contradicciones, y hasta de la ineptitud de algunos de sus líderes más destacados, tengo muy claro lo que no quiero por nada del mundo: que vuelva una derecha reaccionaria (y meto en el paquete a las tres) que nos lleve directamente a los ciudadanos a lo que vengo llamando “la España de la mugre”.
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