OPINIÓN: Entre el ayer y el mañana de Extremadura
26 de Febrero de 2018
Tender la vista atrás, en esta tierra de extremos, se hace necesario para ver de dónde venimos y hacia dónde vamos. De un caciquismo brutal y grosero fuimos pasando a otro, revestido de democracia, en el que se acometen acciones políticas a veces más duras que las que realizaba el propio franquismo.
Ahora, la corrupción generalizada se enseñorea en una sociedad que llamamos global, en la que ya no valen los análisis tradicionales. Ahora las decisiones se toman a unos niveles y en unos centros de poder que escapan a nuestro control, pero sigue habiendo un centro y una periferia. Unos territorios urbanos que hacinan y concentran a poblaciones inmensas, en las que mucha gente malvive, mientras otras zonas pierden a sus habitantes y siguen jugando el papel de territorios para la contaminación, mendigando lo que otros no quieren con el señuelo de los puestos de trabajo.
Parece como si esa dicotomía entre lo rural y lo urbano estuviera condenada a que eso que llaman desarrollo tuviera que concentrarse, fatalmente, en los grandes centros burocrático-industriales, con el desprecio permanente de los recursos naturales de territorios donde la vida sería mucho más placentera, equilibrada y grata para la mayoría de la gente.
Todo el mundo habla de la emigración que sangra a comunidades como la extremeña; aunque pocos hurgan en que esa emigración esta orquestada por un modelo de desarrollo y por un sistema basado en la estupidez, el despilfarro y la especulación. Todos sabemos que el triángulo mafioso del tráfico de armas, droga y prostitución, arropado por los paraísos fiscales que sostienen los gobiernos, las multinacionales y algunos grandes bancos, son los responsables de todas las injusticias y desigualdades que nos rodean, y del éxodo de refugiados que producen las guerras y el hambre, en un holocausto que deja pequeño a los que ya produjeron las dos grandes guerras mundiales.
Pero ¿quiénes se atreven a denunciarlo con contundencia, sabiendo que en esta ‘sociedad de la información’ estamos todos controlados hasta límites que ni siquiera podíamos imaginar?
Quisiera uno creer que hay una pugna entre ese capitalismo salvaje y neoliberal y otro, más civilizado, que intenta poner un poco de orden en esta sociedad abocada a los grandes desastres, del que el cambio climático es la mayor expresión de hasta dónde puede llegar la irracionalidad y el afán desmedido del beneficio de unos pocos a cualquier precio.
Mientras seguimos cada día las noticias de esa pugna política entre los países que controlan el mundo, hemos de seguir también la pequeña política de nuestros territorios, siendo conscientes de la presión que ejercen los grandes centros de poder en lo que concierne a nuestra decisiones en el uso de nuestros recursos y en el modelo de desarrollo por el que queremos transitar.
Y también en comunidades como la nuestra tenemos a representantes de ese capitalismo despiadado con las clases trabajadoras y la utilización del territorio como soporte de contaminación, y de ese otro capitalismo más civilizado, que aspira a cambiar el modelo de desarrollo y la creación de trabajo para todos, sin destruir las fuentes de riqueza y la belleza de una vida más equilibrada, en la que los habitantes puedan disfrutar, sin estar abocados a una emigración cada día más aberrante.
Si antes nos ofrecían papeleras, centrales nucleares, minería del uranio y contaminación de nuestros ríos y nuestros suelos, ahora vuelven a las andadas con nuevas minerías a cielo abierto, que abandonan dejando a su paso la mayor devastación, en cuanto transcurre el período de especulación previsto. Y todo ello con los mismos procedimientos de oscurantismo y ocultación de información, buscando a sus aliados entre empresas fantasmas nativas, o entre los gobiernos e instituciones que revistan de legalidad la implantación de estos proyectos.
Todo ello ayudado por unos medios de comunicación endeudados y dependientes, o por algunos técnicos y expertos de una ‘comunidad científica’, que se arrastran como han hecho siempre para participar del pastel que pasa por su puerta.
En Extremadura también existen empresarios sensatos que saben sacar producto de nuestros propios recursos, haciendo productos de excelencia y creando más empleo que el que crean estos proyecto aparentemente grandiosos. También hay técnicos y expertos no sometidos a estos grandes especuladores, así como algunos intelectuales y algunos pequeños espacios informativos en los que defender ese otro modelo de desarrollo que impulsan gentes de nuestra tierra, que no están pensando en salir corriendo de ella en cuanto acaba la especulación.
Se hace necesario, a pesar de esto, una intervención clara y decidida por parte de nuestra administración autonómica, fijando las bases de un desarrollo sostenible, pensando en el medio y largo plazo, empezando por la preparación de nuestros niños en el mundo de la informática, para crear especialistas en el sector de la información y no solo peones para la agricultura y la construcción.
Tengo la esperanza de que territorios como Extremadura, ricos en recursos naturales de todo tipo, a pesar de la estadística negra que nos rodea, acabe encontrando iniciativas inteligentes para cortar la sangría de la emigración y para desenmascarar a todos esos impostores que tenemos dentro, que hacen de voceros de ese capitalismo salvaje, al que hay que ir plantando cara a escala planetaria, porque la mercancía que nos ofrecen la tenemos ya muy vista.
Y baso mi esperanza en un nutrido grupo de empresarios y emprendedores extremeños, pequeños, medianos y grandes que vienen desarrollando esas iniciativas de un modo ejemplar, a los que la burocracia y la falta de apoyos impide muchas veces sacar adelante sus proyectos.
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