OPINIÓN: Vara, o cuando el capitán puede hacer que zozobre la nave
5 de Enero de 2019
El desastre del tren parecer ser la gota de indignación que ha colmado el insondable océano de la paciencia de quienes se sienten parte de Extremadura.
El escándalo es mayúsculo. La ciudadanía extremeña, irritada por lo que ha ocurrido, y está ocurriendo, dirige la mirada hacia su presidente regional y no encuentra en él ni siquiera un gesto ni una palabra que calme los ánimos de la población. No se aprecia que haga algo útil, eficaz y, sobre todo, creíble, para solucionar el problema. Parece un boxeador que acabase de recibir en la cara una tanda de golpes durísimos y tratara de mantenerse en pie agarrándose a las cuerdas del cuadrilátero. ¡Vara está grogui! ¡No comprende lo que le está pasando!
Si lo comprendiese, asumiría inmediatamente sus responsabilidades políticas y gubernamentales. Los extremeños le eligieron y le pagan el sueldo para solucionar sus problemas, para mejorar su vida, para que tome decisiones acertadas y eficaces, no para que un día tras otro se esconda o los machaque con obviedades seudofilosóficas.
Si Vara tuviese las ideas claras en estos momentos, se daría cuenta de que con su mala gestión ha metido a su partido y a sus co - militantes, simpatizantes y votantes en una ciénaga. En un charco inmundo, en un barrizal. Y, entonces, para salvarse él y salvar a quienes le siguen con los ojos cerrados, se iría a su casa. Renunciaría, al menos, a seguir optando a la reelección como presidente de la Junta.
No lo va a hacer porque eso supondría que es un buen político. Y Vara no es un buen político. Nunca lo ha sido. En la transición desde la dictadura hasta la democracia, en una etapa de tormentas políticas dentro del PSOE, Felipe González se marchó voluntariamente, abandonó la secretaría general del partido para volver con muchísima más fuerza unos meses después y gobernar España durante catorce años. Pero, claro, Felipe no tuvo nunca la altura política de Vara.
Para intentar salvar los restos del naufragio, a Vara podría apartarle de la carrerilla presidencial Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE. A fin de cuentas, Extremadura no tiene el mismo peso político dentro del partido que Andalucía. Además, no sería la primera vez que Sánchez haría algo así. En febrero del 2015, Sánchez obligó a Tomás Gómez, que había ganado las primarias para ser el candidato a presidir la comunidad autónoma madrileña, a renunciar a la candidatura y puso en su lugar a Ángel Gabilondo, que ni siquiera había concurrido a la selección. Y aquel descarrilamiento no lo originó un tren…; fue un tranvía! El tranvía de Parla.
Pero no creo que Pedro Sánchez repita en Extremadura aquella jugada. Bastante tiene él con lo suyo. Además, vale más pájaro en mano que conejo en la chistera.
A Vara se le podría apartar del cargo a través de una moción de censura. La oposición sabrá si hay motivos para ello, pero el Estatuto de autonomía está muy claro.
“Artículo 29. Moción de censura.
“1. La Asamblea de Extremadura puede exigir la responsabilidad política del Presidente de la Comunidad Autónoma mediante la adopción por mayoría absoluta de una moción de censura que habrá de ser propuesta, al menos, por un quince por ciento de los miembros de la Cámara e incluir un candidato a Presidente que presentará su programa alternativo”.
El 15 por ciento de 65 integrantes de la Asamblea son 9,75 señorías, por lo que sólo el PP, con 27 escaños en la actualidad tiene fuerza por sí mismo para presentar la moción de censura. Sin embargo, para ganarla tiene que contar al menos con el respaldo de Podemos. Los seis escaños del grupo morado sumados a los 27 del PP dan justamente la mayoría absoluta del Parlamento: 33 votos. Sólo con los dos votos del grupo mixto (Ciudadanos y Vox ex PP) no bastaría. Pues el PSOE-SIEX tiene 30 escaños.
Reunir los apoyos necesarios para que triunfe una moción de censura siempre es difícil y, si resulta indispensable que Podemos apoye al PP, parece definitivamente imposible, por la diferencias ideológicas, por las reticencias personales y por Pablo Iglesias que está en Madrid quemando etapas a rueda de Pedro Sánchez. Un Iglesias disfrazado de burgués con chalé en Galapagar y dispuesto hasta a abjurar de su fe bolivariana con tal de ser califa en lugar del califa.
Además, las mociones de censura, fíjese usted en el presidente Pedro Sánchez, pueden tener un coste político importante para quien las gana y, a cinco meses de las elecciones autonómicas y con el adversario convertido en monigote del pin pan pun, tal vez resulte más rentable sentarse en la puerta de casa a verlo pasar, ya despojado del coche oficial.
Esperemos que, si Vara vuelve a su puesto de médico forense, sea sin haberle hecho la autopsia a esta Extremadura que se desangra sin que nadie le ponga remedio. Así las cosas, quien únicamente puede sentenciar a Vara es el electorado. En mayo, como más tarde, tiene que haber elecciones y le corresponde al electorado decidir si Vara debe continuar, porque lo está haciendo bien, o debe irse a su casa porque lo hace mal y ha fracasado.
Las urnas son las portavoces de la soberanía popular y hablarán. Claro que hablarán.
No obstante, las próximas elecciones, tanto las autonómicas como las municipales y las generales, van a ser muy especiales. Hay tantos factores en el bombo de los premios que conseguir uno o dos escaños podría bastar para tener la llave de las instituciones y de los golosos cargos. Nunca, hasta ahora, un ramillete de votos podría dar tanto poder.
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