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Nacional

OPINIÓN: Me avergüenza el silencio, aunque sólo dure un minuto

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16 de Mayo de 2018

OPINIÓN: Me avergüenza el silencio, aunque sólo dure un minuto

Este miércoles se ha representado otro minuto de silencio ante la fachada del ayuntamiento de Badajoz. Uno más.

Cuando escribo este comentario, no sé el nombre de la persona cuya memoria se pretende honrar con este minuto de silencio. Tampoco me preocupa demasiado no saberlo porque, desgraciadamente, los nombres, casos y locura de esta abominable espiral de violencia doméstica, de violencia en la pareja, de violencia machista, de violencia conyugal, de violencia sexista, de violencia de género -llámela usted como quiera- es la sirena que ya no se escucha, aunque se oiga, de tanto desgañitarse.

Me avergüenzan estos minutos de silencio. Si se pusieran en escena debido a una muerte natural, los aplaudiría y hasta es posible que me sumara a alguno de ellos. Pero los minutos de silencio por la insufrible ‘violencia de género’ me avergüenzan. Casi me dan asco.

Me avergüenza y me asquean porque no caricaturizan, sino que retratan fielmente, tanto a la sociedad demente en la que vivimos como a las personas que la rigen reloj en mano.

¿En qué mejora la situación de las víctimas cuando se les tributa un minuto de silencio? ¿Cuánto mejora el estado de ánimo de sus familiares? Y sobre todo y por encima de todo, ¿qué efectos positivos tienen los minutos de silencio sobre la violencia sexista? ¿La controla, la desactiva, la reduce, la amortigua?

No hay datos científicos que apoyen la eficacia, ni siquiera la eficiencia, de los minutos de silencio.

Pero lo cierto es que, mientras guardan un minuto de silencio, siempre o casi siempre dentro de su jornada laboral, el alcalde, las concejalas y los concejales, las funcionarias y los funcionarios y personas sin empleo municipal no sólo no hacen algo útil contra este tipo de violencia, sino que contribuyen a afianzar la idea de que lo mejor, casi lo único, que se puede hacer por una persona asesinada es callar. Callar durante un minuto; callar o fingir, con escasa sensibilidad y no poco envaramiento, que se calla, aunque se esté de cháchara con la persona de al lado.

Creo que las sociedades eligen a sus gobernantes para hablar, no para callar; estoy por creer que los eligen para actuar, no para dejar de hacerlo plantándose ante la puerta de la institución aunque sólo sea durante un minuto; quiero creer que los eligen para dar soluciones a los problemas, no para representar con impotencia que los lamentan.

Me avergüenzo de unas personas a las que elegí para que solucionasen los problemas de mi comunidad y en las que observo más declaraciones y gestos beatíficos que acciones contundentes.

Tienen ustedes el poder, les hemos entregado a ustedes el poder para que actúen, ¿qué están haciendo con él? ¿Callar?

Este miércoles, en Badajoz y en todas partes, las mujeres no callarán. Todo lo contrario, se darán a sí mismas la voz y se manifestarán sin partidismos, aunque haya manifestaciones particulares de algún partido, exhibiendo pancartas y pidiendo a gritos que se aplique el pacto de Estado contra la violencia de género que no aparece reflejado, con su correspondiente partida, en el proyecto de Presupuestos del Estado.

Las mujeres no tienen el poder institucional todavía, pero se lo están ganando a pulso. Y no precisamente con silencios de minuto en minuto.

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