OPINIÓN: Si Extremadura no se quiere, nadie la va a querer
25 de Mayo de 2019
Los extremeños tienen un arte que a los sevillanos se les queda corta la cosa. Extremadura huele a teatro, flamenco, jota extremeña, cachuela, migas, a Hernán Cortes, Pizarro, al Greco, a Extremoduro, Super Tennis, a Manuel de Blas, Maruchi León a Sara Gómez, y a tantos talentos de nueva creación.
Extremadura se siente como las intensas noches en el teatro López de Ayala viendo la obra ‘Esa Noche’, o una ópera, o la magnífica Orquesta. Emociona como cuando en los sueños más salvajes de los extremeños aparece un tren y sus vías están electrificadas. Y, Extremadura tiene, entre otras cosas, morriña de amor, cariño, mimos, apoyo, apego y sentimiento.
Debería haber una canción de estas que se escuchan en bucle, como las de Eurovisión, que hablara de sus dehesas, de las tardes al sol, de los olivares, de sus cuevas, de los lugares vírgenes, del verdor de sus campos, del sonido del agua en Robledillo de Gata, del Guadiana, de las altas murallas, o la extensa Alcazaba, del teatro romano y de tantos museos. Debería haber miles de poemas que hablaran sobre la luna y su reflejo en el río, del olor al amanecer cuando es verano o de los colores estridentes que lucen las bastas extensiones de hierba cuando la lluvia cae debilmente.
Los de fuera no saben lo que se pierden. Pero los de dentro tampoco saben lo que tienen. Menos mal que a los extremeños por más piedras que le tiren (o se tiren) a la cabeza saben hacer con ellas construcciones tan emblemáticas como ‘El Chozo’.
Es una pena que parezca que Extremadura solo tenga tres velocidades como el tren: lento, muy lento o parado, así lo decía el chiste de Chema Trujillo. Aunque le añadiría otra: la velocidad fugaz, sería esa en la que los cerebros talentosos, el arte extremeño, su castúo, su historia, su patrimonio se pierden. Muchos huyen y otras cosas se olvidan.
Y es que la historia demuestra que: una tierra se olvida cuando sus propios habitantes no recuerdan sus raíces, reniegan de su arte, pintan blanco y negro, no escuchan su voz y olvidan a esos, que encimas de unas tablas con su talento, reivindican lo que Extremadura siempre tuvo y ahora todos ignoran, su arte.
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