OPINIÓN: Extremadura, que bonita eres

Es cierto, Extremadura quizás necesite de más turismo para bajar el índice de paro, no obstante, soy de las que prefiero una tierra misteriosa, de parajes vírgenes que hacen que te pierdas en otro tiempo, de terrenos que huelen a hierba fresca y recuerdan a los cuentos populares que contaban las abuelas.

Una Extremadura al fin y al cabo para los extremeños, o las personas que se sienten parte de esa tierra, aquellas dispuestas a guardar en secreto sus particularidades: las leyendas de Las Hurdes, el cráter del volcán El Gasco, el dolmen de Peraleda, los túneles secretos de la Alcazaba, las calles romanas, las piedras que sobrevivieron a los gladiadores, la extensa dehesa o el sabor de un buen vino extremeño.

Esta región necesita de sus propios ciudadanos, pide a gritos que la recuerden, que no destruyan sus olivares, que piensen en las pequeñas casitas de piedra que alguna vez se levantaron en sus pequeños rincones.

Estas tierras ellas siempre te brindarán un sitio donde sentirte en paz y armonía, un castillo a lo alto de una pequeña montaña, unas encinas en un campo perdido, un lago esperando ser observado, un extenso Guadiana lleno de vida.

Extremadura, ¡que bonita eres!, tú que escondes entre tu historia tres lenguas que aún existen hasta ahora, tú, que viviste guerras, victorias y viste nacer a grandes conquistadores que llevarían nuestra bandera al otro lado del mundo. Tú, que habrás maldecido aquellos que te destruyen y que, aún así, has sabido perdonarlos.

Extremadura, verde, como tú dehesa; blanca, como las cigüeñas que sobrevuelan tus cielos; y negra, como la tierra sobre la que crece todo aquello que alimenta a tus ciudadanos.